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México D.F. Miércoles 3 de noviembre de 2004 |
Estados Unidos: otra elección en entredicho
Aunque
al cierre de esta edición las tendencias reportadas por los medios
resultaban favorables en general a la relección de George W. Bush,
el día terminó en un escenario de incertidumbre y ni éste
ni su contrincante demócrata, John Kerry, pudieron reclamar el triunfo
en los comicios realizados ayer en Estados Unidos. La superpotencia volvió
así a los escenarios de hace cuatro años, cuando su sistema
electoral vetusto, oligárquico e ineficiente fue incapaz de arrojar
resultados puntuales y colocó a las instituciones del país
vecino en un impasse largo y costoso que se saldó, según
todos los indicios, con la consumación de un fraude electoral en
Florida, con su legitimación por la Suprema Corte de Justicia y
con la imposición de Bush en la presidencia.
En las primeras horas de hoy el candidato demócrata
a la vicepresidencia, John Edwards, se negó a reconocer en forma
prematura el triunfo del actual presidente y exigió la apertura
de un compás de espera para esclarecer el sentido de las votaciones
en Ohio y en Iowa, de las cuales depende la composición final del
Colegio Electoral que designará al próximo ocupante de la
Casa Blanca.
Con ello se crean las condiciones para la proliferación
de querellas legales y de una disputa voto por voto en esas dos entidades,
y acaso también en algunas otras, así como para el surgimiento
de un conflicto poselectoral tan profundo como el de 2000, o más,
que evidenciaría, de nueva cuenta, la inoperancia de las prácticas
democráticas en el país que se presume y se presenta a sí
mismo como la mayor y más perfecta democracia del planeta. En un
contexto semejante podrían confirmarse, además, las múltiples
denuncias difundidas en días recientes sobre preparativos para distorsionar
la voluntad popular, actos de sobra conocidos por la sociedad mexicana
como el llamado ratón loco (cambios a última hora
en la ubicación de las casillas), rasurado de los listados
electorales y otros.
Pero incluso si las demoras en las filas de votantes y
la falta de resultados en Ohio se revelaran como meras fallas técnicas
sin voluntad dolosa y fraudulenta, la imperdonable lentitud del recuento
y las miserias de la estructura comicial estadunidense serían suficientes
para descalificar la pretendida voluntad democrática de las instituciones
del país vecino. Es necesario recordar que, desde la elección
de 2000, con todo lo que significó como llamada de atención,
los políticos y los funcionarios estadunidenses dispusieron de cuatro
años para afinar, modernizar, uniformar y depurar sus sistemas comiciales.
El que no lo hayan hecho difícilmente podría atribuirse a
mera negligencia. Cabe suponer, en cambio, que la falta de correctivos
en este terreno obedece a intereses políticos específicos
que ganan más con la confusión que con la claridad, con la
lentitud que con la puntualidad, con las componendas legales poselectorales
que con la presentación de resultados oportunos y confiables.
Cabe preguntarse si en las próximas horas y en
los próximos días la sociedad estadunidense y el resto del
mundo asistirán a un esclarecimiento convincente de lo ocurrido
ayer en las urnas o si se repetirá la maraña fraudulenta
de hace cuatro años. Y es oportuno preguntarse, también,
si la institucionalidad política del país vecino, su sociedad
polarizada y un país en situación de guerra podrán
soportar por segunda vez un tránsito vergonzoso e impresentable
por el segundo de esos escenarios.
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