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México D.F. Martes 7 de septiembre de 2004 |
Veracruz: descomposición y augurio
La
descomposición de la clase política en general, de los panistas
y priístas en el poder, su falta de voluntad democrática
y de cultura republicana, se hicieron patentes en las campañas que
culminaron el pasado domingo en Veracruz, en unas elecciones caracterizadas
por el uso de los aparatos y recursos gubernamentales para favorecer candidaturas
afines -el Ejecutivo federal apoyando a Gerardo Buganza Salmerón,
de Acción Nacional, y el estatal respaldando al priísta Fidel
Herrera-, la compra y coacción de sufragios, y el acarreo de votantes,
como en los tiempos clásicos de la antidemocracia corporativa. Lo
ocurrido en esa entidad podría describirse, por ello, como una doble
elección de Estado.
La titular de la Fiscalía Especializada para la
Atención de los Delitos Electorales (Fepade), María de los
Angeles Fromow, dijo que hay denuncias por esos ilícitos contra
las tres fórmulas que, de manera inesperada, se dividieron en tercios
las preferencias de los veracruzanos, y ello da un indicio de la generalización
de prácticas irregulares en todo el espectro político.
Desde el domingo en la noche, pese a la precariedad y
volatilidad de los resultados disponibles, Buganza y Herrera, en otro ejercicio
incivilizado y provocador, se apresuraron a proclamar su "triunfo", actitud
en la que el priísta persistió durante la jornada de ayer.
Ante lo cerrado de las diferencias en las cifras divulgadas
por el Instituto Electoral Veracruzano, apenas 20 mil votos, menos del
uno por ciento, en la ventaja del priísta sobre el panista, y habida
cuenta que falta por ventilar recursos de impugnación, resulta notoriamente
improcedente que cualquiera de las fórmulas reclame su victoria.
Para colmo, la autoridad electoral del estado carga con señalamientos
de parcialidad y favoritismo expresados tanto por Buganza y sus seguidores
como por Dante Delgado y sus partidarios. Si los candidatos realmente desearan
evitar un escenario de conflictos postelectorales como los que sacudían
periódicamente las entidades hasta hace dos sexenios, tendrían
que empezar por comportarse con contención y mesura.
Otro de los factores desesperanzadores del proceso que
culminó anteayer en Veracruz es la falta de programas, ideas y propuestas
en las campañas y la facilidad con la que los políticos transitan
de un partido a otro. Ello habla de un ejercicio político que no
está orientado por un sentido de servicio, sino por la búsqueda
o el mantenimiento del poder como un fin en sí mismo, y de un pragmatismo
que anula la búsqueda de soluciones para los problemas sociales,
políticos y económicos de la entidad.
En lo inmediato, es necesario que los candidatos de todos
los colores mantengan una actitud prudente, que permitan que las instancias
legales correspondientes desahoguen todas las quejas y denuncias de irregularidades
y que los fallos respectivos -si es que procede la anulación de
casillas, por ejemplo- se reflejen en los resultados oficiales de la elección.
Sea cual fuere el triunfador, es claro que el Ejecutivo estatal que surja
de los comicios del domingo pasado estará en una situación
de debilidad sin precedentes, porque su base social será apenas
de una tercera parte del electorado, y tendrá que buscar consensos
y acuerdos con las otras fuerzas políticas.
Para finalizar, la contienda partidaria veracruzana puede
ser una prefiguración de las campañas y de las elecciones
federales de 2006. Ante esa perspectiva, cabría esperar que los
partidos y los políticos realizaran una profunda reflexión
sobre el daño que pueden hacer al país con su insustancialidad
y su falta de sentido cívico.
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