México D.F. Martes 9 de noviembre de 2004
El electorado estadunidense se ha vuelto fundamentalista,
señala un artículo del Times
Voces liberales de EU analizan las implicaciones del
triunfo de Bush
Sindicalistas, inmigrantes, feministas... se
sienten "en la mira" del movimiento derechista
JIM CASON Y DAVID BROOKS CORRESPONSALES
Washington
y Nueva York, 8 de noviembre. El primer mensaje de Michael Moore a
sus millones de simpatizantes fue simple: una carta con los nombres y apellidos
de los más de mil soldados estadunidenses muertos en Irak y una
frase final: "Que descansen en paz. Y ojalá nos perdonen algún
día".
Las diversas voces liberales trataron de digerir la gran
derrota de la elección días después de lo que algunos
llamaron el "martes negro". Muchos subrayaron que no fue una derrota abrumadora,
que el margen del triunfo de Bush sobre Kerry fue uno de los más
estrechos en la historia del país, y que es importante recordar
que más de 55 millones votaron en contra del presidente.
Pero aun así, fue una derrota con implicaciones
potencialmente devastadoras tanto doméstica como internacionalmente.
Los sindicalistas, las feministas, los gay, las minorías,
los inmigrantes, y los defensores de derechos y libertades civiles dicen
que están en la mira del movimiento derechista, clave en la victoria
de Bush. Para el ámbito internacional, los neoconservadores insisten
en que este triunfo fue un apoyo popular a la gran guerra contra lo que
ellos designaron como enemigos de la "libertad", o sea, cualquiera que
se oponga a los intereses estadunidenses (incluidos Francia y Alemania,
y no sólo los sospechosos de siempre).
Ante esto, hay una torrente de opinión liberal
y progresista sobre lo que ocurrió con analistas, observadores e
intelectuales anti-Bush tratando de explicar lo que ocurrió y qué
implicaciones tiene eso para el futuro de esta sociedad.
Para Gary Wills la elección fue el día en
que "se apagó la ilustración". Tras señalar que este
país nació de los valores de la ilustración -que se
ha convertido en lo opuesto, un país donde la mayoría cree
más en la versión bíblica del nacimiento de Jesús
que en la teoría de la evolución-, Wills dice que los estrategas
republicanos explotaron esto para el triunfo de Bush.
Wills, en un artículo publicado en el New York
Times, concluye que el electorado estadunidense se ha convertido en
fundamentalista, lo que es novedoso, por lo tanto explica cómo tantos
países no entienden lo que ocurre aquí políticamente.
"¿Dónde más encontramos un fervor
fundamentalista, ira a la secularidad, la intolerancia religiosa y temor
y odio por la modernidad? No en Francia ni en Gran Bretaña, Alemania
o España. Lo encontramos en el mundo musulmán, en Al Qaeda,
el de los leales sunitas de Saddam Hussein. Los estadunidenses no entienden
por qué el resto del mundo nos cree tan peligrosos, tan empeñados,
tan imperios a las apelaciones internacionales. Temen la jihad (guerra
santa) sin importar cuál fervor es el que se está expresando",
escribió Wills.
Advierte que un fenómeno "frecuentemente observado
es que los enemigos tienden a parecerse cada vez más. Torturamos
a los torturadores, decimos que nuestro Dios es mejor que el de ellos....",
y concluye: las "jihads son de temer".
La columnista liberal Maureen Dowd, del New York Times,
está de acuerdo en este punto con Wills, señala que Bush
"realizó una jihad en Estados Unidos para poder luchar contra
otra (jihad) en Irak" al promover el voto con sus posiciones sobre
los temas de "valores" como la oposición al aborto y el matrimonio
gay. Dowd acusa que el presidente ganó su relección
"al dividir al país a lo largo de las líneas de fallas geológicas
del temor, la intolerancia, la ignorancia y el régimen religioso",
y afirma que no tiene ninguna intención de curar las divisiones,
sino de someter a todos los que no están de acuerdo.
