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México D.F. Lunes 19 de julio de 2004
José Cueli
El enigma de lo desconocido
La convivencia enigmática entre la vida y la muerte se dio gusto, un año más, en las tradicionales correteadas pamplónicas. La confirmación del develamiento del destino que paraliza. El propósito del enigma por vivir y morir y la cosa por venir. Más exactamente por predecir, ese limbo donde brillan los significados del destino: creación, cornadas-muerte.
Juego con los pitones de los toros para no gritar el dolor en el vacío: un recorte, un galleo, un sentir el paso de los bureles, quieto como estatua. Esta forma de torear; mozos correteados por los toros tienen el poder, a veces, de dar un sentido a la vida. Al confrontar este toreo propio, único, a la línea del tiempo. A ese punto preciso del tiempo donde puede surgir la creación -Una cierta creación torera- en lo que tiene de única, de milagrosa, al brotar del improvisado torero creador.
Toreros carreras por las calles de Pamplona -que parecen tener sobre el tiempo, el poder de modular la duración a su capricho; alargándolo, suspendiéndolo en el espacio, o condensándolo en un rayo de eternidad. Son estos mozos al saltar a las callejuelas, sabedores que son seres para la muerte- y crean al torear el estilo sanferminero. Conocedores de que riman su vida sobre la muerte, apresurada o relajadamente.
Esperan ese deseo que sólo se puede decir al proyectar fuera de si, todo el exceso que nos habita. Cada correteada insta al torero corredor, a la parte de muerte que oculta, es decir, hay muerte en todo deseo: en el toreo, o el amor. Toreros que a diferencia de los profesionales, no tienes ni el oficio, ni la técnica, solo la "chispa" que fusiona el deseo y la muerte. En ocasiones, el fruto es la belleza.
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