México D.F. Miércoles 6 de octubre de 2004
Adiós a la desesperación del tabaquismo
Aplican en la UNAM un tratamiento de bajo costo con eficacia de 80 por ciento
KARINA AVILES
Cristian sabía que tenía apenas 60 segundos para dar el último golpe de su vida.
El 6 de septiembre, a las 11:59 de la noche, en pleno estado de ansiedad, se decidió. De verdad sería el último, nunca más habría otra oportunidad de aspirar ese placer, de jalar con todo su pulmón el alivio a su desesperación.
1, 2, 3... 35, 53... Los segundos pasaban rápidamente y él, un tanto romántico, quería arrancarle al tiempo unos minutos más para mojar los labios en la redonda boquilla de un cuerpo largo y delgado que se consumía entre sus dedos hasta quedar literalmente en cenizas.
El cigarro se esfumó. Las 12 en punto. Ni uno más. Ahora que lo cuenta, sentado al lado de sus compañeros, en la Clínica contra el Tabaquismo de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México, tiene otra clase de satisfacción: la de haber tenido la voluntad para romper relaciones con su tóxico amigo.
Sin embargo, lograrlo no es fácil y, como en cualquier otra adicción, se recomienda acudir al especialista para evitar la autocomplacencia, si en serio se quiere dejar el tabaco.
Pero en un mundo en el que el dinero es primero que la salud, para muchos está vetada la posibilidad de atenderse. La diferencia entre esta clínica y otras no sólo radica en el precio -mientras en la UNAM el costo al público es de 2 mil pesos por un programa que incluye un año de seguimiento al paciente, en otras, como en un conocido hospital del Pedregal, una consulta cuesta 800 pesos, que al final suman más de 6 mil por apenas ocho semanas-, sino también en la eficacia de su modelo, que está por encima del estándar mundial.
La coordinadora y responsable de la clínica, Guadalupe Ponciano, precisa que tienen una eficacia de 80 por ciento, es decir, ocho de cada 10 que acuden al programa universitario dejan el cigarrillo. Al año, el promedio de los pacientes que dejan de fumar asciende a 56 por ciento, lo cual es excelente, "porque el estándar en el mundo es de 50 por ciento".
El modelo de la clínica, explica, se basa en una terapia cognitiva-conductual que parte de que fumar es una conducta aprendida que el consumidor de nicotina integró a su vida. Por ello, dice, ''nuestra herramienta busca exactamente lo contrario, es decir, que la persona aprenda a vivir sin fumar''.
En una primera etapa, el tratamiento tiene una duración de 10 semanas, en las que el paciente tiene que ir una vez por semana a sesiones de dos horas de terapia grupal, puntualiza.
En los primeros 15 días, Cristian, un chavo de 22 años, y sus nuevos compañeros de banca, Juan Carlos, Bruno, Bety R. y Julia no sintieron el golpe tan seco, porque todavía podían fumarse sus cigarritos. La situación es que ya no era como antaño, porque antes de encender uno, tenían que terminar su tarea.
Se trata de una hoja de autorregistro de cigarro, en donde hay un cuadro con las siguientes instrucciones: cantidad (y viene desde el primero hasta el vigésimo cigarrillo, aunque también hay un apartado para los que fuman más de 20), hora, lugar, actividad, motivo (aquí el fumador tiene nueve opciones: para concentrarme mejor y evitar la fatiga cuando trabajo; siento agradables los movimientos de fumar y ver el humo; cuando estoy nervioso, enojado o preocupado; con el café, después de los alimentos o en periodos de descanso y otros) y sentimiento.
Cuando llegó la tercera semana, vino la hora de la verdad. Cristian y todos los demás tuvieron que despedirse abruptamente de sus cajetillas, encendedores, cerillos y, de ser posible, de todo objeto que les recordara su adicción.
