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México D.F. Miércoles 25 de agosto de 2004 |
SRE: justificación de lo inadmisible
En
su comparecencia ante diputados y senadores de
la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, el secretario
de Relaciones Exteriores, Luis Ernesto Derbez, defendió el memorándum
de entendimiento con Estados Unidos vigente desde 2001, en el cual el gobierno
mexicano avala que la Patrulla Fronteriza utilice balas de goma rellenas
de pimienta -el canciller prefiere usar el eufemismo "bolas de plástico"-
contra mexicanos indocumentados. El secretario Derbez informó que
estas armas no letales se han usado "únicamente" en 234 casos en
San Diego, El Centro, Yuma, Tucson y El Paso, y en todos se han presentado
juicios y demandas. A pesar de que los legisladores exigieron la cancelación
de dicho acuerdo que, a todas luces, permite violaciones a los derechos
humanos de los migrantes, el canciller aseguró que éste se
mantendrá y sólo se comprometió a evaluarlo, junto
con autoridades del Departamento de Seguridad Interior del país
vecino, para determinar "la letalidad o no letalidad" de dichas armas.
La postura del funcionario no responde al asunto de fondo
planteado por los representantes del Congreso, en el cual se resume en
que el gobierno mexicano está solapando que la Patrulla Fronteriza
atente contra la integridad física de quienes cruzan la frontera
como indocumentados. Por más que Derbez insista en que las balas
de goma no se usan para frenar el flujo migratorio y que el acuerdo bilateral
de marras evita el uso de armas letales, es inaceptable que en lugar de
procurar protección a la integridad física de los connacionales
se consienta una violación de esta magnitud.
Como señalaron los legisladores, el que esas balas
no sean letales no significa que sean inofensivas: dejan hematomas en el
cuerpo, quemaduras y diversos grados de intoxicación. Existen también
las armas de este tipo que provocan ceguera temporal, vértigo, náuseas
y daños permanentes, por lo que un análisis de la magnitud
del daño es inútil. Suficiente agravio es para quienes se
ven obligados a emigrar, por los medios que sean, abandonar a la familia,
sacrificar recursos económicos, poner en riesgo la propia vida,
para buscar más allá de la frontera el trabajo y los ingresos
que no encuentran en el país.
En vista de que el gobierno federal ha preferido seguir
apegado a una política económica generadora de pobreza y,
por tanto, expulsora de población en edad laboral, en lugar de generar
las oportunidades de empleo y bienestar para retenerla, debería
asumir como prioridad de la política exterior la defensa irrestricta
de los derechos humanos de los migrantes, más allá del discurso.
Es lamentable que la presente administración no
esté aprovechando la relación bilateral para obtener beneficios
a favor de los migrantes -que están más que justificados
en razón de los que ellos reportan a la economía del vecino
país- y, en cambio, avale acuerdos en los que deja en segundo plano
estas prioridades para ceder terreno a la política estadunidense
de seguridad fronteriza.
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