México D.F. Martes 2 de noviembre de 2004
Antonio Ortiz
El miedo a la cultura
Dejando a un lado los lamentables y numerosos errores
gramaticales y de sintaxis en la exposición de motivos del diputado
panista José Antonio Cabello Gil para presentar la iniciativa de
''Ley que crea (?) el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes", son
tan afortunadas algunas de las frases que contiene esta exposición
que bien valdría la pena que nuestros actuales diputados las hicieran
realmente suyas; como aquella de: ''(...) quienes formamos parte del
Estado debemos poseer una vocación de servicio a nuestra sociedad,
siempre en búsqueda del bien colectivo.", concepto del que si
fuesen conscientes, incluidos los del PAN, todos nuestros legisladores
y servidores públicos (que más bien parecieran enarbolar
el de ''búsqueda del bien personal"), otra sería nuestra
actual historia, caracterizada por un innegable divorcio entre los poderes
de la Unión, por un lado, y la sociedad civil al otro extremo, cuando
supuestamente todo el aparato gubernamental se debería encontrar
al servicio, por no decir a los pies, de la sociedad civil.
En la misma exposición de motivos en la que se
ponderan las ''cualidades" de este proyecto de ley se habla de un CNCA
¡autónomo! Sin embargo, después de una cuidadosa revisión
de todos los artículos de dicha ley, esta ''autonomía" se
desvanece por completo:
¿Qué autonomía puede tener el CNCA
si su Junta Directiva, y máximo órgano de gobierno que decidirá
la política cultural a seguir, está formada por subsecretarios
de Gobernación, Hacienda, Turismo y Educación Pública
(SEP), entre otros, además del secretario ejecutivo (presidente
del CNCA), quien, por cierto, únicamente tiene voz y no voto en
esta junta, además de que es nombrado directamente por el presidente
de la República?
¿Qué autonomía puede tener si el
Consejo Ciudadano (que propone insertar esta ley en el organigrama de CNCA
y que estaría formado por no más de 20 miembros de la comunidad
cultural, que únicamente podrán opinar o asesorar y nunca
decidir política cultural alguna) es nombrado precisamente por la
misma Junta Directiva? De hecho, pareciera que su inserción tiene
el único objetivo de utilizarla para ''validar moralmente" la política
cultural que defina la Junta Directiva.
Realmente, esta iniciativa de ley presentada por el PAN
no dista mucho de la que hasta hoy ha circulado por Internet* como borrador
de la que próximamente ''presentará" Sari Bermúdez.
La de Acción Nacional resulta ser más vaga
en muchos conceptos, aunque acota el ''poder" absoluto del secretario ejecutivo
que le confiere la de Sari.
Ambas iniciativas de ley se caracterizan por asignarle
al CNCA una estructura de toma de decisiones sumamente vertical y en la
que se le niega cualquier participación en la toma de decisiones
a la comunidad cultural y a la sociedad civil, participación que
durante décadas se ha reclamado.
En ambas nunca se dice lo que se entiende por cultura
y tampoco se menciona la obligación de que el Estado le destine
un porcentaje ''equis" del PIB (producto interno bruto) para el desarrollo,
conservación y difusión de la cultura.
En estas dos ''iniciativas" también se hace hincapié
en el apoyo presupuestal a las llamadas industrias culturales bajo la premisa
presidencial de que ''(...) hay que hacer de la cultura una industria redituable
en términos económicos".
Igualmente, el interés de estas dos leyes en ''sacar"
al CNCA de la SEP se entiende como un síntoma de un problema aún
mayor: el nauseabundo estado lamentable de corrupción, despotismo,
falta de interés, desorganización y falta de ''una" política
educativa de la Secretaría de Educación Pública.
Aún faltarán por venir las propuestas del
PRD, PRI, PT y PVEM, si es que les da tiempo de redactarlas o si les interesa
la cultura, pero lo cierto es que mientras todas estas iniciativas no cuenten
con la participación abierta de la comunidad cultural en su concepción,
elaboración y redacción, únicamente servirán
para acelerar esta lenta y desastrosa descomposición del Estado
mexicano en su conjunto.
Es patético, e incluso de mal gusto, que una ley
que pretenda desarrollar, preservar y difundir nuestra cultura para ''el
bien común" resulte un engendro más, fruto de la rebatinga
y la lucha pendenciera de los diversos partidos políticos; cuando
debería ser una ley que sirviese de modelo, en todos sus sentidos,
para la elaboración de cualquiera otra por venir en relación
con los demás ámbitos de la administración pública.
La elaboración de una ley sobre cultura debe de
estar, por lo menos, a la altura de los ampliamente reconocidos logros
intelectuales que los diversos miembros de nuestra comunidad cultural han
alcanzado.
Si dos de los diagnósticos fundamentales de la
comunidad cultural son que el órgano que dicte y ponga en práctica
la política cultural sea autónomo, y que proporcione continuidad
a un proyecto de cultura nacional, ¿por qué no hacer abiertamente
partícipe, desde su génesis, precisamente a esta comunidad
cultural?
¿Por qué no verdaderamente convocar y dejar
en manos de la comunidad cultural la elaboración de esta ley?
¿Por qué ahora el miedo a la ciudadanización
del Estado mexicano, cuando éste fue el principal lema de campaña
de nuestro actual Presidente?
* Ambas propuestas pueden consultarse en www.geocities.com/pulsion66/conaculta/
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