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México D.F. Martes 2 de noviembre de 2004
Es algo familiar, íntimo y nuestro; no
podemos prescindir de ella, dicen los lugareños
Xantolo es la fiesta de fiestas en la Huasteca hidalguense;
reúne a vivos, muertos y santos
CARLOS CAMACHO CORRESPONSAL
Huejutla, Hgo., 1º de noviembre. Un señor
le dijo a su esposa, prepara unos tamales, una comida. La mujer sólo
hizo chile, no mató a su puerco. Cuando las ánimas ya se
iban, se encontraron en el camino y platicaron:
-Tú
qué comiste.
-Yo, pollo.
-Yo comí puerco.
-Yo comí tamales.
-Yo puro chile. Y le iba ardiendo todo.
Al otro día, el señor dijo: "voy a matar
a mi puerco", pero le dio sueño, se acostó y ahí murió.
Por eso es bueno poner tamales y café. Poner un
arco y prender sus veladoras.
Esta es parte de la tradición que encierra la fiesta
de Xantolo, Sancta Sanctorum o Día de Muertos, que en la
huasteca hidalguense, alcanza niveles de misticismo, y para el indígena
es "algo familiar, íntimo y nuestro, que no podemos prescindir de
esa fiesta".
Durante esta temporada, los caminos, veredas, casas y
panteones, se tiñen de color amarillo y morado, colores típicos
del cemposúchil y la "mano de león", la gente arma sus altares
con velas, copal y les coloca en las mesas los alimentos que en vida consumían.
En esta zona la base son los tamales, pan, chocolate, aguardiente, café
y mole.
En opinión del cura de la comunidad de Macustepetla,
José Barón Larios, "es la fiesta más grande del pueblo",
que tiene sus orígenes en la época prehispánica que
en latín es Fecstum Sanctorum Omniun, pero que los lugareños
corrompieron la palabra y la convirtieron en Xantolo.
Es "la fiesta de fiestas", momento del encuentro entre
los vivos, los muertos y los santos; el tiempo en que los ausentes vienen
a sus pueblos, momento en que la gente se reconcilia con su pueblo.
Reconoce que la situación económica ha provocado
que la celebración vaya en decadencia, pero no en su significado,
sino "por falta de dinero".
Explica en qué consiste el Xantolo. En Xochiatipan,
por ejemplo, otro municipio huasteco, la gente coloca en los altares, dinero,
ropa del muertito y allá la gente cuida mucho a los perros, porque
son los que guiarán a los muertos en el camino al descanso eterno.
Muy temprano, se despiertan los nahuas en las comunidades
de la huasteca; antes que despunte el día, las personas han recogido
sus petates y la cobija roida, que ha servido para cubrir algunos sueños.
El sonido de un cuerno se extiende por todo el rancho, es un bramido que
llama a las ánimas y a los jóvenes que habrán de representarlas.
En algún lugar de la comunidad, entre los arbustos
o a orillas del río, se realiza una extraña metamorfosis,
en quienes apenas hace unos instantes fueron adolescentes y jóvenes
ávidos de vivir. Y en su lugar aparecen los antepasados, ataviados
de máscaras, sombreros e indumentos. Los integrantes de las comparsas
de viejos acuden al llamado. Muchos de ellos buscan cumplir la promesa
que hicieron tiempo atrás, ante algún santo o un difunto,
si éste les concedía encontrar trabajo en la ciudad o recuperar
su salud o la de algún familiar. Todo indica que el Xantolo se inicia,
según cuenta la escritora María Eugenia Jurado, en su libro
Xantolo, el retorno de los muertos.
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