México D.F. Martes 2 de noviembre de 2004
Marco Rascón
El juicio de los muertos
Estoico, convertido en símbolo de la corrupción en México a causa de la tecnología, llega René Bejarano al juicio que unirá la muerte política, por su práctica, con su cuerpo atrapado en una imagen. Llega al aquelarre de la exoneración de los verdaderos corruptos, donde no serán enjuiciados ni los Aldanas ni los Romeros Deschamps ni los Niños Verdes ni los Amigos de Fox ni los banqueros ni todos los que han recibido dinero por componendas.
Bejarano será enjuiciado en calidad de ofrenda para purificar a la clase política, pues se le condena no sólo por estar en el lugar incorrecto, sino en el lugar común de la clase política y por haber sido grabado. Ese lugar común, práctica corriente en la gran mayoría de los políticos mexicanos, es el refugio de los que no quieren ser pobres políticos.
El 4 de noviembre Bejarano no enfrentará un juicio injusto, sino parcial; no obstante, en su defensa pretende convencer (con dosis de ingenuidad y cinismo) de que es inocente, porque no es el único. ƑEse jurado embarrado de dinero mal habido le aceptará el alegato?
Mediante este juicio la clase política, sobre todo el PRI, pretende adquirir una imagen virtuosa al haber transferido su histórica fama de corrupto a un partido de origen progresista y de izquierda, nacido de la fragua opositora, pero ocupado por sus adversarios a causa de la sigilosa soberbia, incapacidad e ineptitud de sus dirigentes y facciones.
La imagen de Bejarano está tatuada al PRD, que cambió el "se vale meter la pata, pero no la mano" o "manicure con machete a los corruptos", para decir que la acusación es injusta porque "hay otros más corruptos".
El PRD vive la tragedia de aquella izquierda nicaragüense que al triunfo de la revolución sandinista hizo del poder "la piñata" de sus comandantes, llevando el proceso y los sacrificios de miles a una derrota ética e histórica de la cual aún no se repone. La diferencia del PRD mexicano es que hizo su "piñata" sin haber llegado al poder y creyó que practicando, vistiendo y viviendo como la vieja clase política corrupta podía ganar una elección presidencial en 2006. Esa "piñata" se convirtió, paradójicamente, en "la esperanza".
En el juicio de desafuero a René Bejarano no habrá oradores para condenarlo, pues en la Cámara de Diputados difícilmente habrá alguien que esté libre de culpa y pueda tirar la piedra. Todos se esconderán tras el dictamen de la sección instructora, pues eso no será un juicio, sino un acto litúrgico que pretende purificar a toda la decadente clase política mexicana.
El juicio de procedencia que veremos se realiza al filo del infierno del descrédito y la doble moral.
René Bejarano ascendió a lo que podría considerarse la "gran política", gracias a dos personajes: Ernesto Zedillo (el otro innombrable) y Andrés Manuel López Obrador, dos versiones doctrinarias originarias del PRI.
Zedillo es considerado timonel por el mismo Vicente Fox, y artífice, junto con Dios, de la estabilidad macroeconómica del PRI, y López Obrador representa un PRI tan antiguo que a causa de la falta de memoria ideológica es quien guía el futuro de una izquierda perdida en el laberinto de su piñata. René Bejarano es un producto del pragmatismo ejercido por el neoliberalismo más ortodoxo y del priísmo más arcaico. Es un lugar común y de nadie. Por ello será enjuiciado.
En este proceso hay contradicciones políticas y servicios al adversario, pues el innombrable Carlos Salinas se enfrenta a la obra del innombrable Ernesto Zedillo, ideólogo oficial del foxismo, benefactor del bejaranismo (despensas del DIF, viviendas de Tláhuac que inauguró Zedillo en diciembre de 1994 junto con Bejarano, etcétera).
Una contradicción es que los más beneficiados políticamente durante el sexenio de Zedillo sean los que se encuentran enfrentados entre sí en beneficio de Carlos Salinas. Es decir, que en el conflicto Salinas-Zedillo, los zedillistas se dividen mientras los salinistas se unifican, y que en la perspectiva de 2006 el juicio contra Bejarano es un triunfo del salinismo. En el PRD es patético: unos se alinearon con Salinas (Rosario Robles) y otros con Zedillo (los de la transición pactada).
La verdad de fondo es la carencia de un proyecto de nación propio. Para López Obrador su programa de los 20 puntos es un trámite, una tesis apurada, de requisito, con una edición de 4 millones de ejemplares.
El PRD fue invadido y hoy un distinguido zedillista como Ricardo Monreal será su próximo presidente nacional. Si Fox dice que a Zedillo y a Dios se debe la estabilidad económica, el PRD considera entonces que a Zedillo y a López Obrador se debe la transición pactada. El PRD bajo la conducción de López Obrador tomó partido en el conflicto Salinas-Zedillo a favor del segundo.
La disputa que estamos viendo no es de dos proyectos de nación diferentes, sino entre dos versiones de neoliberalismo y entreguismo. Es la versión de Salinas contra la de Zedillo, dos versiones oligárquicas que al final terminarán pactando. El PRD fue convertido en un gran titiritero de ambos y hoy sirve para anular la opción de la izquierda. [email protected]
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