México D.F. Lunes 28 de junio de 2004
Luis Hernández Navarro
Las muchas marchas
La multitud rebasó a los organizadores. El repudio a la delincuencia y la solidaridad con las víctimas congregaron a una variopinta confluencia de personas, ajenas en su mayoría a siglas partidistas o membretes ciudadanos. Ellos hicieron de la marcha de la derecha su propia protesta contra la inseguridad pública.
Aunque formalmente se trató de una sola, en los hechos fueron dos manifestaciones distintas las que ocuparon el Zócalo de la ciudad de México el día de ayer. De un lado, la de los convocantes formales a la protesta y su entorno asociativo: cámaras empresariales, militantes panistas, grupos religiosos, empleados de compañías privadas, personal de confianza de las dependencias gubernamentales, estudiantes de escuelas particulares, asociaciones civiles, organizaciones filantrópicas. Del otro, víctimas del hampa, familiares de las mujeres asesinadas en Chihuahua, vecinos de colonias populares, trabajadores electricistas, grupos de izquierda que quisieron quitarle a la derecha las banderas de la lucha contra la delincuencia, ciudadanos convencidos de la necesidad de participar por el llamado de los medios de comunicación.
En la marcha de los organizadores había gran número de mantas encargadas a rotulistas profesionales. Allí se concentraron las quejas contra el gobierno de la ciudad de México. De allí surgió el pequeño grupo que fue a exigir la renuncia de Andrés Manuel López Obrador.
En la marcha de la multitud dominaban los letreros escritos a mano y las consignas improvisadas. En sus filas participó el colectivo anarcopunk que escenificó un performance sobre la represión y tortura del gobierno panista de Jalisco contra los jóvenes altermundistas en la pasada reunión de jefes de Estado de América Latina, el Caribe y la Unión Europea, y que culminó con la quema de un yunque y un logotipo del PAN.
Más allá de las abrumadoras muestras de apoyo con las víctimas, la diversidad de participantes en la demostración provocó la proliferación de consignas y advertencias.
Convergieron en ese enorme río 250 mil personas que caminaron por Reforma y Madero desde la reiterada exigencia de aplicar la pena de muerte a secuestradores hasta una manta que decía: "Mientras no haya justicia para los pobres, no habrá paz para los ricos".
La protesta de ayer evidenció la enorme capacidad de convocatoria que los medios de comunicación electrónica poseen en nuestro país cuando abanderan una causa justa. Nunca en la historia reciente habían promovido con tanto interés una jornada como la de este 27 de junio. Radio y televisión dedicaron horas y horas de transmisión a informar sobre la inseguridad pública y a hacer propaganda a la marcha. Probablemente sólo en las visitas del Papa se han invertido tantos recursos como los dispuestos para esta convocatoria.
Millones y millones de pesos fueron gastados en la difusión de la protesta. Multitud de promocionales fueron divulgados en horario estelar en pantalla chica y cientos de anuncios radiofónicos inundaron la frecuencia del cuadrante. Nadie informó del monto del dinero gastado y mucho menos de quiénes lo aportaron.
No es la primera ocasión en que los medios electrónicos promueven una iniciativa de esta naturaleza. Durante la Marcha del Color de la Tierra, organizada por los zapatistas en febrero y marzo de 2001, trataron de movilizar a sus audiencias para presionar a los rebeldes por medio de una campaña de firmas y un concierto en el estadio Azteca. La propuesta se hundió con más pena que gloria.
Ahora, en cambio, la mediocracia tuvo un éxito indiscutible. En escasas tres semanas puso en las calles de la ciudad de México a decenas de miles de personas. Más que la fuerza de organizaciones de ultraderecha, el éxito de la convocatoria es de los medios de comunicación electrónica. En el aire queda una advertencia para el conjunto de la clase política: las televisoras y grandes cadenas de radio son un actor central en la definición de la agenda nacional, ya no sólo porque las campañas electorales se definen en sus espacios, ni porque pueden hacer y deshacer reputaciones, sino debido a que poseen una capacidad de convocatoria popular propia.
Concluida la demostración se abre un periodo de disputa entre sus organizadores formales para administrar el capital político acumulado. La contienda por la interlocución, hasta ahora soterrada -y que se hizo evidente en la marcha al tratar de relegar a segundo plano a los familiares de las asesinadas de Ciudad Juárez-, aparecerá en los próximos días más nítidamente. Dos figuras serán claves en ella. En un lado se encuentra María Elena Morero de Galindo, de México Unido Contra la Delincuencia, estrechamente ligada al mundo de la AFI. En el otro está Guillermo Velasco Arzac, del Consejo Ciudadano de Seguridad Pública y Justicia Penal, ligado al grupo de ultraderecha El Yunque y muy cercano al presidente Vicente Fox.
Por más que el jefe del Ejecutivo ofrezca espacios de negociación a los organizadores formales de la protesta, será muy difícil el que ellos le proporcionen continuidad a un movimiento que los rebasa, que es muchos movimientos.
En cambio, la mediocracia no fue desbordada por las otras marchas y, hoy, dispone de un importante capital político con el que no contaba hasta hace unos días. Un capital que, para todo efecto práctico, sirve a la derecha.
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