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México D.F. Martes 2 de noviembre de 2004
Devoción en el Reclusorio Oriente
El
Caspe, El Alacrán, Pancho y Panda tienen
algo en común: los cuatro son internos del Reclusorio Oriente y
todos son firmes creyentes en la Santa Muerte.
"Es celosa cuando no le cumples", refiere El Caspe,
detenido por robo. "Me ha pasado", enfatiza, sentado junto con sus compañeros
en el área de Gobierno del recinto en una soleada tarde de otoño.
La imagen de La Parca con su guadaña, que para
muchos es implacable, es venerada con devoción al interior del centro
penitenciario, donde cerca de 8 mil internos sobrepasan en más de
ciento por ciento la capacidad de la instalación.
En los torsos morenos, en brazos que dejan constancia
de un apego al ejercicio, en nichos cuidadosamente arreglados en el interior
de las celdas, la Patrona, como le llaman, tienen presencia y parece hacer
más llevadera la vida en confinamiento.
El Caspe relata que en una ocasión le entregaron
una carta, de esas que forman cadena, el no la continuó a tiempo,
y de nuevo cayó en chirona, en tanto se levanta su camiseta
beige, color distintivo del reclusorio, para mostrar un tatuaje.
El Alacrán, por su parte, explica, entre
las risas de sus compañeros, que está aquí acusado
de robo de autopartes. "La neta es que andaba de baboso y por eso me detuvieron",
y aquí está dispuesto a hacer cualquier sacrificio para cumplirle
a la Santa Muerte, figura no incluida en el santoral oficial católico,
pero que él tiene calcada en su brazo izquierdo.
Ya en el interior del centro, en la zona de dormitorios,
el jefe del 4 rescató una imagen de la Santa Muerte, tallada en
madera por un interno que ya salió, la escultura estaba tirada en
uno de los patios. "Ya la querían quemar estos cabrones, ya sabe
usted como son los nuevos", dice, mientras le indica a los internos que
se agolpan en torno a los visitantes que hay que juntar para las veladoras.
Unos metros más adelante, en una de las celdas,
espacio donde apretujados conviven seis internos, pero con televisión
a color, los habitantes del reclusorio se ofrecen gustosos a mostrar sus
altares. "Acuéstate ahí, ojete", le indican a El Ventanas,
quien presto se trepa a la litera para posar con su protectora.
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