Pedro Rivera, compositor, intérprete y productor

"Escribir corridos es descubrir hechos que algún día serán historia"

ARTURO CRUZ BARCENAS

Pedro Rivera, originario de La Barca, Jalisco, es hoy un magnate de la música regional mexicana, pero comenzó prácticamente desde cero. Hacia 1966 emigró indocumentado a Estados Unidos; se fue en un tren carguero. De Yuma, Arizona, llegó a Indio, California. De ride, hasta a Los Angeles. Comenzó en la pizca, pero su destino estaba en el espectáculo.

Fue campesino, garrotero, fotógrafo y vendedor ambulante. Hacia 1984, vendió miles de botones emblemáticos de las Olimpiadas, que invirtió en su primer disco, titulado Voy a bajarte una estrella, con acompañamiento de mariachi. "šQue cante el fotógrafo!", le gritaban los parroquianos de los pequeños centros nocturnos y cantinas de la urbe angelina.

Hoy es compositor, intérprete, actor, productor y fabricante de artistas. Es el descubridor de Chalino Sánchez, Los Razos, Graciela Beltrán, El Chapo de Sinaloa, Voces del Rancho, Los Canelos de Durango y muchos otros. Encabeza la dinastía Rivera, en la que figura su hijo Lupillo Rivera, El Toro del Corrido.

Debutó en el cine como fotógrafo de fijas en la película Asalto a Tijuana, en 1984; ese mismo año incursionó como actor en Camino al infierno, basada en un corrido de su inspiración.

En 1987 estableció la disquera Cintas Acuario, que cambiaría su vida. Con una pluma de oro que le regaló su hija Jenni escribió uno de sus grandes éxitos: La caída de Noriega. Actualmente tiene 27 discos, el más reciente No cumplí mi juramento, con banda, bajo su propio sello.

En entrevista, el llamado El Patriarca del Corrido, expresó: "El escritor Elijah Wald, autoridad en la materia, me considera uno de los compositores más prolíficos; tengo cientos. Escribir corridos o canciones es descubrir sucesos que algún día serán historia.

"En 1956-57, compuse mi primer corrido, Los dos generales. Lo canté en la escuela. Cuando hice Cintas Acuario dejé de hacer presentaciones para apoyar a mis hijos en sus carreras, pero siempre seguí grabando.

"Mis narcocorridos son muchos. Uno que me dio satisfacciones es La muerte de Colosio, que hice el 23 de marzo de 1994. El murió a las cinco de la tarde. A las seis ya estaba el corrido terminado; lo grabé entre las ocho y nueve de la noche. Al día siguiente salió al aire por Radio Express 1090 canal libre. Se escuchó en Durango, Sonora, Michoacán.

"Viví seis años en Hermosillo y Colosio era de Magdalena, Sonora, conocía muy bien su vida. No le echo la culpa a nadie ni a Aburto. Se vendieron más de 150 mil copias en tres semanas, en Los Angeles; en México fueron muchas más."

Para Rivera es un gusto cantar. "Muchos artistas se quedan en el camino. Esto se trata de mucha disciplina. En mi canción Violencia en Los Angeles, sobre Larry King, le advertía a la población, a los paisanos, del riesgo de los saqueos, del pillaje."

Ahora, precisó, los cantantes buscan temas hechos, probados, y no quieren grabar lo nuevo. "En este trabajo hay que demostrar calidad, aunque se tengan éxitos. Hay envidias. Con coraje y con envidia no le vamos a gustar a nadie. En la cantada nunca se le va a quitar el lugar a otro."

Lupillo, su hijo, ha triunfado. "Si les va bien -a sus hijos; todos son cantantes-, mejor, porque así ya no me van a pedir nada. Ahora estamos en el momento más difícil de la música mexicana, en bailes y en venta de discos.

"En EU la gente ya no va a los bailes porque tiene miedo de que llegue la migra. La ley marca cosas muy duras. El policía ahora, por una nueva orden, puede pedir el permiso de residencia. Cada gobernador que va entrando siempre está en contra del inmigrante."