El mismo día en que lo dejan, explica la doctora Ponciano, se les da el medicamento, que puede ser el inhalador de nicotina, el parche, la goma de mascar o antidepresivos, según el tipo de paciente.
En el programa, añade, se les ofrecen también conocimientos generales sobre la adicción, los efectos, las estrategias sicológicas y farmacológicas para dejar el cigarro.
Entonces, muchos de ellos se enteran por primera vez de las dimensiones de este problema de salud pública. De acuerdo con la Dirección General de Epidemiología de la Secretaría de Salud, en México hay un total de 16 millones de fumadores y 48 millones de fumadores pasivos, lo que significa que más de 60 millones de mexicanos están expuestos a los efectos del humo del tabaco.
Anualmente se registran en el país 55 mil 482 muertes por enfermedades asociadas con el tabaco, y el sector salud gasta alrededor de 29 mil millones de pesos al año en tan sólo atender el cáncer pulmonar, la enfermedad isquémica del corazón y la enfermedad pulmonar obstructiva crónica.
A partir de que ya no pudieron prender ni un cigarro más, Cristian y el resto de ex fumadores aprendieron en la clínica técnicas de relajación, de manejo de estrés, de rehabilitación respiratoria, entre otras, y continuaron sus conocimientos sobre los efectos del tabaco, además de tener sesiones de nutrición.
Guadalupe Ponciano precisa que al concluir las 10 semanas, continúa una fase de seguimiento de 12 meses, en la que el paciente deberá acudir a la clínica mensualmente con el fin de prevenir recaídas.
De hecho, indica que este es el único centro que cuenta con un modelo especial para las personas que recayeron, ya que no se les puede dar el mismo tratamiento. Otra diferencia de esta dependencia universitaria, comparada con las de carácter comercial, es que en ella se hace investigación y se practica la docencia.
Con base en los estudios realizados, han integrado a su modelo el enfoque de género al observar, por ejemplo, que una mujer recae por cuestiones de tipo emocional, mientras que un hombre lo hace por cuestiones de tipo social. En cuanto a la enseñanza, han capacitado a personal del ISSSTE y actualmente ya se aplica este programa universitario en pequeñas sedes del instituto en el país.
Además, a los pacientes se les hace una historia clínica para conocer su estado de salud y prevenir padecimientos asociados con el tabaquismo. Para ello, se les practican estudios como biometría hemática, espirometrías, citología nasal, examen de orina y electrocardiogramas.
El primer minuto del 7 de septiembre para todos fue diferente. Ese primer día Bety R. sintió una especie de "locura, porque cada 20 minutos tenía sueño o estaba hiperactiva o deprimida". En cambio, para Julia fue "facilísimo dejar de fumar, porque lo primero que necesitas es tener decisión".
Para otros, como Juan Carlos, con 33 años de fumar y 44 de edad, ya era imprescindible dejarlo, incluso por su propia salud económica. Hasta hace tres años que llevó la suma de todo lo que se había gastado, entre accesorios y cigarros, el total ascendió a 450 mil pesos. En otras palabras, convirtió en humo lo que bien pudo haber utilizado, por ejemplo, para pagar cinco años de colegiatura en una escuela de las de alto rango en cuotas.
Bruno llegó a un momento en que se empezó a preguntar qué le pasaba. El era de los que fumaban hasta en la regadera. "ƑCómo?: aprendes a guardar el cigarro adentro de la boca". Pero ahora, desde que está en la clínica, es un convencido de que no volverá a recaer como le pasó en muchos de sus intentos del pasado.
El caso de Cristian es excepcional. Hubo un día en que llegó a fumar 90 cigarros. Lo hacía en el cine, en el avión, en el Metro. No había espacio en donde no dejara aquel olor tostado para unos y, para otros, quemado.
Aquel 6 de septiembre apagó el último y ahora, en lugar de atrapar entre los labios aquellos cuerpos cilíndricos de papel, algodón y tabaco encendido, aferra su boca a una botella de agua.
|