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E S P E C T A C U L O S
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México D.F. Lunes 25 de octubre de 2004

Psycho killer, la más esperada, propició momentos lúdicos entre el cantante y sus fans

David Byrne ofreció un antídoto musical para los "feos tiempos" en el Salón 21

TANIA MOLINA RAMIREZ

El sábado por la noche David Byrne y los nueve músicos que lo acompañan en su gira My backwards life ofrecieron un antídoto a los "feos tiempos" (como los calificó Byrne) que vivimos.

A las 10 de la noche, la pista del Salón 21, libre de mesas, estaba llena de expectantes hombres y mujeres, muchos entre 30 y 40 años, que si hicieran un disco con las canciones de su vida muy probablemente incluirían al menos una canción del grupo new wave Talking Heads -quizá Psycho killer, Once in a lifetime o Road to nowhere.

Se trató de un encuentro lleno de emotividad y que muchos esperaban desde hace más de una década. El primer sorprendido por esta emotividad fue el propio David Byrne, quien en incontables ocasiones se quedó atónito, entre canción y canción, con mirada asombrada, sin saber exactamente qué hacer con estos miles frente a él, que chiflaban, golpeaban los pies en el suelo y gritaban "¡Maestro! ¡Maestro!"

Lo único que empañó el impresionante concierto fue la deficiencia de la acústica de la sala -si uno no estaba en la pista, el sonido se distorsionaba.

Acompañado de unas suaves percusiones y un xilófono, David Byrne abre el concierto: "Ahora/ Camino al alba/ para enviar un poco de dinero a casa." La canción es Glass, concrete and stone, incluida en su más reciente producción Grown backwards (Crezco en retroceso) y fue escrita para la película Dirty pretty things, de Stephen Frears.

Sobriedad. Nada de escenografía, sólo 10 magníficos músicos de negro y gris: en las percusiones, Mauro Refosco; en la batería, Graham Hawthorne; en el bajo, Paul Frasier; y el cuarteto de cuerdas Tosca (Leigh Mahoney, Tracy Seeger, Ames Asbell, Sara Nelson), acompañados de Jamie Desantels (violín) y Douglas Harvey (chelo), y Byrne con su guitarra rojo sangre.

En Ausencia (hermosa canción nostálgica compuesta por el sarajevo Goran Bregovic para la cinta Underground, de Emir Kusturica) los acordes de los violines logran desprenderle a Byrne esa gran capa de timidez: da la espalda al público y contonea las caderas con sensualidad, que quizá Brasil le regaló en sus incontables viajes de exploración musical a ese país.

Más que bailar, actúa la música: un batacazo avienta todo su cuerpo hacia delante, el xilófono lo hace vibrar.

El repertorio de esa noche cruza desde sus primeras rolas como cantante de Talking Heads hasta su más reciente producción. Inclusive canta algunas creaciones de otros, como María Landó, de la peruana Susana Baca (a quien dio a conocer internacionalmente mediante su sello Luaka Bop), y One rainy wish, de Jimmy Hendrix.

Dos momentos con miles en éxtasis, dos canciones que revolucionaron el pop en el mundo: Once in a lifetime. "Y quizá te encuentres tras el volante de un gran automóvil/ y quizá te encuentres en una hermosa casa, con una hermosa esposa/ Y quizá te preguntes: Bien, ¿cómo llegué aquí?" ¿Cuántos presentes esa noche cantaron esta subversiva canción cuando tenían 20 años y juraron nunca estar en esa situación y hoy tienen una hermosa casa con una hermosa esposa? Quizá esta sea la noche en que, en medio de la euforia, se pregunten: "¿Cómo llegué aquí?"

Psycho killer, el clímax que todos esperaban que llegara. El Salón 21 vibra con las miles de personas a las que, como dice una asistente, les hace falta cuerpo para bailar y, al unísono, políglotas, cantan el coro de esta pieza, que fue himno de más de una generación. El público se adelanta a Byrne en interpretar la letra y él juega con ellos, se brinca a otra estrofa, cambia los tiempos y sonríe, divertido. Y el público entra en el juego grita a todo pulmón: "¡¡fafafaaa fafa fafafaaafaaa!!" La canción culmina con un diálogo entre el baterista y el guitarrista Byrne, dando la espalda al público para mirar a su compañero (inscrito en la parte trasera de su camisa: "El odio no puede echar al odio"). El público estalla en gritos, aplausos, golpes de pie. Parecería que llevaran toda una vida esperando escuchar Psycho killer cantada por su creador, quien voltea a ver al público. Sonríe. Dice gracias. Se queda asombrado mirándonos. Sonríe. Se queda en silencio. Se prenden las luces para que los músicos puedan apreciar la euforia del público, entre quienes están The Doors y Los de Abajo (que se dio a conocer internacionalmente con sus grabaciones en el sello de Byrne).

Y finaliza con quizá la más subversiva de sus canciones (en esta era de exaltación de la productividad): Perezoso: "¿No sería loco, no estaría bien/ perezosa suertuda mujer estar bailando amando todo el tiempo?"

Y los presentes con gusto hubieran seguido bailando, amando todo el tiempo. Pero a las dos horas, el éxtasis llegó a su fin.

Más tarde, le dijeron a David Byrne: "¡Qué buen concierto!" El corrigió: "No, bueno no, era un público impresionante".

"Uno de los mejores que hemos tenido en esta gira", dijo la violinista Sara Kathryn Nelson.

Y el bajista Paul Frazier agregó: "Era un público tan maravilloso que nos hicieron tocar mejor".

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