|
|
México D.F. Viernes 10 de diciembre de 2004 |
Tláhuac: responsables intelectuales
El
subprocurador de Control Regional de la Procuraduría General de
la República (PGR), Gilberto Higuera Bernal, declaró ayer
que individuos no identificados detectaron desde la mañana del pasado
23 de noviembre la presencia en San Juan Ixtayopan, Tláhuac, de
los agentes de la Policía Federal Preventiva (PFP) Víctor
Mireles, Cristóbal Bonilla y Edgar Moreno Nolasco, y que "convocaron
a participar" en el linchamiento de esos tres empleados públicos.
Tal "hallazgo" de la PGR resulta sorprendente si se considera que, a decir
de Gabriel Regino García, actualmente encargado de despacho en la
Secretaría de Seguridad Pública (SSP) capitalina, desde el
10 del mes pasado, 13 días antes de los hechos, esa dependencia
había informado a la PFP que sus agentes habían sido descubiertos
por pobladores de la localidad y que su presencia allí estaba generando
inquietud en la comunidad. Significativamente, ayer mismo Regino García
fue interrogado durante varias horas por la PGR, por lo que resulta inconcebible
que la institución desconociera ese dato, el cual fue difundido
por lo demás, hace varios días, por la prensa. Higuera Bernal
ni siquiera lo mencionó y al parecer sigue sin estar al tanto, pero,
si se enterara, podría inferir que, de haber habido autores intelectuales
en el linchamiento, éstos no contaron con un día para organizar
el crimen, sino casi con dos semanas.
Esos hechos, así como la poco rigurosa simulación
de la "reconstrucción de los hechos" efectuada antier por la procuraduría
federal, y que quedó reducido a un mero "peritaje", supuestamente
para determinar el tiempo en el que policías federales y locales
habrían debido llegar al sitio del linchamiento, exhiben la falta
de voluntad de las instituciones dependientes del Ejecutivo federal para
esclarecer las responsabilidades por omisión de los mandos policiales
de ambos niveles en el asesinato de los dos agentes de la PFP y las graves
lesiones sufridas por un tercero. Otra muestra del desaseo con que el gobierno
está manejando el asunto es que el presidente Vicente Fox no esperó
siquiera a tener los resultados del simulacro de antier para destituir
al secretario de Seguridad Pública de la ciudad, Marcelo Ebrard,
y al comisionado de la PFP, José Luis Figueroa Cuevas.
La incoherencia de las autoridades federales antes, durante
y después de la tragedia llega a tales extremos que resulta obligado
preguntarse si tanta ineptitud aparente es sólo eso, ineptitud,
o si el linchamiento del 23 de noviembre fue de alguna manera inducido
desde alguna posición de la administración pública
para luego utilizar las muertes de los agentes como munición política,
judicial y mediática contra el Gobierno del Distrito federal. De
no ser así, resulta difícil entender el designio de echar
a Ebrard de su puesto y preservar, al mismo tiempo, a Ramón Martín
Huerta, el secretario de Seguridad Pública Federal, quien en todo
caso es responsable por partida doble: por permitir la realización
de supuestos operativos de inteligencia tan burdos, disparatados
e improcedentes -o bien, simplemente inconfesables- como el que realizaban
los agentes agredidos, y por no haber reaccionado a tiempo para rescatarlos.
El doble rasero de las destituciones no es, como muchas
otras medidas gubernamentales, un fallo elemental de lógica, sino
expresión del faccionalismo con que se ejerce el poder público
en Los Pinos. Pero las inconsistencias declarativas de los integrantes
del Ejecutivo federal podrían indicar algo mucho peor: que los autores
intelectuales del linchamiento estuvieran, en realidad, en alguna o varias
oficinas públicas. La sospecha empieza a volverse inevitable, y
ojalá resulte infundada.
|
|