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México D.F. Miércoles 14 de julio de 2004
José Steinsleger
Sandino insomne
Diez años de agresión económica y militar contra el pueblo de Nicaragua bastaron para que, en febrero de 1990, Estados Unidos incorporase al pequeño país centroamericano al proyecto esclavista del Plan Puebla-Panamá y el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA).
En un país de superficie ligeramente inferior a la del estado de Coahuila y población equivalente a la de Guadalajara, la revolución sandinista movilizó hace 25 años la esperanza de millones de mujeres y hombres. No pudo ser. Del somocismo al sandino-chamorrismo y del chamorro-sandinismo al somocismo sin Somoza, Nicaragua es hoy un país neocolonial, totalmente devastado: el PIB por habitante corresponde a la mitad (500 dólares) de lo que fue entre 1970 y 1979, y menor de lo que fue como promedio en la década de los años 80 (670 dólares).
Jorge Capelán, de la Red de Consumidores de Nicaragua, nos dice que cada nicaragüense debe poco más de mil 300 dólares a la banca extranjera, en tanto que por cada 100 dólares que el país exporta, 50 son destinados al pago de dicha deuda. Añade: "Al dejar su cargo Arnoldo Alemán, fuera de amasar una fortuna de cientos de millones de dólares en cinco años de gobierno (1997-2002), entregó un país con una tasa de desempleo de 54 por ciento, donde 56 ciento carece de recursos para cubrir los gastos por enfermedad y sólo 30 por ciento de los niños que inician la primaria completan su ciclo escolar". Y agrega: "Alemán no estuvo solo en su meteórico ascenso a las cumbres del poder económico: le siguen toda una clase política y una oligarquía que se ha beneficiado directa o indirectamente de la aceptación más o menos tácita de las prescripciones de la embajada estadunidense y los organismos financieros internacionales".
Según el Fondo de Población de Naciones Unidas, 70 por ciento de los nicaragüenses son pobres. Pero Daniel Ortega, Violeta Barrios de Chamorro y Arnoldo Alemán reciben una renta neta del Estado de 6 mil 600 dólares, en tanto que la de los ex vicepresidentes Sergio Ramírez, Virgilio Godoy y Enrique Bolaños es de unos 5 mil 500 dólares (La Prensa, 19 de junio de 2002: "Las pensiones de gracia").
En los últimos años se ha llevado adelante un proceso de apertura del país a los intereses del capital euroestadunidense, exenciones fiscales y reglas laxas para el empleo. En las zonas de "libre comercio" (maquiladoras), subcontratistas coreanos y taiwaneses pueden introducir materias primas libres de impuestos para ser ensambladas por una mano de obra semiesclava en la que toda actividad sindical está prohibida.
"En las narices del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) -sostiene Capelán- se han privatizado empresas públicas y bienes del Estado, tales como Enitel (telecomunicaciones), Enel (energía). La empresa española Unión Fenosa, luego de comprar a precios irrisorios la distribución de energía eléctrica, procede a establecer tarifas arbitrariamente altas." A cambio, los usuarios resienten las fallas frecuentes en el fluido, la deficiente atención que se da al mantenimiento del sistema eléctrico, cobro de un alumbrado público inexistente y cobros ilegales en las facturas de los usuarios. Actualmente se libra la lucha contra la privatizción de la empresa Hidrogesa, que dejaría 80 por ciento de la producción en manos del consorcio estadunidense Coastal Power.
Acerca de la suerte política corrida por el FSLN mucho se ha escrito. Barrido por las agrias consecuencias de ganar la guerra y perder la paz, los sandinistas entregaron mal el poder, incluyendo el escritor que de ellos se despidió entonando un tango tropical: Adiós muchachos (Sergio Ramírez, Ed. Aguilar, 1999).
Diestro en el manejo de la non-fiction novel (y a mi juicio con más calidad que su admirado Tomás Eloy Martínez), Ramírez parece confundir la odontología con la mecánica dental. En los últimos párrafos del libro, por ejemplo, alude a la hija de un personaje que murió en la guerra y dice: "Y no importan los resultados, importa su ideal (el del personaje). -Sobre todo... en este tiempo sin ideales- y me sonrió, muy serena."
"Ramírez, Martínez y asociados" echan mano al recurso del intelectual "buena onda" que desensilla tras haber cabalgado sobre la lucha revolucionaria que le confirió poder y, decepcionado, se pone a deshojar la margarita del ser y no ser. Nos quedamos con Las armas del futuro, valiosa compilación de ensayos que Ramírez escribió y publicó durante la guerra contra Somoza y la contra (Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1987).
Con todo, Adiós muchachos amerita ser leído. Mas no tanto por la omnipresencia enfermiza del "yo" o el rol jugado en los intestinos del poder (1975-1990), cuanto por el estilo que el autor escoge, sujetando las riendas de una memoria que al recordar selecciona y, al seleccionar, olvida.
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