México D.F. Lunes 2 de agosto de 2004
El violinista británico ofreció
concierto electroacústico en el Museo Tamayo
Peter Sheppard Skaerverd evoca con música texturas
y emociones citadinas
CARLOS PAUL
Vestido de negro, Peter Sheppard Skaerved camina, despacio,
hasta llegar a la mitad del escenario. Toma el violín, lo levanta
lentamente frente a él y lo mantiene suspendido arriba de su cabeza
por algunos segundos. Luego, con un relampagueante movimiento, lo lanza
contra el piso. El instrumento queda hecho añicos.
Así
inició el concierto electroacústico de música contemporánea
que ofreció el músico británico la tarde del domingo
en el foro sonoro Cyberlounge del Museo Tamayo.
El acto es parte de la obra Solo for violin, compuesta
en 1962 por Nam June Paik, que Sheppard Skaerved interpretó utilizando
como atriles seis pantallas de computadora que mostraban la partitura,
lo que obligaba al violinista a caminar de una a otra pantalla.
Esa pieza fue la primera del mosaico electroacústico
que el músico británico armó para el concierto, y
que incluyó obras de Philip Glass (Strung out, 1963), Takahashi
(Sieben Rosen hat ein strauch, 1976), Isang Yun (Contraste, 1987)
y Douglas Young (Sea Form-Atlantic, 2003), entre otras, así
como partituras compuestas ex profeso, inspiradas en la exposición
Sodio y asfalto, que reúne el trabajo de 12 artistas radicados
en las ciudades de Glasgow, Londres, México y Nueva York, y que
se exhibe actualmente en el Museo Tamayo.
Entre esas obras sonoras se encuentra la de John Wall
(Without Title -en proceso-, 2004), y las de algunos jóvenes
músicos mexicanos, como la de Juan Cristóbal Cerrillo (Sobre
lo que hago cuando hago lo que hago, 2004).
Ante un público atento, cada una de las interpretaciones
de Sheppard Skaerved parecían combinar benevolencia y agresividad,
ya fuera tocando las cuerdas de su violín con los dedos (un ''1699
Crespi Stradivari''), ya fuera tocándolo con el arco.
Las contrastantes sonoridades emitidas crearon en el foro
diversas atmósferas que evocaban en su mayoría texturas urbanas,
citadinas, en constante metamorfosis, pues parecían oscilar entre
la brillantez y la nostalgia, la incertidumbre y la luminosidad, el ahogo,
la fatalidad y la esperanza, sentimiento este último encarnado al
final de algunas de las obras, en sonidos breves, pequeños y finos.
Peter Sheppard Skaerved -quien se hizo acompañar
en determinado momento por el músico mexicano Adrián Segovia
(fagot)- encabeza el Cuarteto Kreutzer y es miembro del Septeto Ensamble
Triolog, galardonado con el Premio de Munich.
Es también director principal invitado de los Solistas
de Sagreb y miembro distinguido de la Real Academia de Música del
Reino Unido.
Ha grabado más de 35 discos compactos y como solista
ha tocado en más de 30 países.
Su
principal interés como músico e interprete -comentó
en entrevista- ''no es determinar si existe arte bueno o malo, sino la
convivencia con las personas, lo que otros seres humanos dicen y piensan.
Esa cuestión sobre el arte, añade, ''se
relaciona con la necesidad para decidir lo que es importante, y para mí
lo importante son las personas escuchándose unas a otras. No obstante,
en lo que estoy de acuerdo es que una obra, del pasado o del presente,
pueda 'moverme' más que otra, pero eso se da en determinado contexto.
''Creo que si pudiéramos deshacernos de la idea
de siempre poner las cosas en un contexto temporal, la cuestión
de si el arte es bueno o malo, desaparecía un poquito.''
Otro de sus propósitos que ha impulsado a lo largo
de su trayectoria, concluye, ''es lograr que el compositor y el interprete
tengan una relación estrecha, pues cada uno fortalece al otro, en
una especie de simbiosis''.
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