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Obituario   - NUEVO -

E C O N O M I A
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México D.F. Miércoles 14 de julio de 2004

Alejandro Nadal

G-20: escoger el futuro

El Grupo de los 20 emergió como una fuerza importante en el seno de la Organización Mundial de Comercio (OMC). El grupo incluye países con intereses tan diversos como Argentina, Brasil, China, Cuba, Egipto, India, Indonesia, México, Nigeria, Pakistán, Sudáfrica y Zimbabwe. Pero es la más importante fuente de propuestas con credibilidad política para cambiar el régimen mundial de comercio de productos agrícolas.

En preparación para las próximas batallas del G-20, un pequeño equipo de analistas le ha dirigido un mensaje de gran importancia. La cápsula central del mensaje es que se debe rechazar un nuevo Acuerdo Sobre Agricultura (ASA) en el seno de la OMC.

El ASA tuvo como meta principal forzar la apertura de los mercados protegidos de Japón, Corea, India y China para los grupos de agronegocios de Estados Unidos y Europa. Para eso consagró el actual sistema de subsidios a la agricultura en los países ricos, cediendo sólo en algunos puntos marginales. Desde el principio el ASA estuvo concebido para que la disponibilidad de recursos macroeconómicos mantuviera la desigualdad entre países ricos y pobres. Así, mientras se mantienen los esquemas proteccionistas de los ricos, la restricción fiscal impone a las naciones en desarrollo los límites estrechos de su apoyo a la agricultura. En la actualidad, el ASA sirve de marco regulatorio para la feroz competencia por el acceso al mercado mundial de productos de la industria alimentaria y de los productos genéticamente modificados.

El G-20 incluye países que son fuertes exportadores hacia las economías del norte. Estos ven en el ASA un esquema que les favorece porque garantiza cierta estabilidad en los mercados mundiales. Los casos de Argentina y Brasil son los más importantes (por eso están cerca de las posiciones del Grupo de Cairns, que promueve la eliminación de subsidios agrícolas de Estados Unidos y Europa). Pero ya deberían haberse dado cuenta que el esquema del ASA nunca permitirá asegurar la expansión de su mercado en las economías ricas.

Para los demás países subdesarrollados, en los que viven 3 mil millones de productores del campo, la agricultura es ajena al monocultivo, al uso intensivo de agroquímicos y a la mecanización. Para ellos el acuerdo es una fuente permanente de tensión, desplazando a millones de productores del campo sin asegurarles una alternativa productiva y amenazando la viabilidad de cualquier sistema democrático.

ƑCuáles son las alternativas? La propuesta más importante es el rescate de la agricultura, excluyéndola del ámbito de la OMC y diseñando un nuevo acuerdo mundial sobre agricultura, sustentabilidad y seguridad alimentaria. Este nuevo acuerdo estaría administrado por la Organización de Naciones Unidas. Esta propuesta, desde luego, se enfrenta a obstáculos extraordinarios, siendo el principal que la misma ONU atraviesa por una crisis de credibilidad en varios frentes. Los países ricos, Estados Unidos a la cabeza, han provocado esta crisis.

Otra alternativa es el regreso de un sistema adecuado de protección para la agricultura en los países pobres. Las restricciones cuantitativas, como las cuotas, son una opción importante. Para rescatarlas es necesario terminar con el mito de que son incompatibles con las reglas de la OMC. Para comenzar, el artículo 18 del GATT consagra el derecho de imponer cuotas y otros acuerdos, como el de textiles, para la regulación y control del comercio. El mismo ASA recurre a las cuotas y las combina con aranceles para formar el sistema arancel-cuota, argumentando que es menos distorsionador de los flujos de comercio. Si el salvamento de la decrépita industria textil o de los consorcios agroalimentarios de los países ricos se ha basado en el empleo de cuotas, Ƒpor qué no permitirlas para salvaguardar la vida de los campesinos en el mundo subdesarrollado?

Aunque las cuotas no servirían para garantizar el acceso de los países exportadores en el G-20 a los mercados de las naciones ricas, se podría establecer un nuevo régimen de liberalización comercial entre los subdesarrollados, tanto a escala regional como bilateral. Este régimen sería parecido al Sistema Global de Preferencias comerciales de los países en vías de desarrollo (SGP), negociado durante la ronda Uruguay.

Mientras el acuerdo sobre agricultura amenaza la vida de 3 mil millones de campesinos, el G-20 es la fuerza política más importante para ayudar en la transición hacia un sistema en el que la sustentabilidad social y ambiental de la agricultura mundial sea realmente prioritaria. La importancia del mensaje no puede soslayarse. Se trata de una oportunidad histórica para escoger entre el futuro, con la sustentabilidad de millones de productores agrícolas del mundo en el marco de un nuevo sistema de comercio mundial, y los mitos del pasado, con un ASA caduco, desigual y perverso que conducirá irremediablemente a la crisis social y ambiental.

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