l Día Internacional de la Mujer mostró de qué manera ha crecido el potencial de influencia de la Iglesia católica en los procesos electorales del país y cómo la jerarquía eclesial se ha empoderado desde fines de los años 80 por la polarización partidista y posteriormente por el triunfo de Acción Nacional en el gabinete federal.
Es un hecho que desde la Revolución Mexicana la Iglesia católica como institución perdió poder frente al Estado y dejó de ser su competencia. Durante el dominio del PRI se tuvo que someter a restricciones estrictas en cuanto a su participación política, que fueron más bien artificiales, pero que, sin embargo, permitieron a los gobernantes utilizar o excluir a los obispos de acuerdo con su conveniencia. Hoy los jerarcas eclesiales tienen tanta fuerza como los partidos mayoritarios, es decir, se hablan de igual a igual, y es la ciudadanía, en especial las mujeres, quienes sufren las consecuencias.
En el siglo XXI el indicador de la fuerza del catolicismo se transparenta frente al tema del aborto. Sin duda es la agenda prioritaria del Vaticano y juega el papel que en otro tiempo ejerció la píldora anticonceptiva, otra de las derrotas que le siguen doliendo. Prueba de ello es el grotesco –por no decir pueril– mensaje del Papa con ocasión del Día Internacional de la Mujer: que las mujeres den gracias por las lavadoras de ropa, ese humilde instrumento doméstico que ha hecho más por el movimiento de liberación de las mujeres que la píldora anticonceptiva
. Es increíble que a estas alturas insistan en desprestigiar la píldora, y que la libre sexualidad de las mujeres siga movilizando las emociones al grado de sostenerse como arma privilegiada para sostener el poder. El acceso al aborto refleja la debilidad actual de la Iglesia de Roma en Europa y en América del Norte (en otros continentes nunca ha sido muy significativa su influencia) y su prohibición en América Latina se ha convertido en el anzuelo para atraer votos electorales, y en particular, en las contiendas partidistas de México.
Porque ciertamente el PRI, que hoy se quiere presentar como bastión de laicidad, nunca apoyó el aborto en sus 70 años de reinado. Para el PAN, como sabemos, el precepto católico de la vida humana debe ser protegida desde el momento de la concepción hasta la muerte natural
es parte de su plataforma política. El partido que asumió el riesgo de decidir a favor de las mujeres en la ciudad con más católicos del mundo es el PRD: transformó las leyes y abrió el acceso al aborto como parte de su ejercicio de gobierno en el Distrito Federal. El Partido del Trabajo y Convergencia vienen sumándose a la posición perredista en la medida que hacen alianza como frente político; el Partido Social Demócrata ha centrado su plataforma en éstos y otros temas controversiales con una relativa influencia sobre todo en el discurso –lo cual es significativo–; al Partido Verde y al Partido Nueva Alianza ni les interesa ni les quita el sueño: igual que los priístas de antaño simplemente lo usan para jalar votos en donde resulte efectivo.
Año de elecciones y el tema del aborto vuelve a surgir en la prensa. Supongo que para algunos resulte aburrido, como me han hecho sentir algunos lectores; sin embargo, es la elite política quien lo vuelve a colocar en la contienda. Por eso se entiende que hace unos días la fracción parlamentaria del PRI presentó en el Congreso de Puebla, con el aval del PAN y el Partido Nueva Alianza, una iniciativa de reforma a la Constitución estatal para impedir el aborto en la entidad, con el criterio de que el Estado debe defender al ser humano desde la concepción
. Hay que subrayar que ninguno de los perredistas ni de los petistas firmó el anteproyecto. Trascendió que esta iniciativa se elaboró a partir de un cabildeo realizado por el nuevo arzobispo de Puebla, Víctor Sánchez Espinosa, con el gobierno del estado que encabeza el priísta Mario Marín Torres, nada menos que el góber precioso; ¡qué se puede esperar! Así estarán satisfechos al lograr no sólo imponerle un hijo a las violadas, sino también deshacerse de muchas mujeres (como en Baja California, Morelos y Sonora) al obligarlas a dar a luz aun frente a un embarazo que ponga en peligro su vida: Dios mío, hazme viudo
.
Ojalá que las y los candidatos de la izquierda no se confundan; que comprendan que mostrarse moderados frente al derecho de las mujeres al aborto es la mejor expresión del oportunismo político. Es evitar contradecir al gabinete actual, significa apoyar a los panistas y mostrarse como aliados de los priístas, por si acaso estos últimos acaparan más curules en las próximas elecciones; es temer al poder de los jerarcas católicos y debilitar el derecho a decidir de las mujeres del pueblo, católicas o no católicas, de mujeres que quieren ser libres y decidir sobre su cuerpo.