México D.F. Sábado 26 de junio de 2004
Enrique Calderón A.
La marcha del 27 de junio
La marcha que se llevará a cabo mañana responde sin lugar a dudas a la preocupación y al enojo de amplios sectores de la sociedad mexicana, ante el clima de inseguridad que de manera creciente nos ha venido afectando los años recientes, y que parece haber rebasado la capacidad para resolver el problema, tanto del gobierno federal como de los estatales y municipales, incluyendo el de la capital de la República.
Se ha dicho que se trata de una movilización promovida por organismos empresariales y grupos de altos ingresos. Esto hace sentido porque seguramente han sido muy afectados por la delincuencia, aunque las víctimas se encuentran en todos los estratos sociales, y en muchos casos la afectación mayor se da en los grupos más desprotegidos, como el caso de las mujeres de escasos recursos asesinadas impunemente en Ciudad Juárez; por lo demás, el derecho a reunirse y hacer público un sentimiento de agravio es universal, sin excluir a grupo o sector alguno, como pudieran ser en este caso los empresarios.
He escuchado varios razonamientos y justificaciones para ir a la marcha, expresados por muy diferentes personas entrevistadas por los medios, y allí he encontrado elementos preocupantes, pues en no pocos casos se plantea el endurecimiento de los castigos hasta incluir la pena de muerte, y en otros se habla de exigir el derecho ciudadano de portar armas para repeler cualquier agresión.
Esperaría que la manifestación del domingo no sea aprovechada para promover este tipo de iniciativas, ni otras que puedan estar orientadas a inducir políticas represivas en nombre del orden, de las buenas costumbres y de la seguridad personal, por varias razones. Primero, porque el problema no se resuelve atacando los síntomas visibles de un claro proceso de descomposición social, sino sus causas. En segundo lugar, porque ese tipo de prácticas generan problemas adicionales, tan graves o más que los que se pretende resolver (imaginemos lo que implicaría que cada persona, hombre o mujer, pueda andar armada. ƑCuántos altercados verbales terminarían resolviéndose a balazos?) En tercer lugar, porque la aplicación de los instrumentos de represión y control quedarían en manos de los aparatos de seguridad del Estado, que es donde se ubica una de las raíces más profundas de la inseguridad: la corrupción que permea precisamente en esos aparatos.
He escuchado varias veces en la radio una invitación a la marcha cuyo contenido es horrorizante: "Quienes representamos a 100 millones de mexicanos de bien, vamos tras de 10 mil ratas asquerosas". ƑDe qué se trata?, Ƒde que quienes vayamos a la manifestación llevemos palos, para dividirnos la ciudad e ir a matar a esas ratas donde se encuentren? ƑQuién está pagando esos anuncios? Muy preocupante todo esto.
Al analizar las posibles causas del problema de descomposición social, que está dando lugar a los terribles niveles de inseguridad, que nos condenan necesariamente a todos a ser víctimas de un hecho delictivo de gravedad desconocida cada ocho o 10 años, encuentro tres especialmente graves.
La primera tiene que ver con los sorprendentes grados de corrupción que privan en los distintos cuerpos de seguridad, contra los cuales se han estrellado todas las iniciativas de limpieza y renovación, siendo cada vez más frecuente encontrar que las organizaciones criminales estén dirigidas por policías o ex policías de alguna de las muchas corporaciones existentes.
La segunda causa tiene que ver con los altísimos niveles de desempleo que ha padecido el país durante los pasados 15 o 20 años, que han afectado principalmente a la población joven del país, incluyendo a quienes tienen la posibilidad de lograr una formación universitaria. Cuando estos jóvenes son reclutados por el hampa, su aceptación es automática en un número elevado de casos, al constituirse en su única opción de ingresos.
La tercera causa radica en la pérdida de identidad y pertenencia a un grupo social (aparte de los grupos criminales) que permita al sujeto sentirse dentro de una comunidad nacional o local, a la cual debe lealtad y solidaridad. Estos dos fenómenos son efectos naturales del proceso de globalización y de las estrategias equivocadas con que los sucesivos gobiernos nos han querido integrar al mismo. Por ello, esta marcha contra la inseguridad, y toda movilización que de ella se siga, debiera orientarse a presionar al gobierno a cambiar las actuales estrategias económicas y sociales de la globalización y a hacer un esfuerzo serio para limpiar sus cuerpos de seguridad.
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