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México D.F. Lunes 19 de julio de 2004

ENTREVISTA/RAQUEL TIBOL, CRITICA DE ARTE

''Nadie pinta ahora a la Frida, ni sus discípulos''

Es muy distinto hacer poetica sexual que falismo, destaca

La también periodista revela que le interesó tanto la obra de Kahlo que le propuso escribir su biografía. el trabajo de la artista es sexualizado, define; ''se pinta ella y está latente el elemento sexual''

ELENA PONIATOWSKA /II Y ULTIMA

-¿Tú crees -pregunto a Raquel Tibol- que Frida recibió de Diego Rivera el apoyo que han recibido otras grandes pintoras, como Remedios Varo de Walter Gruen?

-Mucho más. ¿Qué es lo que no podía darle Walter Gruen a Remedios, con toda la nobleza de ese hombre y el enorme cariño que le tuvo? La dimensión otra. Walter es una gente serena, un hombre generoso y lúcido.

-¿La dimensión otra?

-¿Cómo quieres que te explique la dimensión otra? Se le llamaba amor libre en tiempos de las primeras socialistas. Amor libre es la contraparte del amor institucional. Frida traía desde chamaca una gran necesidad de tocar al otro, palparlo, sentirlo, gozarlo si era posible, y Diego traía lo mismo. El hecho de que 20 años los separaran en el momento que se encontraron los convirtió en una pareja singular. Cada quien hizo su vida como quiso y se cielaron, como le gustaba decir a Frida los últimos siete años de su vida. Empezó a usar una palabra "yo te cielo", en vez de yo te celo. A una coyoacanense, Machila Armida, también la cielaban tanto Diego como Frida. El Vaticano por fin beatificó a la abuela de Machila Armida, porque Machila era de vida abierta, y al Vaticano la vida abierta le asusta, aunque sus sacerdotes hagan en los conventos lo que les da la gana.

-¿Qué le da Diego a Frida, Raquel?

-El análisis en profundidad de la obra de Frida lo hizo Diego, quien publicó su primer artículo en 1942. André Breton escribió la presentación del catálogo de la exposición de Frida en 1938, pero hay una enorme diferencia entre un artículo y otro; siendo excelente el de André Breton, puede inscribirse en lo que yo llamo el pintoresquismo surrealista. Es muy literario, describe un cuadro soberbio de Frida: Lo que el agua me ha dado. El primer análisis en profundidad de la obra de Frida lo hizo Diego para el primer número de Revista del Seminario de Cultura Mexicana, en febrero de 1942. ¿Qué más le dio Diego a Frida? Le dio una admiración directa; le gustaba verla pintar, porque no pintaba como él, aunque durante un tiempo muy corto Frida Kahlo hizo riverismo, tamayismo, pero cuando se distanció estética y pictóricamente de Diego, a él le gustó ver cómo Frida inventó imágenes del todo originales. Diego poseía una enorme cultura, de modo que podía apreciar una pieza artística en toda su dimensión, por eso le gustaba la originalidad en los temas y esa mezcla de pintura flamenca y de Hermenegildo Bustos en la técnica de Frida Kahlo.

Diego parecía un Buda

-¿Cómo tuviste la oportunidad de acercarte a Diego y a Frida?

-Yo soy nacida en Argentina, el 14 de diciembre de 1923, tengo 80 años; pero me había cambiado a Santiago de Chile en febrero de 1952. En mayo de 1953, en pleno macartismo, se dio el control terrible de la intelectualidad sobre todo en los países subdesarrollados. Pablo Neruda, que logró reincorporarse a Chile después de que tuvo que huir porque había decreto de encarcelamiento y muerte en contra suya, regresó a su país y fue recibido por un grupo al que yo me uní.

''En ese ambiente cálido con el que lo recibieron todas las clases sociales, Neruda se animó a convocar un Congreso Continental de la Cultura al que asistieron arquitectos brasileños, pintores y escritores argentinos, en fin, intelectuales cubanos, venezolanos, de todo el continente. De México llegó José Mancisidor, historiador que muchos han olvidado y tiene un papel importante en la secuencia cultural de la primera mitad del siglo XX, y Diego Rivera. La amistad con Margarita Aguirre, secretaria de Neruda, me permitió asistir al congreso y ver la manera poco grata como los artistas, muy influidos por la escuela de París, recibían a Diego. Casi se tapaban las narices cuando lo veían. Diego parecía un Buda sentado en el escenario del Teatro Municipal de Santiago de Chile. Le habían puesto de chaperón a un mal pintor, y Diego odiaba a los que no saben pintar; además, tenía poca chispa para hablar. Recibí un telegrama de mi amigo periodista y escritor, el argentino César Tiempo, director del suplemento cultural de La Prensa, para entrevistar a Diego.

