Experiencia exitosa de autogestión en torno al ciclo del maíz
Las Totoperas zapotecas mantienen autosuficiencia alimentaria de sus pueblos

-- Conservan la forma de reproducción cultural, social y económica de sus comunidades
-- El trueque, fundamental en el mercado regional

Sofía Ohlovich

Al sur del istmo de Tehuantepec, Oaxaca, a 20 kms. del puerto y refinería de Salina Cruz, y alrededor de ciudades zapotecas como Xhavizende (Juchitán de Zaragoza), Ranchu Gubiña (Unión Hidalgo), Guizi (Tehuantepec) y Danni Guia (Ixtaltepec), viven muchas comunidades indígenas que han reproducido por cientos de años un modo de vida campesino y comunal, en el que el maíz es un elemento fundamental para la reproducción de su cultura.

La comunidades rurales binnizá (zapotecas del istmo), aunque analfabetas y donde la gran mayoría de sus mujeres sólo hablan su lengua, el diidxazá (zapoteco), han desarrollado una economía rural propia con un alto grado de autosuficiencia alimentaria siendo la agricultura, la pesca, el pastoreo y la producción agrícola sus principales actividades. Día con día los hombres salen de madrugada en sus carretas jaladas por una mancuerna de bueyes y se dirigen a sus ranchos para sembrar y cosechar la milpa. Los pescadores salen por la tarde y regresan de madrugada con sus productos.

Si los varones sustentan la fase agrícola del ciclo del maíz, las mujeres - además de los quehaceres y administración de la casa- sustentan las fases de transformación y comercialización y le dan a los productos un valor agregado. Ellas convierten el maíz en una gran variedad de alimentos: guetabigui舗 (totopo), guetabicuni (memelita), guetahuana (tortillas blanditas y calientes), guetabizá (tamalito de frijol), guetagu舗 (tamales de res), guetabadxi舗 (tamalito de maíz), guetagu gucha舗chi舗 (tamales de iguana), guetabingui, guetaze舗 (pites de elote), entre otras formas culinarias, y se encargan de comercializar tanto los productos en bruto como aquellos procesados por ellas.

El papel de la mujer en la vida económica zapoteca es primordial, siendo el caso de las mujeres totoperas uno de los más ilustrativos. En comunidades como Xadani, ejido Zapata, Ejido Charis y Guixhi Ro舗 (Monte Grande), la mayoría de las mujeres son totoperas, es decir, que su actividad económica diaria es elaborar guetabigui舗 (totopos de maíz). Actividad artesanal que, para el autoconsumo familiar y comunitario, ellas practican desde tiempos prehispánicos y que en la actualidad representa una alternativa económica determinante para la autosufiencia alimentaria de las comunidades rurales. Los totopos de maíz elaborados por manos femeninas son horneados con leña en el zuquii, que es una olla grande de barro enterrada dentro de una plataforma de tierra a manera de mesa y donde las mujeres introducen las tortillas pegándolas en sus paredes hasta que obtengan ese color dorado del totopo. Para evitar quemarse van remojando cuidadosamente sus manos.

El estilo del totopo, la forma, el color, el grosor, el tamaño, el sabor, varía de comunidad en comunidad, incluso de mujer en mujer. Son famosos los totopos de las chicapeñas (de Chicapa de Castro) por su grosor y gran tamaño; los de las mujeres de Ranchu Gubiña, a los que llaman guetabicuni (memelitas), por su grosor y pequeñez. Los más comerciales son los de las mujeres del Ejido Zapata, adelante de la Colonia Alvaro Obregón, ahí cada mujer produce hasta 150 totopos diarios, blancos, grandes, delgados y crujientes y hasta sus cocinas llegan las mujeres intermediarias a comprar su 舠totopa舡.

