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México D.F. Jueves 14 de octubre de 2004 |
El factor Kerry
Las
impresiones generalizadas en los medios internacionales de prensa tras
el fin del tercer y último debate televisivo entre el presidente
George W. Bush y su rival, el aspirante presidencial demócrata,
John Kerry, apuntaban a un triunfo del segundo, tanto en el ámbito
de la imagen y el estilo personales como en el contenido de los discursos.
Era de esperarse: los temas de política interna, economía
y política social abordados anoche de manera superficial, imprecisa
y a veces árida por ambos candidatos, son territorios de debilidad
para el actual ocupante de la Casa Blanca, un político elitista,
insensible y neoliberal que en sus cuatro años de gestión
ha generado más desempleo que cualquier otro presidente estadunidense
y que ha propiciado el empobrecimiento, la pérdida de seguros médicos
y la marginación de los servicios educativos de millones de estadunidenses.
No debe dejar de mencionarse que la superioridad de las
propuestas del demócrata y su mejor actitud de tranquilidad y aplomo
frente a un Bush incapaz de controlar tics y balbuceos, no fueron necesariamente
percibidas con nitidez por el grueso de la opinión pública
estadunidense, la cual suele recibir con simpatía los discursos
elementales del presidente y rechazar al demócrata cuando éste
elabora más de la cuenta. Fuera de las fronteras estadunidenses
la caracterización de Kerry como un político de "extrema
izquierda", formulada por Bush en un momento del debate, no evidencia más
que las limitaciones intelectuales y la falta de sentido del atacante;
sin embargo, amplios sectores de votantes del país vecino son susceptibles
de creer una acusación así de inverosímil y desproporcionada,
y consolidar el voto conservador republicano.
Pero, aun en esas circunstancias, la estrategia del senador
por Massachusetts podría lograr un vuelco determinante en la ciudadanía
y llevarlo a una posición de triunfo en las elecciones del mes entrante.
Porque, en tanto que el presidente se concentraba en complacer a los votantes
que ya están de su lado, y evitó, en consecuencia, moverse
de su conocido fundamentalismo conservador, Kerry se dirigió a los
indecisos del centro, depuso su tono crítico anterior, adoptó
un espíritu propositivo y se mostró dispuesto inclusive a
reconocerle méritos a su rival.
En materia de política social, las ideas del demócrata
son, indudablemente, menos inhumanas que las del actual ocupante de la
Casa Blanca, las cuales pueden sintetizarse en la expresión "sálvese
quien pueda". Los esbozos de política interior de Kerry exhibieron
un grado de articulación e inteligencia superior a lo que hace actualmente
Bush en la materia. Pero, cuando ambos hablaron de política externa,
las diferencias entre uno y otro se redujeron a un matiz: el candidato
opositor defendió cierta noción de multilateralismo ante
un presidente convencido de que Estados Unidos puede enfrentarse en solitario
al resto del mundo. Por lo demás, unilateralismo o multilateralismo
son los medios para llevar a cabo, en ambos casos, una estrategia atroz
de injerencia, violencia y proyección extraterritorial del gobierno
estadunidense.
Cabe esperar que el margen ganado por Kerry en los tres
debates -y que lo ha llevado a empatar con el actual presidente en las
encuestas de intención de voto- se ensanche y se traduzca en una
derrota del republicano en noviembre próximo. Porque, aunque para
el resto del planeta el demócrata resulta muy parecido a su oponente,
los cuatro años pasados han dejado en claro que George W. Bush ha
sido el presidente estadunidense más peligroso para el mundo.
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