México D.F. Lunes 2 de agosto de 2004
Remota feminización de la tauromaquia
con ganadera y dos empeñosas toreras
Frustrada novillada en Puebla, con deslucido encierro
de Celia Barbosa
Toro vivo a Hilda Tenorio José I. Ortiz, sin
avanzar Detalles de Lupita López
LEONARDO PAEZ
Con
poco más de media entrada se celebró el sábado en
la plaza El Relicario-Joselito Huerta -¿para qué estorbar
la ilustre trayectoria del León de Tetela con piedades inoportunas?-,
de Puebla, una novillada no por interesante en el cartel menos decepcionante
en los hechos.
Se anunció un bien presentado encierro de doña
Celia Barbabosa -uno de los ilustres apellidos fundadores de la moderna
ganadería brava mexicana-, que en general acusó mansedumbre,
mal estilo y exceso de kilos, a excepción de los jugados en segundo
y tercer lugares, insuficientemente aprovechados por el hidalguense José
I. Ortiz y por la yucateca Lupita López, en tanto que a la michoacana
Hilda Tenorio, con el peor lote, le sonaron los tres avisos en el que abrió
plaza, dos más en su segundo y uno de pilón en el que regaló.
El coso poblano luce en penumbra y no precisamente por
los esfuerzos de José Angel López Lima, uno de los últimos
promotores independientes y actual vicepresidente de la Asociación
Mexicana de Empresarios Taurinos (AMET), sino por la lona que cubre el
inmueble, la cual no sólo impide el paso del agua sino también
de los rayos del sol. Con otro agravante: los potentes focos que iluminan
el ruedo deslumbran al espectador del tendido de enfrente.
Y si al ensombrecido escenario anterior -Juanito Silveti
dice que las plazas techadas realmente sirven para bailar de cachetito-
se agrega un desfile de novillos excedidos de kilos y escasos de bravura
y calidad en su embestida, el resultado puede ser diametralmente opuesto
a lo que organizadores y actuantes tenían previsto, no obstante
que un público alelado pero "positivo" aplaudiera sin ton ni son
lo mismo bajonazos que delanteros pares de cortas.
Se pidió un minuto de aplausos en memoria de don
Felipe González Pérez, señor del campo bravo tlaxcalteca,
recientemente fallecido, y se olvidó mencionar al también
ganadero don Saúl Rodríguez, propietario del hierro de La
Trasquila. Ellos, por lo menos, ya no padecerán más simuladores
disfrazados de taurinos ni a multimillonarios que han convertido la tradición
taurina en torpe terapia ocupacional.
Los toreros
Había interés por volver a ver a Hilda Tenorio,
triunfadora en esta plaza, pero cuando se ahorra en ganado las consecuencias
suelen salir caras. No se trata de traer al novillo bobo y repetidor que
tanto gusta a las figuras, sino de adecuar el producto ganadero al producto
torero que está en el ánimo del público.
Con el parado y reparado de la vista que abrió
plaza, la alumna del maestro Rutilo Morales ligó muletazos por ambos
lados, pero la sosería y mal estilo del burel impidieron que su
labor trascendiera. Ojo, esta Hilda se concentra tanto en su desempeño
que se olvida del público, al que también hay que saber lidiar.
En cualquier caso escuchó los tres avisos y el novillo fue devuelto
a los corrales
No le fue mejor con su segundo, fuerte y de atropellada
embestida que provocó dos tumbos y reunió en el ruedo a 20
"toreros" entre diestros, subalternos, monosabios y empleados de la cuadra.
Labor empeñosa y técnicamente aseada pero sin lograr transmitir
nada a los espectadores, en éste sólo escuchó dos
avisos. Con uno de regalo, de Coyotepec, con 100 kilos menos que los de
su lote, la joven Tenorio realizó primoroso quite por crinolinas
y una buena faena pero, de nueva cuenta, se dio a pinchar y lo que debió
ser una oreja quedó en otro bocinazo.
Valiente, de bello rostro con abundante cola de caballo,
fornidos muslos y bastos procedimientos, Lupita López toreó
por verónicas y gaoneras, naturales y derechazos al mejor del encierro,
cuya calidad y recorrido merecían más toreo. Con el sexto
lució en tafalleras, en tres templados muletazos de hinojos y en
aislados pases tirando bien del toro. Vuelta a pinchar, hasta sumar en
total tres avisos.
Y José Isabel Ortiz, que tan buena impresión
causara hace dos años en La Florecita, se vio algo rápido
con capa y muleta y efectista con los palos, haciéndose un lío
a la hora de matar a su noble primero. Con el quinto volvió a evidenciar
la falta de temple y de sitio, prueba de que poco ha toreado. Novillos
mansos o bravos, once avisos y un astado vivo hablan mal de estos matadores.
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