Número 149 |
Joaquín Hurtado La señorita Almita Son tantos años que ya perdí la cuenta. Además, para qué hacer la contabilidad de la sobrevida cuando ya sólo sirve para acumular vencimientos, claudicaciones, cobardías. Mañana me toca cumplir con la fecha aciaga, tendré que añadir a mi cómputo de vergüenzas esta papeleta rosa. Resistir al sida tiene su costo: el temor baratito que erosiona al más plantado heroísmo. Debo entender que no puede pasarse un solo día, ni uno solo. Si la papeleta rosa indica una fecha, digamos el 19 de noviembre, debe ser por algo. Se sobreentiende que existe una poderosa razón que va más allá de mi fatua noción del sentido común, de mi deleznable lógica. Me presentaré Personalmente en la ventanilla de Almita exactamente el día fijado, de cinco a siete. Ni antes ni después. No le aconsejo enfurecer a Almita, prieta caballona de mechas teñidas y colmillos de mandril. No se atreva usted a pedir claridades, atravesar argumentos, inventar coartadas. No hay revuelta que valga ni oídos dispuestos a escuchar razones. Evite la penosa faramalla, jamás logrará salirse con la suya: usted no es nadie para vencer la infalible sapiencia del Sistema. La computadora de Almita siempre funciona a favor del hospital: la pantalla no entiende de adherencias, riesgos, mutaciones y resistencias virales. La casa jamás pierde. Su tratamiento ya fue automáticamente transferido a otro paciente por la gravísima falta de haber llegado con diez minutos de retraso. Ni modo, el sistema se cerró, venga el siguiente mes a ver si no se le atraviesa el tren o el diluvio universal. La casa nunca pierde, decía. Uno tiene que entender que son muchos los enfermos y los recursos tan escasos. Por eso hágase usted mismo el favor de cumplir con la cita que Almita le escribió de su puño y letra en la papeleta rosa, cifra ilegible que determina con rigor inapelable cuándo tengo que cruzar la ciudad perra y venir y postrarme ante su majestad que me dirá con mirada de buitre: sólo tengo uno de los tres frascos de la receta, ¿lo toma o lo deja? Ni hablar, más vale antiviral en mano que ciento volando. A ver si a la próxima. Gracias. Y luego tener que soportar en su dialecto piadoso, cristianísimo, siniestro a la señorita Almita: cuídese mucho, aquí lo espero el mes próximo, llegue puntual y que dios lo bendiga.. |
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