México D.F. Miércoles 27 de octubre de 2004
Es una forma de resistencia contra trasnacionales
Convocan a sembrar maíz nativo con prácticas ancestrales
MATILDE PEREZ U.
Sembrar maíz nativo y continuar las prácticas ancestrales de cultivo es una forma de resistencia política contra las trasnacionales como Monsanto, Bayer, Pioneer, Séneca y Dupont, que pretenden controlar la producción de semillas en el mundo, aseveró Aldo González, de la Unión de Organizaciones de la Sierra Juárez, e hizo un llamado a los pueblos indígenas y campesinos a no abandonar la producción tradicional.
En el foro México después del 2 de julio y el mundo actual, organizado por La Jornada y Casa Lamm, en el que se abordó el tema Semillas, contaminación y soberanía, González se pronunció en contra de la ley de bioseguridad aprobada en el Senado, e inclusive de una modificada, porque significaría "ceder derechos campesinos y aceptar el cultivo de transgénicos en el país".
Ante estudiantes, amas de casa, integrantes de organizaciones étnicas y campesinas, e investigadores, el indígena habitante de una de las comunidades oaxaqueñas donde hace tres años se detectó la contaminación del maíz tradicional con semillas transgénicas, se manifestó en favor de impedir el acceso de los cultivos transgénicos, "por el bien de la agricultura mexicana", y destacó que corresponde a los pueblos indígenas y a los campesinos proteger la riqueza natural, como las semillas del maíz.
Jaime Castillo, de la Unión Nacional de Organizaciones Regionales Campesinas Autónomas, exigió al gobierno federal que impulse un programa para "descontaminar al maíz del grano genéticamente modificado", y recordó que campesinos e indígenas son depositarios del conocimiento de selección de las variedades de semillas más productivas, su preservación y conservación.
"Hemos llegado hasta donde estamos gracias a la libre producción, reproducción y acceso democrático del uso de semillas; hoy este derecho es vulnerado y amenazado por la manipulación genética que realizan las empresas trasnacionales en los laboratorios". Explicó que las semillas son el inicio y fin de un ciclo productivo, y su existencia permite asegurar la abundancia, calidad y diversidad alimentaria, por eso hay que preservarlas como patrimonio colectivo.
Se pronunció en contra de la investigación controlada por las agroindustrias y el silencio del gobierno mexicano acerca de la contaminación del maíz. "Los campesinos nos oponemos a la propiedad intelectual sobre cualquier forma de vida, a la monopolización del conocimiento y a las semillas transgénicas".
Estas semillas transgénicas son una reforma agraria al revés, explicó Silvia Ribeiro, del Grupo ETC, de Canadá. Mencionó que si los diputados aprueban sin cambios la ley de bioseguridad, esto significará ceder a las presiones de los grandes empresarios y cortar la libertad de acción de los campesinos. Por eso no sólo hay que establecer una moratoria en la producción de maíz transgénico, sino de alimentos de este tipo. Este es el momento, dijo, de que los pueblos, no sólo los indígenas, recuperen su autonomía.
Pat Mooney, director del Grupo ETC, criticó a los científicos que olvidaron su propósito de ayudar a los agricultores y han sometido su conocimiento a las trasnacionales, como es el caso de quienes están en el Centro Internacional para el Mejoramiento del Maíz y el Trigo. "Ellos se han hecho transgénicos al olvidar que son parte del sector público y se apegan a los lineamientos de los privados; la ciencia es inútil y destructiva si se aleja de la sociedad", sostuvo.
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