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México D.F. Lunes 19 de julio de 2004
Perredistas y no, se movilizaron ayer en apoyo
de López Obrador
Acabó la marcha, pero la indignación
siguió
SUSANA GONZALEZ G.
Apenas asoman a la plancha del Zócalo por las escaleras
del Metro y avistan el contingente, mujeres con niños, profesionistas,
algunas familias y hasta ancianas solas apresuran el paso para incorporarse
a la marcha de las 100 horas en apoyo al jefe de Gobierno, Andrés
Manuel López Obrador.
"¿Cómo
no vamos a venir si este señor nos ha ayudado y dado lo que nadie
hizo antes? Yo tengo 74 años y gracias a él tengo una tarjeta
de ayuda", comenta Elsa Ruiz un poco sofocada por el trote que emprende
para alcanzar a su hija, ya incorporada al grueso de los manifestantes.
"Yo más que perredista soy de López Obrador", dice metros
atrás otra mujer, mientras Lidia García Avila y María
Juárez Barrera, un par de vecinas de Tlalpan de menos de 40 años,
ambas provenientes de Michoacán pero con una década de residir
en el DF, aseguran que marcharon también el viernes y sábado.
La llegada de los perredistas de Tlalpan e Iztacalco a
la plancha coincide con las primeras campanadas de la catedral metropolitana,
que anuncian la misa de las ocho de la mañana. Ahí permanecen
hasta los tañidos de las doce, cuando se cumplen las 625 vueltas
y las cien horas, en caminata permanente o con intervalos de descansos
en los portales para refrescarse en su sombra. La dirigencia partidista,
que se concentra en un templete ubicado al norte, es desatendida en sus
discursos por varios contingentes que prefieren apostarse frente al antiguo
Palacio del Ayuntamiento, con la esperanza de que López Obrador
se asome por el balcón de su oficina, como lo hizo el 14 de marzo,
luego de llenar el Zócalo para dar su versión de los videoescándalos.
"¿Cansada? No, para nada, yo si pudiera daba mi
vida por él", dice Marcela Flores mientras su marido, Samuel Canales,
se hace oír en medio de las porras: "En mis 83 años que tengo
de vida ni un solo gobernante ha hecho lo que él: nos da todo lo
que todos los otros nos han robado, ¡todos!, no sólo el ladrón
de Salinas. Yo ya viví, no me queda mucha vida, pero ¡caramba,
damos la vida por él!".
La marcha, además de acalorada y generadora de
callos y ampollas, también es sonora: las consignas de siempre,
pero adecuadas a la ocasión, "¡Andrés, aguanta, el
pueblo se levanta!" o "Esta-marcha- va-a-llegar-a-Palacio-Nacional", se
combinan con otras que surgen en el momento, como una adaptada de la pegajosa
tonada de bares y antros "za za za yacusa, yacasu": "¡Peje! ¡Peje!
¡Peje que más aplauda, que más aplauda lo mando, lo
mando a Los Pinos!" y que de plano comparten el espacio auditivo con la
cumbia de moda de Raúl Martínez, "el pueblo te llama, el
pueblo te aclama, oye chiquito ¡estamos contigo!", adquirible a 30
pesos el casete o 50 pesos el disco compacto.
En el conglomerado de perredistas y capitalinos, se mezcló
Enrique Marco, un priísta de 65 años de la Gustavo A. Madero:
"toda mi vida he sido priísta, pero creo que por primera vez mi
suegro y mi mujer tienen razón: este señor ha cumplido con
muchas cosas que mi partido no hizo cuando debía y lo está
haciendo bien". También habla su suegro, Vicente Hernández
García, de 85 años y con problemas de audición y de
visión: "No he conocido un hombre con esa dignidad y cariño
al pueblo. Ruego a Dios que este hombre llegue a la Presidencia".
De la colonia Alamos, en la delegación Benito Juárez,
Carmen Alvarez, con aretes de perla y en silla de ruedas, se hizo acompañar
de sus hijos para protestar contra "la porquería que le están
haciendo a López Obrador ¡Cómo es posible! Y lo peor
es que por pura envidia, porque este señor tiene mucha simpatía,
el sí ha hecho mucho y ha cumplido con lo que estuvo prometiendo.
Yo no soy perredista, pero me apego a lo justo".
Andrés Manuel, como le dicen muchos, o "este señor",
como señalan respetuosamente los ancianos, fue convertido también
en producto de la mercadotecnia. Su rostro fue estampado en camisetas amarillas
que portan decenas de personas, junto con el letrero "pero ni nos vamos
a dejar, ni nos vamos a rajar", que los vendedores ambulantes ofrecen a
30 y 35 pesos, junto a banderines, pañoletas, calcomanías
y placas para el carro. Pero la frase más repetida en la marcha
de las 100 horas fue: "¡No al desafuero!"
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