Según Dowd, Bush y su vicepresidente Dick Cheney
están creando el tipo de democracia que desean: "un partido controla
todo el poder en este país. Una cadena de televisión sirve
como la televisión estatal. Una nación domina el mundo como
un hiperpoder. Una empresa controla todos los contratos en Irak". Y aún
viene lo peor, advierte.
El comentarista y analista Alexander Cockburn, en su columna
en The Nation insiste en que no está sorprendido con el resultado.
"El 2 de noviembre de 2004 marca una derrota terrible para la elite liberal...
El Partido Demócrata está verdaderamente en crisis ahora,
desde sus líderes laborales que desperdiciaron millones... a grupos
de interés público que dieron luz verde a Kerry para mantenerse
ambiguo respecto de todos los temas cruciales, a los 'estrategas' que lucraron
con su parte de la publicidad de campaña y se equivocaron por completo",
afirmó.
Señaló que regresarán los mismos
en 2008, "tan equivocados como siempre", y recetó que "los movimientos
masivos tienen que construir su ímpetu a lo largo de décadas,
y no en el periodo de una campaña electoral...."
La comentarista sindicada Arianna Huffington escribió
que la elección no fue perdida por fraude, sino por la campaña
de Kerry. Argumentó que no es cierto que temas como el de los "valores"
o el matrimonio gay hayan sido la razón de la derrota. "Fue la decisión
fatal de buscar el voto de los indecisos y hacer de ello el punto medular
de la estrategia de Kerry. Eso implicaba que a cada vuelta el candidato
optara por la cautela en vez de por la audacia, para no ofender a los indecisos
quienes, como grupo, necesitaban ser arrullados y asegurados en vez de
ser retados e inspirados".
Acusó que "esta estrategia tímida, sin columna
vertebral, caminando sobre cascarones -sin tema central o visión
moral- jugó a las manos del equipo de Bush-Cheney que proyectaban
a Kerry como un hombre titubeante y sin principios...". Esta obsesión
con los indecisos, según Huffington, evitó un ataque frontal
constante contra los republicanos. "A menos que el Demócrata desee
convertirse en un partido minoritario permanentemente, no hay más
alternativa que regresar al idealismo, audacia y generosidad de espíritu
que marcaron las presidencias de Franklin D. Roosevelt y John F. Kennedy
y la acortada campaña presidencial de Bobby Kennedy", subrayó.
El giro hacia la derecha
Para Robert Borosage, presidente de Campaign for America's
Future, esta elección no mostró más que una división
popular. Señala que algunos concluyen que el triunfo de Bush con
el apoyo masivo de bases evangélicas marca un giro hacia la derecha
y la "reacción moral", Borosage, uno de los analistas más
influyentes del movimiento liberal del Partido Demócrata, dice que
"esto podría marcar el inicio de una reacción no de la derecha,
sino del centro y la izquierda contra las fuerzas de intolerancia".
Señaló que asuntos de clase sí importaron
con Bush perdiendo las mayorías de los que tienen ingresos menores
de 50 mil dólares al año, y ganando mayorías de los
que gozan de ingresos más altos que esos. Insiste en que las fuerzas
sociales que se movilizaron para esta elección tienen el potencial
para convertirse en un movimiento que pronto rescatará a este país.
Al parecer, con diversas voces que consideran el momento
como "el peor de los tiempos", algunos sospechan que también podría
convertirse en "el mejor de los tiempos". Esta coyuntura de Dickens sólo
puede ser resultado de un gran intento de consolación mutua entre
los derrotados, particularmente los que siguen pensando que sólo
a través del Partido Demócrata o las organizaciones de alguna
manera vinculadas a él se puede realizarse un cambio en este país.
Pero igual de interesante es que otros empiezan a hablar de "movimientos
sociales" como futuro. Tal vez aquí despierta una vez más
el gran debate -tan conocido en México- entre la "izquierda social"
y la "izquierda electoral".
Por lo pronto, liberales y progresistas tendrán
que aprender a cantar blues. Tal vez si escuchan muy bien esta música
tan profundamente de abajo de este país, encontrarán algunas
respuestas.
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