México D.F. Domingo 31 de octubre de 2004
Los dos partidos tradicionales buscan una segunda
vuelta, que enfrentarían juntos
El izquierdista Tabaré Vázquez, favorito
para ganar hoy la presidencia de Uruguay
STELLA CALLONI ENVIADA
Montevideo, 30 de octubre. A horas de los comicios
presidenciales unas 200 mil personas han llegado al país y sigue
la fiesta popular en aeropuertos, terminales de camiones y en el puerto.
La real posibilidad de un triunfo de la coalición de izquierda y
centroizquierda de Encuentro Progresista-Frente Amplio-Nue-va Mayoría
(EP-FA-NM) atrajo a miles de uruguayos que viven exilio económico,
y otros que regresaron después de largo tiempo de ausencia por exilio
político.
En cada esquina hay familias que festejan el rencuentro,
y de cada 10 autos que pasan ocho llevan banderas del Frente Amplio. Todos
hablan de cambio y esperanza.
Un total de 2 millones 487 mil 616 ciudadanos están
habilitados para elegir presidente y vicepresidente, así como 30
senadores y 99 diputados, y las Juntas Electorales de los 19 departamentos
del país.
En las presidenciales, Tabaré Vázquez, de
EP-FA-NM, lidera las encuestas con entre 51 y 55 por ciento, seguido de
Jorge Larrañaga, del Partido Nacional (Blanco), que lo-graría
entre 26 y 32 por ciento.
Si
hubiera segunda vuelta, este partido se uniría al gobernante Colorado,
que tiene en-tre 9 y 11 por ciento de la intención de voto. El Frente
Amplio y sus aliados tendrían asegurada la mayoría en el
Congreso, también por primera vez en la historia del país.
Los uruguayos deberán además aceptar o rechazar
una propuesta de enmienda constitucional que prohíbe que empresas
privadas presten servicios de abastecimiento de agua potable y saneamiento
en el país. Para que sea aprobada se requiere que el sí gane
con 50 por ciento de los votos emitidos.
Será difícil después de esta experiencia,
gane quien gane, que se pueda mantener lo que mayoritariamente se considera
injusticia electoral y es el sistema de balotage (segunda vuelta),
donde además se cuentan los votos blancos y anulados para llegar
a ella, con lo que un candidato debe tener mucho más que 50 por
ciento en su favor.
Hasta 1994 los partidos Blanco y Colorado (gobernante)
mantuvieron una Ley de Le-mas que permitía la acumulación
de los votos de varios candidatos de un mismo partido bajo un mismo lema,
con sublemas diferentes, y ganaba quien obtuviera el mayor número
de votos, dentro del lema mayoritario.
Pero cuando el Frente Amplio, que nació a la vida
política en 1971, apareció a finales de 1989 con la posibilidad
de un triunfo general, los dos partidos tradicionales con mayoría
en el Congreso forzaron una reforma constitucional que estableció
el sistema de segunda vuelta, y que quien obtuviera 50 más uno de
los votos sería el ganador.
Entró en vigencia precisamente en 1999, cuando
Tabaré Vázquez ganó con 42 por ciento de los votos
y blancos y colorados se unieron para derrotarlo en el balotage.
Así llegó el gobierno Jorge Batlle, quien gobernará
hasta marzo de 2005, lo que se considera una transición demasiado
larga.
Muy lejos de estos días quedó el Uruguay
que hasta los años 60 llamaban "la Suiza de América", por
su particular sistema político y una homogeneidad bastante aceptable
que lo diferenciaba de sus vecinos.
La dictadura, primero, y las democracias empobrecidas
o neoliberales que le sucedieron dejaron como herencia desigualdad entre
ricos y pobres absolutos, que es lo que hoy está estallando en el
rostro de los viejos políticos en esta rebelión de las urnas.
La crisis de 2002 fue el golpe definitivo que despertó
a las mayorías, cuando el de-sempleo llegó a más de
20 por ciento; ahora se habla oficialmente de 13.6 por ciento de la población
económicamente activa de aproximadamente un millón 300 mil
personas.
Sin embargo, los sindicatos estiman una cifra superior,
que en un país pequeño como Uruguay significa casi 800 mil
personas, en-tre desempleados y subocupados. Hay de-partamentos del país
donde el desempleo continúa en 20 por ciento.
Más de 32 por ciento de los uruguayos vive bajo
la línea de pobreza y hay unos 100 mil indigentes en un país
de 3.4 millones de habitantes. Cincuenta y seis por ciento de menores de
seis años viven en hogares bajo la línea de pobreza, y casi
medio millón de menores de 18 años son pobres.
Esta situación, más el endeudamiento ex-terno
de más de 13 mil millones de dólares, ha producido una situación
intolerable en un país que mostraba los mayores niveles de igualdad
en América del Sur. Los gobiernos posdictadura no corrigieron sino
que aumentaron el deterioro y la desigualdad.
El proceso de desindustrialización de los últimos
años produjo otro retroceso, que se reflejó en lo que era
orgullo de los uruguayos: salud y educación.
Los miles y miles que han salido a las calles a respaldar
la esperanza de un cambio, responden a una recuperación de la mejor
cultura política del pasado. Y esto es, como se dice aquí,
no sólo evolución en la política, sino una revolución
política y ética.
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