''Todos los delegados iban a tomar un tren a Concepción, muchos kilómetros al sur de Chile, y Diego Rivera me propuso: 'Si viene, le doy la entrevista en el tren'. En el carro comedor lo primero que me dijo fue: 'No le voy a hablar de mí, sino de mi mujer, Frida Kahlo'. Publiqué el artículo y más tarde, en la ciudad de México, una carta de una lectora de La Prensa llegó a la casa de San Angel Inn elogiando a Frida por ser quien era tras haber leído mi entrevista. La única dirección en el sobre era: 'Diego Rivera, México'.

''Diego me pidió: 'Véngase conmigo a Bolivia, porque el presidente me invitó a ver unos murales'. Por cierto que uno de los motores del avión se apagó a los 3 mil 600 metros de altura de La Paz; no nos matamos de milagro. En La Paz, Diego me propuso: 'Véngase a México y me ayuda a organizar allá el congreso de intelectuales'. Llegamos al aeropuerto nacional de México y Emma Hurtado y dos amigas íntimas de Diego y Frida, Teresita Proenza y Elena Vázquez Gómez, y su hija Ruth Rivera, vinieron a recibirlo: '¿Y ésa que traes quién es?', preguntaron. ''Tiene que ir a vivir a Coyoacán con Frida''. Y me fui a vivir a Coyoacán el 25 de mayo de 1953.

-¿Cuál fue tu primerísima impresión de Frida?

-El olor a medicinas. En Sudamérica no se usan calacas, judas o piedras prehispánicas. México es otro mundo con respecto a Sudamérica. La primera noche que pasé en su casa, Frida me preguntó: "¿Sabes inyectar?" Le dije: "Nunca he inyectado, pero sé como se pone una inyección, porque tengo dos hermanos médicos". Tenía unas costras terribles porque cuando no podían inyectarla, ella misma lo hacía. La inyecté y tratando de no desmayarme salí a sentarme en las escaleras que dan al jardín, y un hombre bastante viejito, que era el velador de Frida y Diego, me dijo: 'señorita Raquelito, ¿no tiene miedo de que se le aparezca el fantasma del señor Trotsky?'. Porque se decía que el fantasma no andaba por la casa de Viena, sino en la de Londres. Yo no creo en los fantasmas y no me dio miedo.

''Yo no iba a quedarme de enfermera de Frida, aunque le hacía una papilla porque estaba demasiado delgada. Entonces le dije a Frida: 'Vamos a hacer tu biografía'. Esto la entusiasmó mucho y me empezó a dictar, y pude publicar el 7 de marzo de 1954, antes de la muerte de Frida, en el suplemento cultural México en la Cultura de Novedades, en una plana espléndida diseñada por Miguel Prieto, un buen artículo. Además, hicimos el listado de todo lo que Frida había pintado.''

-¿Y volviendo a la papilla, Raquel?

-Como Frida después de la inyección quedaba en un estado de somnolencia precomatosa, porque la cantidad de demerol era como para dormir a un elefante, yo le preparaba una papilla (mi hija tendría entonces dos años), una papilla igual que a mi hija: mezclaba huevo con jitomate y a Frida (que no era tan chaparrita: medía más de 1 metro 60, llegó a pesar sólo 38 kilos y no le gustaba comer) le encajaba la cucharita mientras estaba en ese sopor. En una de esas despierta, me tira el plato, la cuchara y todo, y ¿cuál es la reacción de una mamá cuando el niño le tira el plato? Le pego una cachetadita a Frida... ¡Para qué les cuento!

