México D.F. Lunes 15 de noviembre de 2004
Javier Oliva Posada
La 19 asamblea nacional del PRI
Hace algunas semanas, reflexionaba en este mismo espacio sobre la importancia y trascendencia que tiene para el sistema político y para la democracia en México la presencia y fuerza del PRD. De ese tiempo a la fecha, los conflictos internos y la dinámica electoral del país no han hecho otra cosa que incrementar la percepción de que en ese partido las personas tienen más peso que las ideas y los programas.
Ahora el PRI llevará a cabo el próximo martes 16, la sesión anual del Consejo Político Nacional, integrado por aproximadamente mil 200 personas, que intentan representar al amplio espectro de la estructura de ese partido. Como objetivo central se encuentra la aprobación de la convocatoria para la realización de la 19 asamblea nacional (20 de noviembre). Allí se calcula que podrían participar alrededor de 10 mil delegados con voz y voto, organizados en mesas temáticas de trabajo en diversas partes del país, para concluir hacia el 4 de marzo del siguiente año. Tanto el consejo político como la asamblea son actividades contempladas en los estatutos del PRI y, de acuerdo con la legislación electoral, ambos eventos deben desarrollarse.
Las difíciles condiciones económicas, producto de la aplicación de la multa de mil millones de pesos, cuya periodicidad de pago aún se encuentra en litigio, han desarrollado una dinámica que, en cierto sentido, ha implicado una desburocratización interna. Pero la atención, me parece, debe centrarse en la situación insólita bajo la cual se realizarán los trabajos resolutivos de la 19 asamblea.
En efecto, se trata de la segunda que se realiza sin la jefatura del presidente de la República en turno. La anterior concluyó sus trabajos en Toluca, precisamente el 20 de noviembre de 2001, siendo presidenta del PRI la hoy senadora Dulce María Sauri.
De aquellos día a la fecha, muchas cosas han cambiado en el panorama nacional e internacional, principalmente las condiciones bajo las cuales los partidos políticos en general disputan los cargos de elección por todo el país. La oportunidad para el PRI, para la articulación de un eje ideológico, que no responda a los criterios sexenales de Los Pinos, es ahora lo más atractivo para el análisis rumbo a 2006.
En cuanto a las nuevas condiciones, a la evolución del sistema político, es lugar común señalar que vivimos una etapa de protagonismos y sometimiento a los sondeos y a la encuesta del día, que nos encontramos aislados por el practicismo (hermano muy menor de la filosofía del pragmatismo), y que todo ello ha provocado que incorporemos lo más superfluo de la contienda política: el dinero, el acceso pagado a los medios de comunicación y los ataques y revelaciones personales.
En este contexto, el PRI tiene la opción de procurar una asamblea nacional en la que de una vez por todas sean las ideas de la socialdemocracia las que se incorporen a sus tesis y programa de acción.
Discutir la acepción de socialdemocracia, por supuesto, sería un paso posterior. Lo que importa ahora es la definición: la ubicación en el espectro ideológico, porque, si bien el pasado 9 de noviembre, recordamos los 15 años de la caída del muro de Berlín, y con ello el fin de la guerra fría, para Latinoamérica, México incluido, ni la pobreza ni la violencia ni la marginación han disminuido, incluso han aumentado. Tampoco, por cierto, hemos tenido cambios de regímenes en nuestros países. En la región, las cosas ni con mucho se han modificado desde aquellos años. Véanse los resultados del famoso estudio del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, La democracia en América Latina para comprobar los niveles de insatisfacción en la población respecto de las condiciones en que se vive el pluralismo partidista en la región. No hay relación entre calidad de vida y democracia; ambas son precarias.
Ideas y programas, propuestas y posicionamientos claros ante los temas de la agenda nacional son definiciones que pueden -debieran- darse en los trabajos de la 19 asamblea. Así podría recuperarse el viejo dicho: primero el programa, después el hombre. Esa sí que sería una aportación al debate y al sistema de partidos.
Espero no resultar idealista, aunque eso no me preocupa, pues al fin y al cabo la política y el debate se hacen con ideas (adecuadamente argumentadas). Requerimos que los partidos políticos recuperen la centralidad en la consistencia reflexiva y procuren la serenidad en la polémica. [email protected]
|