.. |
México D.F. Miércoles 6 de octubre de 2004
Una sola religión no puede satisfacer
a todas las personas, señala el Dalai Lama
Destaca el secretario de Gobernación la tolerancia
religiosa del México democrático
El fanatismo, uno de "los más grandes flagelos",
asegura la directora de la UNESCO
JOSE ANTONIO ROMAN
Al
celebrar el Día Internacional de la Tolerancia, el secretario de
Gobernación, Santiago Creel, aseguró que fue precisamente
con el Estado laico que se pudo conservar el mundo de las creencias y se
abrió paso a la libertad religiosa.
Ante líderes de diferentes religiones y de funcionarios
de la Organización de Naciones Unidas, destacó que en el
México democrático la tolerancia adquiere un nuevo significado:
la igualdad de derechos para ser distinto.
En el acto, el líder espiritual del Tíbet
y premio Nobel de la Paz, el Dalai Lama, estimó que una sola religión
no puede satisfacer a todas las personas del mundo, "así que necesitamos
que haya variedad religiosa". En tanto, la directora de la Organización
de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura
(UNESCO) en México, Alya Saada, aseguró que el fanatismo
es uno de los "grandes flagelos" que enfrenta la humanidad.
Minutos antes de la ceremonia realizada en el Museo de
Antropología, el secretario Creel y el líder tibetano se
reunieron en privado. En el encuentro, que duró apenas unos cuantos
minutos, el responsable de la política interna del país dio
al religioso un saludo del presidente Vicente Fox, cortesía que
fue devuelta. Ahí mismo, según versiones oficiales, el monje
budista expresó al secretario de Gobernación que percibía
avances en el país, respecto de su visita hecha a México
hace 15 años.
Además, en sus comentarios hechos al funcionario
del gobierno federal, el Dalai Lama comentó que de joven no entendía
con claridad el concepto que representaba la democracia, pero que ahora
sabe bien que existen más cosas que unen a Occidente y a Oriente.
El acto por la tolerancia estuvo marcado por la solemnidad
de los líderes religiosos presentes, agrupados todos en el Consejo
Interreligioso de México; por el colorido de un coro de indígenas
de Chanelhó, Chiapas, que amenizó el encuentro, y por la
espontaneidad de un par de personas, con indumentaria sencilla, que regalaron
al Dalai Lama un cuadro de la Virgen de Guadalupe. Pero también
por la inesperada presencia, fuera de todo protocolo, de un señor
salido de entre los presentes, ataviado con "ropajes mayas" y penacho,
que inclusive compartió por varios minutos el escenario con el secretario
Creel, el cardenal Norberto Rivera, el Dalai Lama y los líderes
religiosos.
En un principio el señor Guillermo González
se acercó para obsequiarle al Dalai Lama un caracol de viento, pero
alentado por el monje budista subió al estrado en donde se apoderó
de uno de los micrófonos y se refirió a la "niñez"
del líder religioso, de quien no atinaba a pronunciar correctamente
su nombre. "¿Se recuerda señor Dai la lama (sic) cuando usted
era muy pequeño y como una foca abría la boca para pedir
su alimento? Pero luego descubrió las palabras que llegaron a usted:
amor, tolerancia y paz entre todos los pueblos. Usted no es chino, es tibetano,
pero así como todos es un hombre libre".
Conforme transcurrían los minutos, se entrecruzaban
las miradas sorprendidas y nerviosas del secretario Creel, sus colaboradores,
el cardenal Rivera, los miembros del Estado Mayor Presidencial y la de
los organizadores. Nadie atinaba a saber qué ocurría, pero
tampoco se animaban a bajar bruscamente al espontáneo. Mientras
tanto, despreocupado, el monje tibetano estaba más interesado por
conocer y tocar el atuendo del "indígena maya", sus plumas y la
tela de sus ropas.
Con la ayuda de algunos elementos de seguridad y de los
organizadores, luego de que el "indígena maya" lanzara una oración
que se anunció como prehispánica, fue "ayudado" discretamente
a bajar del estrado. Lo ocurrido preocupó a más de dos organizadores
y reflejó en otros más de los presentes cierto grado de intolerancia,
pues en algunos momentos llegaron a pedir con algunos gritos discretos
que bajaran al espontáneo. En tanto, al Dalai Lama pareció
-esa fue la impresión que dio- que no le importaba para nada esta
situación que para algunos resultó más que bochornosa.
En la despedida, el líder espiritual budista obsequió
una tradicional khata o chalina blanca, la del más alto honor que
concede como saludo personal, al secretario Creel, al cardenal Rivera,
y a la directora de la UNESCO en México, Alya Saada. A todos ellos,
él mismo se las colocó, al igual que minutos antes lo había
hecho con el "indígena maya" que incomodó a parte de la concurrencia.
Del Museo de Antropología, el visitante extranjero
fue trasladado al Museo Nacional de Arte, donde se reunió con empresarios,
intelectuales y dueños de medios de comunicación, para cerrar
sus actividades en el teatro Metropólitan, en donde inició
una serie de presentaciones en las que impartirá enseñanzas
budistas.
|