Octavio Olvera
Rastros de un amor perdido
Varias leyendas se resbalan sobre la vida amorosa de Julio Torri. Quienes lo conocieron y han dado testimonio de su personalidad, lo acusan de tímido con las mujeres, otros de pervertido y los más de misógino. Categórico, infalible, definitivo, sentenció en una de sus reducidas prosas: "La mujer es una fuerza de la naturaleza", lo cual desanuda las consejas para presentarnos a un Torri fascinado y temeroso a la vez por sus tratos con las damas.
Alguna vez escuché contar esta anécdota a Beatriz Espejo, eterna enamorada del "cuentagotas": al ver a una bella joven estadunidense, sorprendido por su inapelable belleza, el maestro detuvo su paso, abrió grandes sus ojillos incrustados en su severa cara de sabio oriental y comentó: "Esa mujer es grácil como un joven elefante." Seguramente en ese momento se reveló su texto Mujeres, donde hace toda una taxonomía zoológica de las féminas, declarándose "reverente al paso de las mujeres elefantas". Es indudable que cualquier especie zoológica detenta un parentesco proporcional con cualquier meteoro. Son, potencialmente, una fuerza de la naturaleza. Las analogías de Torri en Mujeres despejan una fascinación y un temor incógnitos ante la imposibilidad de orientar la energía secreta de la mujer.
Lo más cierto en todo esto es que aquel grácil elefantito está plenamente identificado. Se trata de Esther R. Brown, "tejanita" a quien Torri calificó de "inteligente y original" y de la cual se declaró enamorado en una carta escrita a Alfonso Reyes fechada en 1923.
Serge I. Zaïtzeff, incansable explorador de la obra torriana, da a conocer una colección de cartas que aquella estadunidense escribiera entre 1921 y 1929 a "Julito", como gustaba expresarle su cariño al maestro.
Miss Brown llegó a México en 1921 para participar en los primeros cursos de verano que impartió la Universidad Nacional en cuya planta docente se encontraba Julio Torri, quien impartió un curso sobre el teatro español moderno. Así se conocieron. El destello de afinidades ocurrió. Miss Brown leía autores muy apreciados por su maestro, quien la empezó a encontrar "fina y culta".
Breve, como todo lo referente a Torri, el epistolario apenas consta de diez cartas y se publica bajo el título de Anywhere in the south, homónimo de uno de los textos del coahuilense y que, gracias a estas misivas, ahora lo reconocemos como uno de sus textos más autobiográficos. Es precisamente en este texto donde encontramos que la seriedad de la relación rozó el somnífero peligro del matrimonio, pues a la "pobre orquídea texana" no le importaba el incierto futuro de su enamorado y estaba dispuesta a la unión.
Sea como fuere, las cartas revelan más de una temática torriana. Miss Brown relata una de sus excursiones al Desierto de los Leones que nos recuerda A Circe: "¡Recuerdas que tenías miedo de perderte! ¡Sí, Julio, Sí tenías, lo recuerdo muy bien!" Sin embargo, las sirenas no cantaron para él.
La prosa de Brown tiene su encanto y hasta el humor y el ingenio de cualquier personaje de Torri. En otra de sus cartas hace suya la oración de las flappers: "No nos dejes caer en tentación pero muéstranos en donde está."
Por desgracia Zaïtzeff no encontró ninguna de las cartas que Torri escribió a Brown. Sin embargo, las cartas de ésta lo hacen omnipresente y subrayan su cautela ante la mujer y sus encantadores precipicios ya metereológicos, ya zoológicos, que lanzan hasta a los hombres más preclaros y sensatos al hondo destino de la vida conyugal. Si bien el maestro no sucumbió ante la tentación fatua de las nupcias, por gracia de algún numen benefactor se halló ante su misterio y su encanto al conocer a Miss Brown.
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