La calidad del totopo es fundamental. Las mujeres, y los binnizá en general, prefieren por sobre todo las especies y clases de su propio maíz, el suyo, el que ellos siembran y el que es fácilmente diferenciable del resto. Xuba huini es el nombre en zapoteco de maíz chico (maíz zapalote o cuerenteno), blanco, de rápida cocción, lo que le da al totopo una consistencia suave y resistente durante meses. Tan es así que el maíz de esta región tiene un valor por encima del maíz grande de otras zonas maiceras. Mientras que en la zona norte del Istmo encontramos a 1.50 pesos el kilo de maíz grande y hasta dos pesos cuando empieza a escasear, en la planicie zapoteca del Istmo el maíz chico o xuba huini comienza a venderse a dos pesos y hasta 2.50 el kilo. Unicamente en tiempos de sequía o inundación, cuando se pierden las cosechas, las mujeres se han visto obligadas a comprar el maíz de fuera, como sucedió en las inundaciones del año 1998, lo que generó la disminución de ingresos a las familias.

En el mercado local las mujeres intercambian, a manera de trueque, sus productos por queso, pescado, carne, verduras, frutas y a veces por dinero, este último escaso. El mercado regional de Juchitán es el más apto para recibir a las mujeres y sus productos, además de los totopos de maíz, también las mujeres mixes venden café y las mujeres huaves el camarón. En las comunidades hay algunas mujeres que concentran en sus casas la producción del totopo, lo compran a 80 pesos el ciento de totopos y después lo comercializan en el mercado de Juchitán a 140 pesos el ciento.

Desde 1999, con la intención de apoyar esta forma de economía rural propia, el Comité Promotor de Investigaciones para el Desarrollo Rural, A.C. (COPIDER, A.C.), organización no gubernamental mexicana, y las integrantes de Guixhi Ro舗 desarrollaron un programa de impulso organizativo de las mujeres, especialmente de las totoperas. Se organizaron por grupos de 30 mujeres, unas se llamaron 舠Xguuna Guixhi Ro舗" (Mujeres de Monte Grande), otro grupo se denominó "Gardenias". De acuerdo con su forma de producción las mujeres recibieron un financiamiento de 2 mil pesos por persona para comprar los insumos que no producen al mayoreo: una carreta de leña, calidra, carbón; algunas invirtieron para construir un segundo horno de comizcal, para incrementar la producción. Cada grupo nombró su directiva: presidenta, secretaria, tesorera y representantes del grupo para el seguimiento a sus gestiones, incluyeron también a una vendedora de los totopos en Juchitán. El financiamiento lo devuelven en 10 pagos quincenales, pudiendo -al final del ciclo- solicitar un nuevo financiamiento. Paralelamente se conformaron en un grupo de ahorro, ahorrando cada una 20 pesos cada quincena.

Así trabajaron seis años con financiamientos de COPIDER, A.C., tiempo en el que además participaron en diferentes talleres de capacitación: autodiagnóstico comunitario, agricultura orgánica, control biológico de plagas, siembra de hortalizas, así como para la conformación de un grupo de ahorro. En la actualidad, trabajan por su cuenta, para lo que crearon su propio fondo revolvente, producto de sus ahorros y que administran de manera autogestiva.

Esta organización de las zapotecas ha permitido evitar no sólo que las mujeres opten por los agiotistas, que llegan a cobrar de 10 a 25 por ciento de interés mensual, sino sobre todo está siendo vertebral para conservar la forma de reproducción cultural, social y económica de las comunidades binnizá que, con esta experiencia de mujeres maiceras y totoperas, se mantienen como un nicho de producción y comercialización en torno al ciclo de su ancestral producto básico: el maíz, con un alto e importante nivel de participación femenina y ajeno tanto a las presiones gubernamentales que priorizan la comercialización del maíz transgénico procesado por la industria Maseca, como a los grandes sistemas transnacionales de los supermercados y tiendas de autoservicio y por lo tanto ajenos al consumismo que transfiere sus recursos a las grandes transnacionales.

No obstante esta exitosa experiencia, preocupa que ante el empobrecimiento del campo, la presión de las instituciones de gobierno y la limitada capacidad de los organismos no gubernamentales como CODIPER, A.C., el surgimiento de muchos otros grupos de mujeres organizadas esté siendo acaparado por una ola de nuevas empresas parafinancieras privadas, que además de que imponen en la región un sistema crediticio que las explota, lejos de acompañar un proceso organizativo que apunte hacia la autogestión y a su emancipación desde una perspectiva de género, reproducen un sistema tradicional de crédito con fines lucrativos que, finalmente, las hace depender permanentemente de un elemento externo: el crédito, y les va sustrayendo sus esfuerzos y recursos.

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