unos pasos de la Plaza del Estudiante, en el corazón del Centro Histórico, hay un tramo de calle que lleva el nombre de Apartado. En el número 13 se levanta una impresionante construcción de altos muros, sin ventanas y con un portón blindado con una misteriosa mirilla. Al pasar por ahí siempre me intrigaba qué habría en el interior.
Hace unos días Raúl Montalvo, el culto director del Acervo Numismático y Documental de la Casa de Moneda de México, me develó el enigma. Es la antigua Casa del Apartado, que se construyó en el siglo XVII para que se apartara
el quinto real del oro y la plata y se separara el dorado metal de las barras de plata que se iban a fundir para hacer monedas.
En el siglo XIX Lucas Alamán, en un viaje a Europa, descubrió un nuevo método más eficiente, a base de ácido sulfúrico, para separar el oro de la plata, y en la Casa del Apartado se construyó una fábrica para tal propósito. En 1843 el insigne arquitecto Lorenzo de la Hidalga remodeló, entre otras áreas, el patio principal, y el inmueble se reabrió como Apartado General de la Nación. Al poco tiempo se trasladó a este sitio la Casa de Moneda, que permaneció aquí hasta 1992, aunque desde los años 70 del siglo XX ya se acuñaba la mayor parte de las monedas en una moderna planta en San Luis Potosí.
El inmueble es impresionante. Guiados por Salvador García Lima, encargado del Acervo de Numismática, sin duda el cronista de La Casa del Apartado, visitamos el hermoso patio principal, rodeado de columnas. De ahí pasamos a la sala de fundición, alucinante espacio de altísimos muros ennegrecidos y bóvedas con tragaluces, que conserva, al igual que el resto del inmueble, la maquinaria original, con esa particular belleza que caracteriza los instrumentos y arquitectura industrial del siglo XIX. Es fácil imaginar a los recios hombres que aquí trabajaban en los grandes crisoles de hierro, revolviendo las aleaciones con largas palas, con temperaturas de 56 grados.
De ahí nos trasladamos a la sala de amonedación, donde admiramos la maquinaria en donde se acuñó toda la moneda mexicana desde mediados del siglo XIX hasta los años 70 de la pasada centuria. Visitamos también el salón de las laminadoras, donde se iban adelgazando las láminas de los distintos metales hasta tener el grosor de las monedas.
Aquí tuvimos una emocionante demostración del corte de una moneda, que realizó don Esteban Jiménez, quien ha estado en el lugar durante 66 años, y aunque ya está jubilado continúa asistiendo cotidianamente a dar mantenimiento a su amada maquinaria y a acuñar moneditas para los visitantes en una preciosa máquina llamada La bailarina
. Conocedor de todos los oficios que aquí se desarrollaban, en otra área nos hizo una demostración del trabajo del sonador
, quien a mano sonaba las monedas contra una barra de metal para que tuvieran el tintineo correcto que la gente demandaba, especialmente en las de plata.
Actualmente convertido en museo, el sitio muestra en dos salones del siglo XVII el Acervo Numismático. También está a disposición del público el Archivo Histórico de la Casa de Moneda, con valiosos documentos de los siglos XVII y XVIII. La visita es con cita previa, que se puede realizar al fax 52-08-98-26 o al correo electrónico [email protected]
Estos días, por el Festival de México en el Centro Histórico, va a haber recorridos del 12 al 30 de marzo, a las 10 am, y sábados y domingos a las 10 y 12. Hay que aprovechar.
Después vale la pena caminar unos pasos a la calle del Carmen 69, donde sigue funcionado el restaurante El Taquito, de enorme tradición. Continúa al frente la familia Guillén, que lo fundó en 1923, ahora con Rafael como anfitrión. Conserva su sabor taurino y en sus mesas con alegres manteles rojos continúa sirviendo su buena comida mexicana: sopa de médula, cabrito, criadillas de toro, taco de machitos, carnitas y barbacoa, entre muchas otras suculencias nativas.