México D.F. Lunes 28 de junio de 2004
Cuarta novillada organizada por La Legua y encierro
muy bien presentado de Funtanet
Memorable actuación del hidalguense Luis Gallardo,
que realizó emotiva faena
Cortó la oreja del noble Fusilero Otra
empresa que reitera su profesionalismo
LEONARDO PAEZ
Ayer, al concluir en La Florecita la cuarta novillada
ejemplarmente organizada por Promociones Taurinas La Legua y la Escuela
Taurina Rodolfo Gaona, con la gratísima presentación del
joven hidalguense Luis Gallardo y un muy bien presentado encierro de Funtanet,
el aficionado Genaro Tena me comentaba:
"Después de lo que acabamos de ver, imagínese
si las adineradas empresas que dicen promover la fiesta tuvieran veedores
de novilleros que semanalmente informaran de los muchachos más destacados,
y que enseguida esas empresas se coordinaran con otras para darles festejos,
hacerlos competir e irles creando una imagen a lo largo y ancho de la República.
Le aseguro que cada año tendríamos media docena de enrachados
jóvenes listos para la alternativa y de paso renovar la vetusta
baraja taurina que padecemos."
Tiene
toda la razón. Sólo que los operadores-promotores no muestran
la menor intención de espabilarse -a sus patrones lo único
que les sobra es dinero-, por lo que toreros de gran potencial, como Jorge
López, Christian Ortega o Arturo Velázquez Talín,
en lugar de estar anunciados en algún festejo, vestidos de civil
presenciaban la novillada.
Al concluir el paseíllo, los organizadores rindieron
merecido homenaje a los picadores Ignacio y Ricardo Carmona, al banderillero
David Guerrero, al puntillero Isidro Zavala, al monosabio Felipe Flores
y al fotógrafo Mario Torres Mayito, quienes recibieron sendos diplomas.
Se cantó el Himno Nacional -eran las 13 horas- en solidaridad con
los marchistas contra la inseguridad y la delincuencia, y saltó
a la arena Campanero, de Funtanet, con 470 kilos, magníficamente
presentado como el resto de sus hermanos.
Correspondió al triunfador de hace ocho días,
Manuel Calderón, quien había cortado dos orejas pero, como
se dice en el argot, "las devolvió" al intentar una faena derechista
entre dudas y muletazos aislados a un astado que llegó a la muleta
sosillo y desarrollando sentido. Tras media muy caída se retiró
en silencio.
Alejandro Luna lanceó a Artillero (465 kilos),
sin acomodarse. Delfino Campos colocó soberbio puyazo en todo lo
alto y Raúl Bacelis lucido par. Con la pañosa Luna consiguió
naturales con quietud, pero sin decir mucho ante uno con recorrido y claridad
en la embestida. Dejó un estoconazo al segundo viaje, escuchó
un aviso y fue llamado al tercio.
Cerró plaza Vencedor (450 kilos), con menos
caja que el resto del encierro, pero impecable de hechuras, al que Salvador
López, muy verde, poco le pudo hacer a excepción de unas
navarras.
Otra revelación
A propósito dejo hasta el final la labor de quien
puede llegar a ser un torero por demás interesante, Luis Gallardo,
a cuyo literario nombre añade apostura, fácil conexión
con el tendido, valor sereno y gusto, verdadero gusto por lo que hace,
sin afligirse nunca en la cara del toro.
Veroniqueó en los medios a Fusilero (455
kilos), enmorrillado y corniapretado, que recargó apenas en el puyazo;
brindó al varilarguero Delfino Campos, hermano de Leonardo, subalterno
en retiro y director de la escuela Rodolfo Gaona, e inició su trasteo
con derechazos despegadillos, un tanto de expulsión, pero ligando
bien la lenta embestida.
Cuando Luis se pasó la muleta a la zurda embarcó
y templó mejor, exhibiendo buena escuela y elegantes procedimientos.
De pronto, con el don de los iluminados, Gallardo realizó el milagro
tauromáquico al ligar hasta en dos ocasiones sentidos y precisos
pases de trinchera con muletazos de la firma, recreándose mucho
en las suertes, con la solera insoportable del arte de la lidia intemporal.
Brotó de la plaza esa música callada del
toreo, que dijera Bergamín, con una elocuencia íntima y un
ritmo atemperado que reiteraron la vigencia y la belleza del toreo genuino,
para vergüenza de los promotores acomplejados.
De muy lejos se perfiló el joven, yéndose
por derecho, para dejar una estocada tendida casi entera que hizo doblar
al novillo. La plaza -más de media entrada- demandó la oreja
para tan prometedor artista, que la paseó orgulloso en triunfal
vuelta con el ganadero. ¿Permitirá el enturbiado medio taurino
mexicano la consolidación de Luis Gallardo?
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