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México D.F. Miércoles 27 de octubre de 2004 |
Líneas aéreas: ¿otro saqueo?
El
anuncio de la restructuración de las cuatro líneas aéreas
que maneja Concesiones de Infraestructura de Transporte (Cintra) en dos
grupos (uno formado por Mexicana y Aeroméxico, y otro por Aerocaribe
y Aerolitoral), con vistas a su venta a inversionistas privados pone en
el interés de la opinión púiblica, de nueva cuenta,
la perversidad depredadora del modelo económico aún vigente.
Al igual que los bancos, las autopistas y los ingenios, las aerolíneas
nacionales fueron "desincorporadas" con los argumentos de que el Estado
tenía que adelgazar, que el gobierno es un administrador corrupto
e ineficiente por naturaleza y que los recursos procedentes de las ventas
serían invertidos en el combate a la pobreza. Esta no se redujo
de manera apreciable, el Estado perdió un instrumento fundamental
en el ejercicio de la soberanía nacional y una fuente de ingresos,
y los compradores de las líneas aéreas las llevaron muy pronto
a una situación financiera insostenible, al igual que lo ocurrido
con las instituciones financieras y las carreteras concesionadas. Para
evitar la quiebra de las dos principales compañías de aviación
se creó Cintra en 1995, y cuatro años más tarde el
Instituto de Protección al Ahorro Bancario (IPAB), con 52 por ciento
de las acciones de esa empresa, tomó su control.
De entonces a la fecha las arcas públicas han venido
manteniendo a flote la industria aeronáutica nacional, afectada
por los enormes pasivos originados en la crisis de 1994-1995 y, posteriormente,
por la brutal caída mundial del mercado del transporte aéreo,
causada por los atentados del 11 de septiembre de 2001 y las consiguientes
políticas "antiterroristas" impuestas a aeropuertos, aerolíneas
y pasajeros por el gobierno estadunidense y sus aliados. En ese lapso,
y a expensas de los contribuyentes, Cintra se ha expandido y hoy constituye
un conglomerado de aerolíneas, una compañía de carga
aérea, una empresa de apoyo terrestre, un centro de reservaciones,
un centro de capacitación y una firma de reparación y mantenimiento
de turbinas. El consorcio moviliza 80 por ciento del transporte aéreo
nacional, cuenta con una flota de 129 aviones y da trabajo a más
de 13 mil personas. Tras varios años consecutivos de experimentar
pérdidas, en el tercer trimestre de 2004 el consorcio obtuvo, por
primera vez, una utilidad neta de casi mil 500 millones de pesos.
Así pues, una vez que se ha inyectado dinero público
a manos llenas en restructuración, mantuención y amortización
de pérdidas de la compañía, ahora se proyecta su traspaso
a inversionistas privados.
La concepción de la operación, desde el
rescate hasta la venta -propuesta para el año entrante- constituye
ejemplo claro de cómo este gobierno, al igual que sus antecesores,
ha venido socializando los pasivos y privatizando los activos, y ha proseguido
en la aplicación de la receta ortodoxa de liquidar toda empresa
en manos del Estado que demuestre ser viable. En un contexto de aguda escasez
de recursos, el zedillismo y el foxismo subsidiaron las líneas aéreas
hasta que éstas dieron signos de que podían ser rentables.
Ahora, en vez de proponer la constitución de una o varias entidades
paraestatales que aporten recursos al fisco, otorguen al Estado un instrumento
de soberanía y se conviertan en instrumento gubernamental para incidir
en una economía a la deriva y regulada sólo por la ley de
la selva, es decir, por las fuerzas del mercado en completo libertinaje,
el gobierno se empecina en vender ese patrimonio de todos los mexicanos.
Si la adquisicón de las líneas aéras quebradas le
fue impuesta a la sociedad en el marco del "rescate" bancario zedillista,
hoy el foxismo se apresta a imponer su desincorporación, una vez
que tales empresas han sido saneadas. Está a punto de consumarse,
de esta forma, un nuevo saqueo de las arcas públicas.
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