.. |
México D.F. Jueves 14 de octubre de 2004
Sergio Zermeño
Los antiguos marineros
La manifestación en contra del desafuero de López Obrador, que tuvo lugar el domingo 29 de agosto, se convirtió en asunto de gran preocupación. Ninguno de los actos que le siguieron -ni las manifestaciones de los sindicatos, el primero de septiembre, durante el Informe presidencial, ni los espectáculos de protesta de los perredistas en la Cámara de Diputados en repudio a las reformas al artículo 122 referente al presupuesto educativo- se compara en significado político a lo que tuvo lugar aquel último domingo de agosto. A no dudar que el grueso de los legisladores panistas, e incluso muchos otros pertenecientes al resto de los partidos, prefirieron voltear hacia otro lado, hacer como que se trataba de un evento más en el activado escenario de la política mexicana.
Pero, por lo que ha acontecido a partir de entonces, está claro que hubo quienes sí leyeron con todo cuidado el mensaje. Esos buenos lectores son los que han tenido una larga exposición a la sociedad y a la política de nuestro país, y quién mejor conocedor de ese terreno que los viejos priístas. ƑVale la pena desaforar a López Obrador y convertir al mártir en ciernes de hoy en un santo cristo al margen de la institucionalidad, cuyo vía crucis lo magnifique hasta su consagración por ausencia en el 2006?
Los viejos políticos han hecho una lectura que hoy comenzamos a intuir: en lugar de desafuero (aunque no renunciando a él cuando ya no quede de otra), lo recomendable es un largo proceso, un camino lento lleno de tensiones y enfrentamientos, un proceso capaz de instalar al miedo en el centro de la escena, un mecanismo desgastante para el candidato del pueblo, un escenario que haga pensar a todos los votantes, de derecha y de izquierda, integrados o excluidos, que la opción por López Obrador constituye un gran peligro: la extensión, por muchos años más, del enfrentamiento y la parálisis.
Para este fin, las imágenes de lo que acabamos de vivir frente a la televisión, con los diputados perredistas tomando la tribuna, vienen como anillo al dedo. No se trata, pues, de que los diputados priístas presenten causas justas y reciban en eso el apoyo de los diputados panistas o viceversa; se trata, ni más ni menos, de proponer legislaciones extremadamente injustas (doblemente injustas gracias a la manipulación de los medios informativos). Se trata de provocar a fondo el sentido común democrático, de incendiar ciertos espacios extremadamente publicitados, como las cámaras, pero más o menos inofensivos en lo que a una verdadera generalización de la violencia se refiere. Si este es el mecanismo que se ha elegido, podemos estar seguros de que un sainete mensual nos espera desde hoy hasta el final de 2005. En lo que hace a la reforma del artículo 122, el objetivo ya está alcanzado, la fatiga del obrismo y del perredismo ha sido tremenda. Ahora se puede abrir una larga discusión en el Senado que seguramente conducirá a una disminución del presupuesto del DF mucho menos severa.
Pero no cabe duda de que esta estrategia, aun sin hablar de un posible desafuero final, es extremadamente peligrosa: la institucionalidad jurídico-política está siendo fatigada temerariamente: una vez que las encuestas mostraron que no se puede confiar en los políticos, incluidos los legisladores, se ha echado mano del sistema jurídico y de los jueces conduciendo también a todo ese andamiaje del orden hacia un gran desprestigio. El nuevo instrumento, basado en el mayoriteo presupuestal y en la docilidad de la hacienda pública para reasignar partidas arbitrariamente y en fast track, tiene también un elevado costo que no exenta a la figura presidencial.
Lo que nos hace pensar que esta estrategia es la escogida por los viejos lobos de mar, acompañados mansamente por las caperucitas panistas, es que quien no parece estar pagando ningún costo en esta escalada degenerativa es el candidato tricolor a la Presidencia, resguardado y arropadito; para él, el desafuero sí estaba siendo costoso. Sea como fuere, la estrategia escogida de eliminación a plazos, podría no resultar en cómodas mensualidades sino en una total bancarrota: un escenario en el 2006 con candidatos y partidos devaluados, con instituciones resquebrajadas. Si así fuera, los antiguos marineros ya no son lo que eran.
|