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El horror y los rezagos de la guerra, el tema del largometraje

Claudia Llosa cumplió: exhibió La teta asustada en Manchay, Perú
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Tilda Swinton, presidenta del jurado de la Berlinale, felicita a Magaly Solier, protagonista de la película, y a Claudia LlosaFoto tomada de Internet
 
Periódico La Jornada
Lunes 9 de marzo de 2009, p. a17

Lima, 8 de marzo. La película La teta asustada, gran ganadora del Festival de Berlín, muestra las secuelas en la hija de una mujer violada durante el conflicto armado que vivió Perú, y su estreno en este país regresó a la memoria a miles de mujeres víctimas de años de horror, que siguen sin encontrar justicia.

La plaza de Manchay, localizada en la periferia de Lima, se convirtió la noche del pasado jueves 5 de marzo en una improvisada sala de cine, donde cientos de personas asistieron para ver la cinta en el escenario donde hace justamente un año la rodó la cineasta peruana Claudia Llosa, quien prometió volver a presentarla.

Llosa, de 33 años, premiada con el Oso de Oro en Berlín, dijo que la cinta es sobre los rezagos de la guerra y de cómo tenemos que curar heridas. No intenté señalar culpables ni mostrar rostros, sólo que la herida está ahí.

Había mucho de simbólico en ese estreno en Manchay, porque unos tres mil de sus 40 mil habitantes participaron en la película, y porque el pueblo fue levantado por los que entre 1980 y 2000 escogieron esa tierra de arena y piedra para rehacer sus vidas cuando tuvieron que huir de la sierra andina, el epicentro del enfrentamiento entre Sendero Luminoso y las fuerzas del Estado.

Esa noche violaron a mi hija no nacida, canta una anciana moribunda con ironía en lengua quechua al comenzar la cinta. Algunos rieron nerviosos y otros escucharon en respetuoso silencio, como Gladys Pacotaype, de 20 años, que nació en Ayacucho, la región más golpeada por el conflicto.

Mis primos fueron asesinados, me contó mi mamá. Yo era muy chica, dijo Pacotaype mientras cargaba a su pequeña hija en una manta colorida. Al lado, su esposo, otro joven ayacuchano que a los seis años vio morir a su abuelo a manos de guerrilleros.

Muertes y vejaciones

Las investigaciones de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), creada por el gobierno de transición en Perú (2000-2001), revelan la dimensión del conflicto: hubo unos 70 mil muertos y miles de víctimas de vejaciones.

Las mujeres fueron de las más afectadas. La CVR detalló que 7 mil 426 fueron víctimas y sufrieron desaparición forzada, detención ilegal, tortura y ejecución extrajudicial. La mayoría también soportaron abusos sexuales.

Los hechos se originaron en al menos 15 departamentos de los 24 en que está dividido Perú. Ayacucho, en la sierra central, registró el mayor número de casos de violencia sexual, seguido de Huancavelica y Apurímac.

De los casos, 75 por ciento eran de mujeres quechuas, 83 por ciento de origen rural, 36 por cierto campesinas y 30 por ciento de amas de casa. La mayor parte de las víctimas tenían entre 10 y 30 años y ocho por ciento eran niñas menores de 10 años.

El estreno de La teta asustada se produjo en la semana que conlcuyó este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, que las Naciones Unidas dedicó este año a demandar que los hombres se unan contra la violencia hacia las mujeres.

Entraron a violarme: uno primero, luego otro y otro, hasta siete. Me dejaron como trapo en el piso, como un carnero degollado, relató Georgina Gamboa lo ocurrido en 1981, cuando tenía 16 años.

Según datos de la CVR, 83 por ciento de las violaciones son atribuidas a agentes del Estado.

De los nueve casos denunciados por violación sexual apenas uno llegó a tribunales y el resto sigue en la fiscalía, informó Gloria Cano, abogada de la Asociación Pro Derechos Humanos.

El título La teta asustada hace alusión al fantasma del temor a partir de la creencia ancestral en la región andina de la transmisión del miedo y la tristeza de la madre al hijo por medio de la leche materna, tema investigado por la antropóloga estadunidense Kimberly Theidon.

La película cuenta la vida de Fausta, una joven que ha heredado la enfermedad del miedo que su madre, violada durante el conflicto armado, le transmitió. La súbita muerte de su madre obliga a Fausta a enfrentarse a sus miedos y al secreto que oculta en su interior: ella se ha introducido una papa en la vagina como un escudo para que nadie pueda tocarla.