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México D.F. Martes 26 de octubre de 2004
América Latina, laboratorio de pensiones
El Banco Mundial cambia de tonada
sobre los sistemas privatizados en la región
El éxito principal de la reforma en la región
ha sido mejorar las finanzas gubernamentales
La pregunta importante es si la privatización
de pensiones genera los beneficios prometidos
Economist Intelligence
Unit /The
Economist
A medida que sus poblaciones envejecen, muchos países
forcejean con el problema de cómo reformular sus onerosos sistemas
de pensiones, financiados con impuestos. América Latina ha sido
un laboratorio para la reforma de pensiones. Comenzando con Chile en 1981,
varios países, entre ellos Perú, Argentina y México,
han llevado a cabo la tarea. Los detalles han variado en la región,
pero en términos generales se ha dado un giro decisivo hacia un
modelo privatizado. ¿Qué puede aprender el resto del mundo
de América Latina?
Protesta de mineros jubilados en La Paz, Bolivia, realizada
en abril de 2002, cuando unos 750 ancianos apoyaron la medida de un compañero
que permaneció atado en una cruz, semidesnudo, durante 30 horas
en la Plaza de Armas, en demanda de que se incrementaran sus rentas mensuales
FOTO AFP
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Un
nuevo estudio del Banco Mundial, titulado Cumplimiento de la promesa
de seguridad social en América Latina, presenta el primer análisis
integral del experimento latinoamericano. El libro tiene significación
particular porque el banco ha presionado por un papel mucho mayor para
las pensiones privatizadas a partir de que publicó un informe crucial:
"Se evade enfrentar la crisis de la ancianidad", hace diez años.
El banco fijó entonces un modelo de reforma pensionaria basado en
tres ''pilares'': primero, una red pública de seguridad financiada
por impuestos; segundo, un ahorro obligatorio de trabajadores para pensión,
por lo regular en cuentas individuales y, tercero, un ahorro voluntario
para retiro.
El estudio señala que el éxito principal
de la reforma latinoamericana ha sido mejorar las finanzas gubernamentales.
Los onerosos esquemas de pago con impuestos se han disminuido. En varios
países, según los hallazgos del banco, la reforma ha impulsado
el desarrollo de mercados de capital y contribuido a modernizar el sistema
financiero, mejorando la calidad de la reglamentación y generando
servicios tales como la evaluación de riesgos. Las ganancias reales
de los nuevos fondos de pensiones han sido generalmente impresionantes.
En Chile, la privatización de pensiones parece haber impartido un
modesto impulso al crecimiento económico, al mejorar los mercados
tanto de capital como de trabajo.
En general, los sistemas reformados de pensiones son mejores
que los anteriores, pero eso no fue difícil. Los esquemas pensionarios
latinoamericanos se habían administrado muy mal. Hacían promesas
excesivamente generosas, que no podían cumplirse a largo plazo y
ya resultaban ruinosamente onerosas. Combinaban prodigalidad y desigualdad,
al dirigir los beneficios sobre todo a una pequeña elite de empleados
en mejor condición económica.
La pregunta importante ahora es si la privatización
de pensiones genera a los individuos los beneficios prometidos por los
reformadores. En esto la evaluación del estudio es más débil.
Es una gran desilusión que tantos trabajadores estén totalmente
fuera del sistema de pensiones. En Chile está cubierta la mitad
de la fuerza de trabajo, pero en la mayoría de los países
que las han privatizado la proporción es típicamente de 20%.
Si la cobertura sigue así de baja, las reformas podrían no
ser duraderas políticamente, pues no están creando un sistema
amplio de seguridad de ingreso en edad avanzada.
¿Por qué tan pocos están cubiertos?
Pese a las altas utilidades de los fondos de pensiones, los trabajadores
tienen buenas razones para evitar los nuevos arreglos. Las comisiones excesivas
han sido una queja persistente desde los primeros días de la reforma.
Se cargan particularmente sobre los primeros grupos de trabajadores en
los esquemas privatizados, que sufragan los costos de arranque. Y hasta
las pensiones privatizadas han seguido sujetas a riesgos políticos.
En algunos países los fondos de pensiones se han canalizado a fuertes
inversiones en bonos gubernamentales, y se han impuesto severas restricciones
a las inversiones en valores extranjeros. En Argentina los trabajadores
sufrieron grandes pérdidas en sus pensiones cuando el gobierno dejó
de pagar sus deudas.
Sin embargo, la razón más importante por
la cual los trabajadores han evitado las pensiones privatizadas es probablemente
porque requieren demasiados ahorros obligatorios. Las tasas de aportación
se han fijado típicamente en 10% del salario. Si se agregan las
altas comisiones, esto es pedir demasiado a los trabajadores jóvenes,
sobre todo cuando crían hijos. En Chile muchos trabajadores intentan
evitar más ahorros obligatorios cuando han cumplido el periodo mínimo
de 20 años de aportaciones que se exige para obtener el derecho
a una pensión mínima garantizada por el gobierno.
Pilares de la sociedad
Ancianos, o sus apoderados, esperan frente a una sucursal
del Banco Nación Argentina, en Buenos Aires, para cobrar su jubilación
o pensión. Foto de archivo FOTO AFP
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Los
autores concluyen que el modelo de pensión de pilares múltiples
está fuera de forma. Debe hacerse más por construir el primer
pilar, la red pública de seguridad, para prevenir la pobreza en
la edad avanzada. El segundo pilar, el ahorro obligatorio, es demasiado
prominente y debe reducirse, lo cual liberaría recursos para ir
al tercer pilar, el ahorro voluntario, que actualmente está estancado.
Esto a su vez administraría una muy necesaria dosis de competencia
a las consentidas y oligopólicas industrias de fondos de pensiones
que han surgido en América Latina. A la larga debe descontinuarse
el ahorro obligatorio en cuentas individuales.
La relevancia de esta audaz prescripción trasciende
las fronteras latinoamericanas: va en contra de las demandas que se hacen
en Gran Bretaña, por ejemplo, de instituir el ahorro obligatorio
para reconstruir el aporreado sistema de pensiones. Pero existe un obstáculo
oculto para abolir el pilar obligatorio: los trabajadores podrían
no responder con mayor ahorro voluntario.
Los autores insisten en que el primer pilar es conceptualmente
distinto del segundo y el tercero: la red estatal de seguridad brinda una
garantía contra la pobreza en edad avanzada, en tanto el ahorro
individual es una forma de facilitar el consumo a lo largo de la vida.
En la práctica, sin embargo, ambas están vinculadas. Si la
red de seguridad se hace más generosa, los trabajadores necesitan
ahorrar menos, en total, para mantener un nivel de vida mínimo en
la edad avanzada. Eso puede incrementar más la carga del Estado.
Tales dificultades ilustran que no hay soluciones simples
a la reforma de las pensiones. Sin embargo, hubo un tiempo en los noventas
en que los que propo-nían la privatización de las pensiones
sugerían que podía aplicarse un modelo único a todos
los países. El Banco Mundial contribuyó a esa noción,
por lo que este estudio es una corrección saludable. La incómoda
verdad es que las reformas de pensiones latinoamericanas -como las pensiones
mismas- se vendieron en más de lo que valían.
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