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Obituario   - NUEVO -

P O L I T I C A
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México D.F. Sábado 31 de julio de 2004

Muerte y miedo dejaron de ser el principal problema de los indios rebeldes de Chiapas

Comunidades autónomas convierten los hechos cotidianos en actos de resistencia

Pese a esfuerzos de los zapatistas, la atención a la salud aún es difícil, lejana y costosa

HERMANN BELLINGHAUSEN ENVIADO

La Realidad, Chis., 30 de julio. Un perro negro y escuálido se deleita todo el hocico con un mamey en el solar de la María. Ella lo señala con su mano huesuda:

-Está pogrida esa fruta.

-Y ustedes, Ƒla comen?

-Claro que nos gusta. Todo por aquí se da, pero están muy altos los mameyes; no hay cómo bajarlos en verano, y cuando caen ya nomás sirven para los perros, que no les importa el gusano.

Las paradojas de la tierra rica y la gente pobre son consustanciales a la historia indígena de Chiapas. El esfuerzo por mantener sana y productiva la milpa desgasta la salud de los labriegos. La María con frecuencia está enferma. La proteína escasea por acá, y en eso no se diferencian zapatistas y no zapatistas. Los segundos se supone que tienen más dinero, pues lo reciben del gobierno cada que llegan los "programas" o los interesados van a recogerlos. También insumos, material de construcción.

Para unos y otros, la atención a la salud sigue siendo difícil, lejana y costosa. La diferencia es que unos aceptan la poca que les ofrece el gobierno, y otros no, y construyen trabajosamente la suya propia, pues carecen de recursos económicos para pagar transporte, doctor y medicinas. Como sea, las familias en resistencia se ahorran una de las principales causas de enfermedad, traumatismo y muerte: el consumo indiscriminado de alcohol de mala calidad.

Un accidente lo corrobora en el tramo asfaltado de carretera entre La Pimienta y Rancho El Momón. Los cuerpos de dos hombres yacen sobre la carretera. Uno de ellos con el cráneo estallado junto a un reguero de sangre. El segundo indígena muerto parece dormido, con un brazo sobre el pecho. A pocos pasos de ellos una pick up se encarama contra un promontorio; no llegó a volcarse, pero el vehículo iba a gran velocidad cuando el conductor perdió el control y lanzó por los aires a los que viajaban en la caja trasera.

Al otro lado de la carretera cinco hombres se apiñan, espantados e ilesos. Al menos tres en completo estado de ebriedad. Junto a la camioneta yacen varias botellas de "comiteco" (aguardiente de la región), vacías. Al parecer, el conductor no había bebido, pero ya no se encontraba en el lugar. Todo indica que sus acompañantes ebrios lo hicieron caer en la cuneta.

En Cruz del Rosario, la comunidad de los accidentados, las familias se congregan al pie del camino, en espera de los cuerpos.

-Para puro morir les sirvió su dinero -comentará luego Bertín desde su tienda de refrescos en Guadalupe Tepeyac.

Con el viento en la cara

Se aproximó entre los estolones de pasillos en la milpa, donde brotaban estacas de hortaliza. Traía el viento en la cara. De momento no entendí su exaltación. Sudoroso, con lodo en los dedos y las botas, se quitó el sombrero de palma, limpió su frente con el brazo y dio una exhalación de golpe. Contra su camiseta de algodón, raída y parda, Rosendo se frotó la mano derecha y me la extendió.

Tampoco me di cuenta de que venía llegando. Pensé que andaba de labor en su cotidianidad campesina. Sus ojos brillaron de puro negro y bajo el bigote bien recortado sonrió con intensidad.

Anoche apenas encontré a su joven nuera con su nietecita, que cómo ha crecido, por cierto. No alcanza el año y ya parece de más. Tiene suerte: por estos lados los nietecitos y las nietecitas se dan con mucha dificultad y no crecen mucho.

-ƑTrabajando?

-Sí -respondió, extrañado, como si le hiciera una pregunta rara.

-ƑCon la junta, con el municipio?

Me miró aún con mayor extrañeza, echó atrás la cabeza. Hasta me sentí incómodo, como si le preguntara pendejadas. De nuevo dijo que sí.

-ƑCuándo llegó usted?

-Pues apenas ora mismo. Vengo a traer carga.

Los indígenas por acá son discretos para expresar sus extrañezas. Prefieren preguntas que parecen sencillas, pero su relación con las respuestas es amplia. Agregó:

-Viera que todo lo que hacemos, hasta nuestra labor más nuestra de la tierra, es para lo mismo.

Creo que entendí cuando se excusó:

-Voy a amarrar los animales.

Esta clase de viajes largos a caballo en las montañas de la selva son como pasar las páginas de un libro. Los ojos se llenan de lugares, el viento de la cabalgata exalta el ánimo. Es distinto de cuando los campesinos se concentran en la tierra palmo
a palmo para cultivarla. Una cabalgata a mañana abierta tiene algo de enervante.

Rosendo había cabalgado muchas horas de la mañana. Traía en la sangre la distancia de las montañas y en la cara el agotamiento y la sonrisa. Arreó unas bestias a través de la montaña desde San José hasta La Realidad para cargarlas de maíz.

En la vida cotidiana de los indígenas en resistencia "todo es para lo mismo". Sus labores son para más que mera sobrevivencia. La lucha atraviesa la totalidad de sus vidas. Las familias y comunidades rebeldes tienen, eso, que resistir. Nunca han sido todas, pero son muchas, las hay por distintas partes, y ya construyeron su razón y su espacio.

La muerte y el miedo dejaron de representar su principal problema. Moler elote tierno, cargar y partir la leña, preparar y cosechar la tierra, cabalgar la montaña arreando mulas, amamantar a los niños. Cualquier esfuerzo es parte de lo mismo. Aquí le llaman autonomía.

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