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México D.F. Miércoles 14 de julio de 2004
INSEGURIDAD: OPERATIVO DEMAGOGICO
El
vasto despliegue policial realizado ayer en nueve entidades del centro
del país, y en el curso del cual se realizaron más de 150
detenciones de dudoso apego a la legalidad y a las garantías constitucionales,
difícilmente puede considerarse una respuesta eficaz a la crisis
de seguridad pública que afecta a la sociedad en su conjunto.
La espectacular concentración de cientos de patrullas
con las torretas encendidas en torno al Monumento a la Revolución,
en el acto en que se dio el banderazo de salida para la movilización
de fuerzas de seguridad federales y locales de Michoacán, Tlaxcala,
Veracruz, Puebla, Morelos, estado de México, Hidalgo, Guerrero y
el Distrito Federal, pudo ser un gran regalo para las cámaras televisivas
y hasta un relajante de efecto inmediato, pero fugaz, para los más
crédulos de entre los incontables ciudadanos que viven en la zozobra
a causa de la beligerancia criminal. Parece dudoso, en cambio, que el megaoperativo
haya sido un factor de disuasión para una delincuencia cuyos detonantes
principales no son precisamente la escasez de vigilancia ni la poca visibilidad
de las corporaciones policiales, sino la corrupción e infiltración
de éstas, por una parte y, por la otra, la persistente crisis económicas
con sus secuelas de desempleo, marginación y descomposición
social y familiar.
Los retenes y puntos de revisión establecidos al
amparo del Comando Regional contra la Delincuencia, lejos de consolidar
la vigencia de la legalidad, la socavan, toda vez que constituyen, en casi
todas las circunstancias, atropellos al precepto constitucional que establece
la prohibición de afectar a los ciudadanos "en su persona, familia,
domicilio, papeles o posesiones, sino en virtud de mandamiento escrito
de la autoridad competente, que funde y motive la causa legal del procedimiento".
Las autoridades que participan en esta movilización
policial parecieran dispuestas a sustituir la condición de flagrancia
por el estatuto de sospecha. En los próximos días podrá
verse, en efecto, qué porcentaje de los 156 detenidos -96 de ellos
en el Distrito Federal- serán liberados por falta de pruebas y porque
su arresto resultó injustificado. En contraste, las capturas fundadas
de verdaderos delincuentes que se haya realizado en la cosecha policial
de ayer y en los días siguientes no pueden justificar, de manera
alguna, la generalización del atropello policial. Se habrá
logrado, así, dar una vuelta de tuerca adicional al descrédito
y la desconfianza que imperan en la ciudadanía hacia los cuerpos
de seguridad pública.
Para resolver el grave desafío de la delincuencia
se requiere de estrategias de reactivación económica de mediano
plazo y de una política social de Estado que trascienda el deplorable
y mojigato asistencialismo al que se encuentra reducido el accionar gubernamental
en este terreno; es decir, es necesario reconstruir las desmanteladas instituciones
de servicio y solidaridad social y el sistema educativo. Es pertinente
retomar, al respecto, el señalamiento formulado por el presidente
de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Mariano Azuela Güitrón,
quien dijo antier que la inseguridad en el país "es el reflejo de
que no todos los mexicanos cuentan con viviendas dignas o con una fuente
de empleo que les permita hacer frente a las necesidades elementales de
cada persona", y que la delincuencia no podrá abatirse en tanto
las autoridades sigan pensando que es necesario combatirla -y castigarla
con penas más severas-- en vez de prevenirla.
La acción policial es necesaria en lo inmediato,
sin duda, pero ésta no podrá ser más eficiente que
la delincuencia si no se hace acopio de voluntad política para depurar
a fondo los cuerpos de prevención del delito, seguridad pública
y procuración de justicia, y si los palos de ciego -que no son otra
cosa los retenes- no son remplazados por un verdadero trabajo de inteligencia
policial.
Parece razonable suponer, por último, que la convergencia
de voluntades propagandísticas entre el gobierno federal y las autoridades
estatales priístas, panistas y perredistas que hizo posible la realización
de este despliegue será más efímera que las raíces
reales -sociales y económicas-- de la criminalidad. Por eso, con
toda la razón, muchos ciudadanos vieron en el operativo iniciado
ayer "una llamarada de petate" que, para colmo, pudo haber dado lugar a
infracciones inaceptables de las garantías individuales. Al tiempo.
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