''María Félix venía a la casa de Coyoacán con cierta frecuencia, y se hacían chistes crueles para ver por quién venía, si por Diego o por Frida. Frida decía: 'Por ti no viene porque estás enamorado de Quique su hijo'. Para congraciarse con Frida, María Felix hizo un melodrama de esa cachetadita que se le da a un niño; nada del otro mundo. Frida además me insinuó que hubiera un acercamiento lésbico entre ella y yo, y yo (como ella le dijo después a Diego: '¿verdad que Raquel es una salvaje?') me negué. Verdaderamente aprendí mucho en la casa de los Rivera Kahlo. De modo que el rechazo a la proposición de Frida fue la gota que colmó el vaso y resultó insostenible mi presencia en Coyoacán y me mudé al estudio de Diego en Altavista para seguir con la organización del congreso, que no se pudo realizar, como lo previó Narciso Bassols, un personaje democrático e incorruptible a prueba de balas, quien tenía una voz muy aguda; advirtió a Diego: 'ay, Dieguito, no se haga ilusiones, no va a poder hacer el congreso', y en efecto, el congreso no se hizo, pero me quedé en México.

''En la casa estudio de San Angel Inn decidí regresar a mi oficio, que era el periodismo en radio y revistas. Tenía publicado un libro de cuentos en Argentina, Comenzar es la esperanza, y entrar a México de la mano de Diego Rivera era abrirse puertas. Entregué artículos a México en la Cultura, a la revista Mañana, a Diorama de la Cultura, y empezó a gustar mi material. Llegué en 1953 y ya para 1958 la universidad me pidió que hiciera una monografía sobre Siqueiros. Cuando nació mi hijo, ese año entregué el tercer tomo de la Historia del arte moderno y contemporáneo de México. Me metí de cabeza al arte mexicano y el material que publicaba en páginas culturales fue tan bien aceptado como para que gente como Henrique González Casanova y Pedro Rojas me invitaran a colaborar.''

-¿Tú crees que Diego Rivera y Frida Kahlo influyeron en tu vocación de crítica de arte?

-La vocación por el arte me venía desde mi adolescencia en Argentina. En Santiago de Chile escribía sobre cuestiones de arte; claro, de manera más ecléctica, porque escribía de teatro, de ballet, de escultura, de pintura. En mi adolescencia teníamos una pandilla cultural de adolescentes. Para uno de los miembros de mi pandilla cultural Siqueiros era un dios, y a mí me dio tanta curiosidad que me metí a la biblioteca del Museo de Bellas Artes a ver cuánto había sobre arte mexicano, que no era mucho. Por tanto, cuando entré en relación con Diego no era una gente que ignorara todo del arte mexicano, y esto le llamó la atención, sobre todo frente al resto de la gente que lo rechazaba sin tener un mínimo de información.

-¿A ti, Raquel, te interesó la pintura de Frida Kahlo?

-Tanto me interesó que le pedí que me dictara su biografía. En el aspecto luminoso, Frida era una persona de una simpatía arrolladora, con todo y sus operaciones y dolores. En cuanto se recuperaba, su actitud era tan original y tan diferente que lo conquistaba a uno, no desde un punto de vista de un amorío sexual en el que Frida ya tenía años encarrerada, sino porque la pintura de Frida es una pintura sexualizada; pinta una papaya y la sexualiza, pinta una flor y la sexualiza, se pinta ella y está latente el elemento sexual.

-¿Y tú ves en los seguidores de Frida o en los que quieren imitarla ese afán sexual?

-Primero no hay nadie que haga pintura a la Frida. Quien se dice discípulo de Frida es, por ejemplo, Nahum Zenil, pero es muy distinto hacer una poética sexual que hacer ''falismo''; eso es otra cosa, sacar el falo erecto...

-O acostado...

-Caído, querida, no acostado. Yo no encuentro ningún elemento de comparación entre Zenil, que es un dibujante que colorea, y Frida Kahlo, que es una pintora con una riqueza matérica y cromática. Zenil tiende a la repetición de la línea, y si ustedes ponen uno tras otro los cuadros de Frida no encuentran fórmula; en cambio en Zenil la fórmula es obvia.

Claridosa, Raquel nos ha entregado un retrato de Frida Kahlo a través de sus recados y cartas relajientas, que nada le piden a la mejor biografía. Raquel las comenta y las sitúa dentro de su contexto después de una maravillosa investigación, y Escrituras de Frida Kahlo pintan a la niña Fisita de cuerpo entero como ella pintó, a puras pinceladas de miniaturista, sus autorretratos. Doloroso y lúdico, este libro es irrebatible como lo ha sido la propia Raquel a lo largo de sus 80 años de vida. Felicidades, Raquel.

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