México D.F. Martes 16 de noviembre de 2004
Angel Luis Lara
El cumpleaños de un espejo
El tiempo de los zapatistas no coincide fácilmente con el tiempo de los periódicos y las televisiones. El tiempo mediático es el tiempo de las enunciaciones que dicen, no el de los silencios que hacen. Hay más sitio en los canales de televisión para El correcaminos que para el caracol, por aquello del ritmo desenfrenado de vida que llevamos y la velocidad cotidiana que se nos impone. El tiempo de los medios de comunicación viene marcado por su origen moderno e ilustrado, ligado a la idea de progreso: es un tiempo irreversible y en línea recta que se proyecta hacia un futuro. Un tiempo que no se lleva bien con las espirales y los puntos suspensivos de los tiempos zapatistas que recombinan el pasado para proyectarse en la conquista del presente.
De ahí que el impacto planetario conseguido por el EZLN en sus años de existencia pública tenga doble importancia: por un lado, los zapatistas han sabido construir acontecimientos comunicativos en torno a sus diferentes iniciativas puntuales que han atravesado la malla de la temporalidad mediática, insertando el mensaje en radios, televisiones y periódicos del mundo entero; por otro lado, su uso inteligente de Internet no ha mostrado únicamente una eficacia comunicativa reseñable, sino ha acentuado además el deseo de los pueblos indios de México no sólo de expresarse, sino de hacerlo directamente en primera persona del plural y sin mediación de ningún tipo.
El vacío mediático actual en torno al presente del devenir zapatista es directamente proporcional a la importancia de lo que están haciendo los hombres, mujeres y niños del EZLN en el sureste mexicano. El proceso que habitan es extremadamente importante no sólo por su significado en sí, sino por el escenario en el que está teniendo lugar.
Pese a los deseos sinceros y la voluntad zapatista permanente de alcanzar una paz con justicia, en Chiapas hay una guerra.
El contexto de la experiencia zapatista de democracia y autonomía se desarrolla en una situación de guerra atravesada paradigmáticamente por las nuevas características de la guerra global que se extiende como estado de excepción permanente por todo el planeta.
La metáfora de la muñeca rusa que contiene más muñecas en su interior, utilizada para entender la compleja condensación de lógicas y dispositivos de poder que encierra la actual dinámica bélica, resulta absolutamente pertinente para comprender el frente de guerra chiapaneco.
En primer lugar, nos topamos con una lógica disciplinaria materializada por los miles de efectivos militares y las cientos de posiciones del Ejército federal mexicano que rodean y tratan de asfixiar a las comunidades zapatistas en resistencia.
Más tarde, se hace evidente la lógica de contrainsurgencia encarnada tanto en los grupos paramilitares que operan una estrategia de producción de pánico, activando una dinámica de excepción permanente, como en la política de control social desatada por los partidos y las autoridades locales mediante prácticas clientelares veladas de socialización de recursos como forma de dividir a la población y de debilitar anímica y materialmente a las bases de apoyo zapatistas.
La guerra en Chiapas, por tanto, nos habla de las características de una actual guerra global y permanente que no solamente constituye el fundamento de las nuevas formas de soberanía, sino que es además el mecanismo a través del cual estas se expresan.
Pero, a pesar de esa guerra, las bases de apoyo zapatistas están dando cuerpo a una experiencia de resistencia capaz de materializar en lo concreto formas de vida y de organización social y política muy otras. Su práctica municipalista constituyente en torno a la vivencia colectiva y democrática de las instituciones de autogobierno indígena en el territorio zapatista nos pone sobre la mesa la centralidad de la cuestión de la democracia y nos ofrece un espejo interesante para orientar la traducción al orden pragmático del deseo de ese otro mundo posible que ha activado las resistencias globales en los últimos años y que va, lamentablemente, camino de congelarse en un mero ejercicio semántico en manos de las instancias de la vieja política que han tomado por asalto la representación formal del movimiento de movimientos en nuestro continente europeo.
La potencia de la experiencia de democracia, protagonizada por los indígenas zapatistas en Chiapas, se apoya en la recuperación de un elemento fundamental para la acción política contemporánea: el derecho de resistencia en el amplio significado del término, es decir, no como mero y banal ejercicio reactivo de resistencia frente al abuso del poderoso, sino como defensa activa de las formas de vida y de convivencia que se construyen colectivamente como sustancia fundamental de las luchas. Una lógica que espanta irremediablemente tanto a los fantasmas de la toma del poder como a los espectros del monopolio de la decisión política, en la vivencia concreta de la defensa colectiva de las formas de vida alternativas que se agitan en los espacios de una esfera pública no estatal rematadamente posible y necesaria.
Por eso, entre otras cosas y 21 años después de su nacimiento, el EZLN sigue funcionando como espejo para todos nosotros. Un espejo incompatible con cualquier intento de copia, pero que no deja de proyectar, sin embargo, pistas y mapas útiles para entender el mundo en guerra que habitamos y la naturaleza de los movimientos que hay que activar para cambiarlo. Por eso también y de la mano, a uno le sale de bien adentro un cumpleaños feliz para que atraviese el espejo y llegue por el aire a los hombres, mujeres y niños zapatistas que pintan con el color de la dignidad las montañas y selvas del sureste mexicano.
Feliz cumpleaños, EZLN.
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