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México D.F. Lunes 25 de octubre de 2004

Elizabeth derrochó temple

Hilda Tenorio es ya la "niña sabia" de la fiesta brava

LUMBRERA CHICO

Si el domingo de la semana pasada, la "empresa" de la Monumental Plaza Muerta (antes México), armó un cartel de tres muchachas en flor que produjo un "entradón" de 3 mil personas, ayer, tras el exitosísimo debut de Elizabeth Moreno, el número de espectadores ascendió a 15 mil: todos querían ver a la guapa y valiente muletera capitalina y presenciar, desde luego, la reaparición de Hilda Tenorio. Pero si algo no puede consentir Rafael Herrerías es que la gente regrese al establecimiento que regentea, porque de inmediato hará todo lo posible para alejarla: a su verdadero negocio no le conviene para nada ganar parné del bueno.

Para acabar de una vez por todas con Elizabeth Moreno, quien pese a sus 25 años y su inmensa clase está muy verde, Herrerías escogió un típico encierro de Garfias: obeso, débil, descastado, con muchos pitones y malas ideas, que apenas permitió -en el cuarto de la tarde- ratificar la extraordinaria calidad de la muchacha: ella se recuesta, transmitiendo lo indecible, al embarcar al bicho con la sarga, y le corre la mano de aquí hasta allá derrochando temple, y acompaña cada pase con el giro de la cintura, creando imágenes de una plasticidad sólo equiparable a los ingobernables sentimientos de amor por el antiguo arte taurino que provoca.

Con sus breves y luminosos destellos de intensidad creativa, Elizabeth corroboró, a pesar de su empresario, que es un fenómeno en potencia, pero también que le faltan muchas novilladas para poderle a un marrajo como el que fue su segundo enemigo de ayer, un toro, špor favor!, con 460 kilos, que tiraba cornadas al mayoreo en cada lance, un hijo de mala madre como los que Herrerías jamás le echaría a los figurines españoles de importación. En cambio, la que estuvo en plan de maestrita -como que trae la intuición en el alma y lleva dos años partiendo plaza cada semana-, fue la asombrosa michoacana Hilda Tenorio.

Después de cubrir con pulcritud los tercios del primero de su lote, y de ser la directora general de la lidia no obstante sus 18 años, la brava y ya experta novillera metió en su frágil muleta al quinto de la tarde, un manso de solemnidad que huía despavorido al final del tercer tiempo, refugiado siempre en la zona de toriles. Pero Hilda lo persiguió, lo consintió, lo invitó a la reunión una y otra vez y terminó convenciéndolo y bajándole la mano por el lado izquierdo en una serie de naturales que enloquecieron al público y la colocan en la cima de la fiesta con el merecidísimo título de "niña sabia", porque en eso, y con mucho, se ha convertido. Un estoconazo desprendido, y todo lo que había hecho ante aquel cuadrúpedo rajado, le valieron el corte de una oreja con insistente petición de otra, así como una vuelta al ruedo triunfal.

A los alternantes masculinos, José Isabel Ortiz y Paul Cortés, el público les aplaudió fuerte porque también tienen lo suyo, pero a Cortés le ocurrió lo mismo que a la Moreno: la mala raza de su segundo Garfias y la inexperiencia acabaron hundiéndolo.

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