México D.F. Jueves 14 de octubre de 2004
Las lenguas de América, recital
que permitió eludir la codicia, el agravio y el engaño
Catorce culturas se hermanaron mediante la palabra
y la poesía
Los idiomas francés, portugués y español
acudieron sin su otrora vocación imperial
Cerró la sesión Juan Bañuelos,
''uno de nuestros poetas mayores'', dijo Carlos Montemayor
ARTURO GARCIA HERNANDEZ
Un creyente diría que fue un milagro lo ocurrido
la noche del 12 de octubre en la Sala Miguel Covarrubias del Centro Cultural
Universitario, durante el recital Las lenguas de América.
¿Quién sabe? A lo mejor lo fue: el milagro de la palabra
y la poesía, que hicieron del recinto una torre de Babel inversa
donde, a diferencia del rascacielos bíblico, todos se entendieron
y se hermanaron.
Catorce poetas, 14 idiomas. Catorce sonidos, 14 culturas.
Catorce maneras de estar en la vida y de compartirla. Por más de
tres horas fue posible aislarse del mundo y sus veleidades; eludir la codicia,
el agravio, el engaño, el odio, la mezquindad, para refugiarse en
un lugar donde las palabras no eran mensajeras de guerra, ni de revancha;
ni eran dagas, ni dogmas ni sentencias.
Afuera la lluvia, el frío, el enojo y la tristeza.
Adentro un atril bajo el escudo de la UNAM que reivindica su pluralidad
y su vocación libertaria al acoger el encuentro. Y fueron sucediéndose
las y los poetas.
Diálogo en la igualdad
Elicura Chihuailaf (1952) inició el sortilegio
con un poema que en español dice: ''Salió el viento del mar/
Lloverá lloverá gritan/ mis huesos/ y los sembrados que parecen/
enfermos/ cargan de ensueños los botes/ que como nubes navegan/
en el agua del cielo (...)"
Juan
Gregorio Regino (1962) compartió la palabra mazateca, dedicada a
los objetos y situaciones cotidianas y al Día de Muertos.
De Bolivia, Juan de Dios Yapita imploró en aymara
la protección de la Pacha Mama, la madre Tierra, y advirtió
que las lenguas no pueden ser terminadas ni excluidas: ''Estamos obligados
a comunicarnos porque somos seres humanos".
Para Carlos Montemayor -promotor del recital en colaboración
con el Seminario de Multiculturalidad de la UNAM, que dirige José
del Val- una de las lenguas más hermosas del mundo por su riqueza
melódica es el zapoteco del Istmo. Víctor Terán (1958)
la trajo desde Juchitán: ''Quiero ser tus labios, quiero ser tu
piel; tu sombra, no (...)", ''Un grito rojo, todo entero, rodó sobre
la cama (...)"
La campechana Briceida Cuevas Cob (1969) mostró
por qué la crítica la considera entre las poetas más
relevantes en lengua maya.
El quechua de Cristóbal Quishpe; el náhuatl
de Natalio Hernández; el zapoteco de la sierra, con Mario Molina;
el maya quiché, lengua en que fue escrito el Popol Vuh, se
hizo presente con el guatemalteco Humberto Ak'abal; y Thaayrohyadi Bermúdez,
autor en ñahñú u otomí, impactó con
la intensidad y profundidad de su voz.
¡Qué pena no poder trasladar al papel los
sonidos de esas lenguas, la belleza de su música inherente! ¡Cuánto
de eso inevitablemente pierden en su conversión al castellano!
Por cierto, a 512 años de que Colón mostrara
el camino del saqueo a los conquistadores, hablantes de los idiomas indígenas
originarios y de los idiomas dominantes dialogaron en un plano de igualdad.
Esta vez lenguas como el francés, el portugués,
el español, acudieron, por obra y gracia de la poesía, despojadas
de su otrora vocación imperial.
De Canadá, Nicole Brossard (1943) acudió
con la gutural y cadenciosa melancolía francófona, para decir,
en su versión al castellano que: ''Toda sed es un hueco de luz/
en el dolor un poderoso tiempo de origen/ en la gran mesa de pronombres
(...)"
Ledo Ivo hizo brillar la cálida y seductora cadencia
del portugués. Y en la voz de la estadunidense Lida McCarrinston,
conocida por ''valiente y políticamente incendiaria", el inglés
no fue esta tarde la lengua del imperio y del dinero, la arenga de guerra,
sino una voz amiga, compañera, solidaria.
Artífice del estudio y difusión del náhuatl,
Miguel León-Portilla recitó en esa lengua La muerte de
una lengua: ''Cuando muere una lengua, entonces se cierra para todos
los pueblos del mundo una puerta, una ventana a la cual asomarse (...)
Cerró Juan Bañuelos, presentado por Montemayor,
como ''uno de los poetas mayores de nuestro país". Leyó un
par de poemas escritos para dos hechos unidos por la sangre y la barbarie:
las matanzas de Tlatelolco (1968) y la de Acteal (1997).
Al final se tenía conciencia de haber presenciado
un hecho irrepetible. Catorce lenguas habían dialogado, todos las
habíamos entendido y acaso algo había cambiado dentro de
nosotros. Y se iba uno con la ilusión de que el mundo podía
ser mejor.
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