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México D.F. Lunes 19 de julio de 2004
Ricardo Robles O.
Suljaa' y las justicias
Más que otras veces he recibido comentarios a propósito de una opinión anterior, titulada "Justicias coyunturales", publi-
cada en este espacio, los cuales invitan a abundar o explicitar sobre el tema. Así, una vez más, he confirmado que lo que digo no es cosa mía, que sólo rastrea huellas de sabidurías indias. Distinguir entre legalidad y justicia; entre profesionales de la ley y comunidades con tradiciones; entre castigo y reconciliación; entre venganza social y armonía comunitaria; entre democracia sólo representativa y consensos de los todos; entre neocolonialismos y pluralidades inclusivas; entre partidos políticos y pueblos en asamblea; entre etnocentrismos y diálogo intercultural... sí, distinguir, clarificar visiones desde sabidurías de otras culturas es desde antiguo obsequio indio para nuestro mundo.
La administración de justicia en las comunidades indias es muy otra. El conocer sus destrezas para reconciliar con justicia nos ilumina los acontecimientos de la justicia pública que suenan más a pendencia que a equidad. Una de las condiciones indispensables a tal justicia india es la acción de la comunidad, el acuerdo, la sanción final de todos, no de individuos. Uno siempre sabe poco, sólo todos sabemos todo, suelen decir con diferentes dichos. Una segunda condición es tener siempre en cuenta, al detalle, los agravantes y atenuantes del delito, considerando personas a los implicados, transgresor y ofendidos, y al sistema jurídico como servidor de la armonía de todos. Una tercera condición -podrían ser más- es la reconciliación pública entre las partes y la reincorporación inmediata del transgresor a la vida de comunidad.
Desde esa visión y práctica de la justicia la sanción comunitaria garantiza que no se cuelen en el proceso las conveniencias, que las normas no sometan y que no se confundan justicia y venganza. El oportunismo queda descartado porque todos saben que lo que está en juego es la comunidad misma, los todos. Al juzgar, todos están superando el caos, afinando un orden social y aceptando los riesgos.
De ahí que nuestros sistemas resulten pobres, precarios, rudimentarios. De ahí que los pueblos indios impugnen con frecuencia nuestros modos. De ahí que el oportunismo, tan actual, acabe con nuestra credibilidad. ƑQuién va a creer ya en declaraciones? Casi a diario nos pasman los hechos como evidencias en la escena del crimen.
En estos días el acoso ya anunciado se ensaña sobre Suljaa', en Xochistlahuaca, Guerrero. Los caciques mandan, las policías los sirven, la justicia se pliega. Las coyunturas políticas electorales lo agravan todo. La venganza se viste de justicia y los que rescatan su verdad van a prisión para acabar como presos de conciencia. Las conveniencias individuales o familiares simplemente se falsean como rectitudes ficticias, candores de pose o vocaciones de servicio público, todo ello en un impecable contexto de democracias pervertidas.
El profesor Genaro Cruz Apóstol fue detenido sin los requisitos de ley y estuvo incomunicado en prisión. Otras doce autoridades ejidales y tradicionales del municipio autónomo de Suljaa' tienen órdenes de aprensión. Todo por el supuesto delito de haber buscado la reconciliación de un detractor de la comunidad y de haberlo detenido para ello por disposición de los ancianos. El transgresor, acusado de apropiarse tierras de uso común, aceptó su abuso y acordó reparar el daño. Ahora, según se ve, lo usan como coartada. El consenso del pueblo amuzgo denuncia la coyuntura electoral en la que se da este ataque. Ve claro el propósito de aniquilar su autonomía. Es la venganza del Estado contra ese pueblo por el delito de ser y querer ser lo que es.
Toda esta triste y ruin historia no hubiera sucedido si ellos no fueran libres, si no hubieran declarado su autonomía, hartos de cacicazgos. Nada hubiera sucedido si el Estado no desdeñara esa digna libertad, si no hubiera intereses de por medio. En realidad, el pueblo de Suljaa' no ha hecho más que lo que hacen muchos otros por cordura y necesidad: buscar la justicia superando las formalidades oficiales que les son extrañas y no la logran. Así, buscar la armonía comunitaria se vuelve delito porque no solapa el enriquecimiento ilícito ni la autojustificación de los gobiernos y porque no acepta la desaparición de los indios.
En nuestro supuesto estado de derecho hay que sobajarse para no ser inculpados. Las pruebas no hacen falta, se fabrican. Las leyes no se cumplen, se adecuan. Y las sabidurías milenarias no se acogen, se repudian.
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