La ofensiva detona enfermedades entre los indígenas
Miércoles 11 de marzo de 2009, p. 19
San Cristóbal de las Casas, Chis., 10 de marzo. El ayuntamiento priísta de Chenalhó ha desatado, en silencio pero descaradamente, una nueva etapa de la hostilidad contrainsurgente dirigida a las comunidades y los campamentos de refugiados zapatistas del municipio autónomo San Pedro Polhó. Una tosca pero no menos dañina forma de guerra bacteriológica. Han convertido a los campamentos de Acteal y alrededores en su basurero.
Cuatro o cinco veces al día, los camiones del ayuntamiento de Chenalhó vacían toda clase de desperdicios y animales muertos a escasos 300 metros del campamento zapatista de Acteal. Así han convertido un paraje completo en tiradero pestilente, en llamas o arrojando humo permanentemente, sobre dicho asentamiento, afectando también los campamentos y comunidades de Cacacteal, Chimix y Tzanembolom.
Los desperdicios son tan abundantes que ya invadieron el único arroyo del área. En todos estos lugares, la mayor parte de los pobladores padecen infecciones digestivas y respiratorias a causa del agua y el humo venenosos, o se quejan de constantes dolores de cabeza. La pestilencia es crónica y llega a ser insoportable.
A la agresión se ha sumado el ayuntamiento de Pantelhó, igualmente priísta, que decidió arrojar allí mismo los desechos de su respectiva cabecera municipal, sin que las autoridades sanitarias de Chiapas se den por enteradas no obstante que se trata una de las zonas indígenas de mayor fragilidad en materia de salud.
Desmintiendo el olvido de la opinión pública, siguen siendo miles los desplazados zapatistas que no han regresado a sus comunidades desde 1997, cuando se desató la violencia paramilitar que culminaría con la masacre de Acteal el 22 de diciembre de aquel año. A pesar de los esfuerzos del municipio autónomo y de organismos civiles como el Fideicomiso para la Salud de los Niños Indios de México (Fisanim), promovido por la actriz Ofelia Medina, y el hospital de Esquipulas (cuyos médicos se dicen asustados
ante la magnitud del problema). La desnutrición, el desempleo y la sequía son realidad cotidiana entre esos campesinos tzotziles despojados que siguen siendo los últimos, los más ignorados.
El descontrol sanitario es tal que los desperdicios no sólo ruedan por la cañada envenenando suelo, agua y aire, sino que ya obstruyen incluso el tránsito vehicular sobre la carretera.
La actitud de desprecio del gobierno municipal de Chenalhó, y el hecho mismo de haber convertido en vertedero de desperdicios un paraje que se ubica entre la mina de grava de Majomut (Polhó) y Acteal, sencillamente continúa por otros medios la guerra contra las comunidades en resistencia.
Del mismo modo que el sistema de salud zapatista ha sido capaz de atender y resolver muchas amenazas a la salud de los indígenas, en particular los niños, también enfrenta situaciones de gran envergadura y fuera de su control, como este surtidor de desechos tóxicos, deliberada agresión del municipio priísta que cuenta con la complicidad, por omisión al menos, del gobierno estatal perredista.
A esto se suman la falta de agua (que en esta temporada es muy aguda), de alimentos y a fin de cuentas de casa y tierras, toda vez que los cafetales, casas y solares de los zapatistas permanecen usurpados por los mismos que desataron una virtual guerra civil hace una década. Son los frutos a largo plazo de la impunidad.