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México D.F. Martes 26 de octubre de 2004
Manotazos y patadas bajo la mesa
El
incidente ocurrido el viernes en Ciudad Juárez, cuando un grupo
de maestros y trabajadores al servicio del Estado intentaron bloquear el
trayecto del vehículo en que viajaba el presidente Vicente Fox -algunos
lograron incluso dar manotazos y patadas a la camioneta del mandatario-,
ha dado lugar a una serie de penosas discordancias en el seno del gobierno
federal y del partido en el gobierno.
Las formas de esa protesta fueron torpes, contraproducentes
y peligrosas; así lo señaló la clase política
en su conjunto, aunque muchos hicieron referencia a un elemento contextual
de gran importancia: la cerrazón oficial frente a las reivindicaciones
y movilizaciones populares, ante la cual diversos sectores sociales no
encuentran más vía de expresión que el tumulto y la
interpelación directa a los representantes populares. No faltaron,
por lo demás, los extrañamientos por el descuido del Estado
Mayor Presidencial (EMP), que permitió a los inconformes llegar,
prácticamente sin obstáculos, hasta las unidades de la comitiva.
Aunque desde un primer momento el secretario de Gobernación,
Santiago Creel, cada vez más dado a los desplantes y a los excesos
verbales, calificó los manotazos sobre la carrocería de "actos
ilícitos que violentan el estado de derecho", hasta anteayer el
resto del gobierno pretendía minimizar lo sucedido. Fue, dijo Rubén
Aguilar, vocero de Los Pinos, "un hecho puntual, de carácter ocasional",
que "jamás" puso en riesgo la seguridad del Presidente. El EMP,
se dijo desde el poder, actuó en forma correcta, con "prudencia"
y "corrección". El incidente, indicó la Procuraduría
General de la República (PGR), no daría lugar a una averiguación
previa, sino simplemente a la elaboración de un acta circunstanciada,
y se dio prácticamente por descartado que esa dependencia fuera
a actuar de oficio contra los manifestantes. Acaso el propósito
de esa benevolencia era quitar los reflectores de las fallas de organización
e información del EMP, o disminuir la relevancia del zipizape en
tanto indicador del enorme y cada vez menos controlable descontento social
que han generado las políticas del foxismo. Pudo escucharse, además
de la de Creel, la voz desentonada de su posible rival, el aspirante presidencial
panista Carlos Medina Plascencia, quien no dejó pasar la oportunidad
para fustigar al secretario de Gobernación, al que acusó
de "actuar con omisión para no mancharse el plumaje".
Tal vez para evitar críticas de ese estilo -que,
se entiende, restan puntos en la contienda por la postulación presidencial
blanquiazul-, el Palacio de Covián emitió ayer señales
de automatismo policial que contrastan con los esfuerzos previos por minimizar
lo ocurrido en Ciudad Juárez: el subsecretario de Gobernación,
Felipe González, presentó una denuncia de hechos ante la
PGR "contra quienes resulten responsables" de haber manoteado sobre la
camioneta del Presidente. Por otra parte, en lo que parece un intento de
zancadilla al EMP, al gobierno de Chihuahua o a ambos, el vocero de la
SG, Gonzalo Altamirano, aseguró que el Centro de Investigación
y Seguridad Nacional (Cisen), adscrito a la secretaría que encabeza
Creel, se comunicó con antelación con las autoridades de
la entidad norteña y sostuvo con ellas un "intercambio de comunicación
oportuna".
En suma, la gresca en Ciudad Juárez, que por sí
misma habría sido un incidente lamentable pero menor, ha dejado
al descubierto la descoordinación entre el Cisen, el EMP y las instancias
locales de seguridad; ha permitido entrever algo de las patadas bajo la
mesa que están teniendo lugar en el panismo y en el círculo
presidencial, y ha puesto en evidencia la incapacidad del foxismo para
escuchar y atender los descontentos sociales que no encuentran otra vía
de escape que los empujones a los vehículos de la comitiva del mandatario.
Es revelador -e indicativo de este largo, incierto y exasperante fin de
sexenio- que el episodio, en vez de suscitar la sensibilización
del grupo gobernante, tenga como consecuencia un amago de persecución
policial de los descontentos políticos.
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