Usted está aquí: domingo 24 de julio de 2005 Política Aumenta sospecha de indígenas de que militares les daban de comer carne de perro

Habitantes de comunidad de Chenalhó insisten al gobierno que investigue el caso

Aumenta sospecha de indígenas de que militares les daban de comer carne de perro

El hallazgo de cueros y huesos de caninos generó la conjetura en la comunidad

ELIO HENRIQUEZ CORRESPONSAL

Los Chorros, Chis., 23 de julio. Autoridades y habitantes de esta comunidad perteneciente al municipio de Chenalhó exigieron al gobierno federal realizar una investigación para aclarar si los elementos del Ejército Mexicano que permanecieron siete años y medio en este lugar daban de comer carne de perro a los pobladores.

Las sospechas de que en el campamento de labor social instalado a principios de 1998, a raíz de la matanza de 45 indígenas en Acteal, los militares daban de comer carne de perro, surgieron en abril de 2003, luego de que un habitante de la comunidad encontró un costal lleno con cueros de caninos.

Como consecuencia de la denuncia, las autoridades comunitarias convocaron a una asamblea general para exponer el problema y se acordó solicitar el retiro de los militares, según consta en una carta dirigida al alcalde de Chenalhó, Armando Vázquez Gómez, fechada el 9 de abril de 2003. Pobladores de Los Chorros, que pidieron el anonimato, aseguraron que en la asamblea "se sugirió a los habitantes que fueran a pedir comida al campamento" de labor social que tenía el Ejército Mexicano en la parte alta de la comunidad. "La gente dijo que mejor no fueran, que mejor la preparan en su casa; muchos dejaron de llegar, menos los niños más pobres".

Un indígena que varias veces recibió comida en el campamento dijo no haberse percatado de que la carne que le dieron pudiera no ser de res. "Estaba sabrosa; la carne la hacían en caldo o guisado, pero nunca sentí que fuera diferente a la de vaca".

A finales de 1997 y principios de 1998, por órdenes del presidente Ernesto Zedillo, el Ejército Mexicano instaló una decena de campamentos en distintas comunidades de Chenalhó, supuestamente para prevenir más hechos de violencia o agresiones de paramilitares, quienes recién habían asesinado a 45 toztziles de la organización Las Abejas, en Acteal. Los puestos militares eran denominados de labor social porque daban alimentación, consultas médicas y odontológicas, medicamentos, hacían cortes de cabello y otorgaban otros servicios, que eran recibidos sólo por indígenas priístas.

Uno de los campamentos fue colocado en Los Chorros, la comunidad más grande de Chenalhó, con 5 mil habitantes -cada uno de sus cuatro barrios (Guayabal, Tzotzil, Tzeltal y Esquipulas) tiene su agente municipal-, y donde, según denuncias de organismos no gubernamentales, se instalaron los paramilitares que luego atacaron Acteal.

Los indígenas priístas de esta comunidad, que son mayoría, tienen fama de ser aguerridos, y lo demostraron en noviembre de 2000 cuando con palos, piedras y otros objetos impidieron que decenas de agentes armados de la Procuraduría General de la República entraran a decomisar las armas de los presuntos paramilitares. Derrotados, los policías huyeron del lugar.

Con el Ejército no habían tenido mayores problemas hasta abril de 2003, cuando fue encontrado el costal con las pieles de perro. De acuerdo con una investigación realizada por La Jornada, fue un joven de 19 años del barrio Guayabal quien localizó los cueros cerca del puente que está a un kilómetro del centro de la comunidad.

"El bulto fue descubierto porque apestaba bastante, e incluso el joven que lo encontró llegó a pensar que se trataba de una persona muerta", comentó un indígena, quien afirmó que luego del hallazgo el joven dio aviso a otros compañeros y juntos revisaron el costal, encontrando los cueros de perro.

La información sobre el caso fue divulgada a la prensa apenas en junio pasado, poco después de que los soldados abandonaron el campamento de Los Chorros, el 11 de mayo, pese a que ya se había tratado en la asamblea de 2003, la cual fue convocada expresamente para hablar sobre el hallazgo.

Al término de la asamblea, en la que la mayoría coincidió en que se solicitara el retiro de los militares por las sospechas de que daban de comer carne de perro, se redactó la carta dirigida al alcalde en la cual se asentó: "A todos los que llegan a pedir comida al campamento de labor social les dan carne de perro o comidas descompuestas". Y cuando un grupo de indígenas fue a pedir explicaciones al campamento no obtuvieron respuesta: "No dijeron nada, puro reír eran los soldados, ríe y ríe y nada, no nos tomaban en cuenta. Sólo se burlaban", contó el agente Juan Gómez, quien aseguró que en la parte baja del puesto militar había más pieles de perro enterradas.

"La gente no se daba cuenta de que era carne de perro porque los ejércitos saben preparar muy sabrosa la comida", afirmó un poblador de Los Chorros, consultado esta semana. "Mejor que el gobierno federal investigue, porque es el que da el presupuesto para que atiendan a la gente, como debe de ser, no con carne de perro", agregó.

Otro indígena aseveró que el campamento "siempre estaba lleno de perros porque los soldados les daban las sobras de la comida, pero no imaginamos que pudiera ser para matarlos y regalar su carne". Añadió que no sólo junto al río llamado Kintikil (encantado) fueron encontrados cueros o huesos de perro, sino que también en el monte o entre los cafetales aledaños al campamento". En los demás campamentos no ha habido quejas por la comida que daban los soldados, sólo en Takiukum -cercana a Los Chorros- un joven comentó: "alguna vez le dije a mi mujer que la carne que daban estaba un poco rara, que no parecía de res."

Pese a que la denuncia ya fue publicada, el Ejército ha guardado silencio.

 
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