Domingo 22 de marzo de 2009, p. 7
Guadalajara Jalisco, 21 de marzo. Dentro de la 24 edición del Festival Internacional de Cine en Guadalajara, los sonidos de rebelión del músico franco-español Manu Chao se transformaron en imágenes cinemáticas/plásticas en la inauguración de Cinelandia y ManWoz, realizada la noche de ayer en el Instituto Cultural Cabañas, del centro de esta ciudad; la primera, una selección de 16 trabajos fílmicos elegidos por Manu, y la segunda, una exposición de 28 pinturas en pequeño, mediano y gran formato que realizó el músico con el artista polaco Jacek Wozniak.
No pudimos traer toda la obra que tenemos en Barcelona, un esfuerzo por recuperar la calle y seguir pintando, pero gracias a que nos acogen presentamos algunos de los trabajos que hemos realizado aquí, en el Instituto Cabañas.
En la más grande de las obras, de tres por cuatro metros, realizada en tela, se ve a una familia que se eleva en globos formando la palabra libertad en los cielos; al pie de la pintura se lee: El día que vais a salir al aire libre, ese día va a llegar. ¡Libertad presos de Atenco!
En la presentación el ex Mano Negra, acompañado del artista polaco, dijo a la concurrencia, específicamente sobre Cinelandia: “Nunca había seleccionado pelis, es la primera vez que lo hago y me hizo sentir muy bien. Esta noche les vamos a presentar dos trabajos: La vida loca, un trabajo fortísimo, un documental sobre la soledad humana absoluta en El Salvador. El segundo es Sueño real, producido por Indie Media sobre el desalojo en vivo de un barrio de Brasil, un documental muy duro, que presenta lo que los noticiarios no muestran. Los va a conmover mucho”.
La vida loca cuenta la historia de los maras. Creados sobre el modelo de las pandillas de Los Ángeles, estos grupos de jóvenes siembran el terror en El Salvador. Una juventud, a la vez temida y detestable, pero curiosamente cautivadora
, que nos muestra la desintegración de la familia y la desesperación en la que ha crecido. La vida loca, es la realidad allá. Jóvenes que sufren, que nos desafían, nos miden, nos tienen rabia y no nos quieren. Una acumulación perversa que atiza miedos íntimos y espantosas pesadillas, que atropella nuestra visión del mundo, pero que a pesar de todo, solicita mucha indulgencia.