.. |
México D.F. Jueves 10 de junio de 2004
"Me dieron un par de golpes y me empezaron a
manosear", narra periodista catalana
Españoles expulsados presentan queja por la
represión sufrida en Guadalajara
ARMANDO G. TEJEDA CORRESPONSAL
Madrid, 9 de junio. Con las huellas de los malos
tratos y los golpes todavía presentes en el cuerpo, y la indignación
por haber vivido una "pesadilla" repleta de "arbitrariedades" y "mentiras",
algunos de los ciudadanos españoles expulsados de México
durante la cumbre de jefes de Estado y de gobierno de América Latina,
el Caribe y la Unión Europea, que se realizó en Guadalajara,
formalizaron su queja ante las autoridades consulares mexicanas y reclamaron
la suspensión de la pena de tres años sin poder ingresar
a nuestro país.
La
represión desatada en la capital de Jalisco contra los colectivos
altermundistas, que se manifestaron de forma pacífica durante
la cumbre para reclamar a los mandatarios europeos y latinoamericanos un
cambio en las políticas imperantes, dejó un sinfín
de testimonios que confirman la severidad de los métodos utilizados
por los agentes mexicanos.
Los ciudadanos españoles Juan Francisco Mestre
Morales, Silvia Ordaz Amor y María del Mar Rodríguez Jurado
se encuentran entre las víctimas de las supuestas torturas, malos
tratos y violaciones sistemáticas del principio universal que garantiza
el derecho a una defensa justa y con garantías. Su historia es similar
a la de decenas de jóvenes detenidos en aquellos días, sólo
que por su condición de extranjeros fueron expulsados del país
bajo la acusación de haber vulnerado las condiciones estipuladas
en su "visado de turistas".
Después de permanecer seis días detenidos,
primero en las instalaciones de la delegación de la Procuraduría
General de la República en Guadalajara, y posteriormente en la oficina
del Instituto Nacional de Migración en Iztapalapa, en la ciudad
de México, estos jóvenes fueron deportados a pesar de tener
su documentación en regla y de que en ningún momento fueron
informados de los motivos de su aprehensión.
Ellos también forman parte del grupo de extranjeros
expulsados del país en aquellos días, además de Mateo
Zanetti, Patrick Leet, Jean Domínguez, Roxana Bestrin Fuentes y
Laloue Desperrier Roux, procedentes de países como Estados Unidos,
Australia, Francia e Italia.
Los relatos
El catalán Juan Mestre, de 31 años y natural
de Barcelona, explicó a La Jornada que el día de su
detención habían estado "un rato en la manifestación,
pero cuando vimos los altercados decidimos alejarnos, porque no estamos
por la violencia de ningún tipo. Y cuando pensamos que se habían
tranquilizado las cosas, como dos horas después nos detuvieron en
plena plaza cuando estábamos esperando el camión. De pronto,
vimos que la policía estaba haciendo barridas por las calles
contra la gente joven y diferente, como decían ellos. Sin mediar
palabra nos llevaron a empujones a una camioneta, sencillamente nos amenazaban,
nos golpeaban y nos decían cosas como 'te voy a romper la madre'".
María del Mar Rodríguez llevaba su cámara
fotográfica y su acreditación como periodista cuando fue
detenida, golpeada y "manoseada" por los granaderos mexicanos. Su testimonio:
"cuando me detuvieron me dijeron 'ahora sí güera, te vas a
chingar', en ningún momento me dejaron presentar mi credencial de
fotógrafa y en cambio me dieron un par de golpes, me empezaron a
manosear por todos lados y luego me dejaron como una hora dentro de la
camioneta. También me hicieron pasar por el pasillo de la comisaría
donde había decenas de granaderos, que me volvieron a manosear y
golpear, hasta que me llevaron con el resto de los detenidos".
Ante las reiteradas situaciones de "indefensión"
y "arbitrariedad" de que dice haber sido víctima, la joven catalana
manifestó que "de esta historia me ha indignado todo lo que ha pasado,
desde la detención hasta los engaños, la desinformación
y la sensación de derrota e impotencia. Me surgió la sensación
de que desde dentro no puedes enfrentarte al monstruo, que nos sobrepasaba
la situación y que teníamos hasta miedo de salir a la calle.
Además, no entendíamos el interés excesivo que tenían
en Migración de sacarnos de México cuanto antes, supongo
que porque estaban en juego intereses que se nos escapaban de las manos".
La joven madrileña Silvia Ordaz Amor, de 28 años,
confesó que "nunca había sentido un miedo como el que sentí
esos días, sobre todo durante las primeras horas en los sótanos,
pues no sabía lo que me podía pasar, ya que había
insultos, golpes, vejaciones y amenazas de muerte continuas. En algunos
momentos tenía la sensación de que estaba en un sueño
y no era capaz de asimilar que eso me estuviera pasando a mí, que
de repente iba andando por la calle y me vi inmersa en esta historia terrible
e injusta. Recuerdo miradas lascivas, amenazas del tipo 'esa güerita
se arregla con un par de putazos', humillaciones y risas. Ha sido la única
vez en mi vida que he sentido que podían hacer conmigo cualquier
cosa".
La querella
Con la "pesadilla" todavía a cuestas, los tres
jóvenes decidieron presentar una queja formal ante la embajada de
México en Madrid, donde fueron recibidos por el funcionario Francisco
de la Lama, a quien le explicaron su intención de solicitar la suspensión
de la pena impuesta por Migración de tres años sin poder
regresar al país. Mestre explicó que los recibió "con
mucha diplomacia Francisco de la Lama y nos dijo que desde el gobierno
de México se estaba intentando resolver el problema de los malos
tratos y la represión, pero cuando le preguntamos sobre la pena
de tres años sin poder entrar al país que nos habían
impuesto, él nos dijo que quien lo decidirá finalmente es
Migración en México, pero que sí podíamos tramitar
los papeles desde el consulado".
Mar Rodrígez confesó que ve "bastante difícil"
que les quiten la pena, pero que "estando aquí ya no siento miedo
y mi intención es luchar ahora para que se me quite la sanción
que se me ha impuesto, ya que asumirla sería igual a reconocer la
culpa en algo que no es verdad. De repente siento que de alguna manera
nos hemos rendido, y creo que eso es lo que más nos quita el sueño
en estos momentos y no sé si me llegaré a perdonar a mí
misma alguna vez por haber finalmente subido al avión. Aquí
en el Estado español está posiblemente igual de podrido el
sistema, pero todavía quedan brechas democráticas desde las
que puedes luchar, mientras que en México me parece que todo funciona
con mordidas y con mentiras."
La postura de Silvia Ordaz es similar, al sostener que
"a pesar de que en el momento de subir al avión sí respiré
un poco, al mismo tiempo me sentí mal, porque no había ninguna
razón para irme de esa forma y menos bajo la amenaza de que debía
elegir entre el avión o la cárcel. Al final me rendí,
a pesar de que queríamos resistir, puesto que no habíamos
hecho nada, pero sicológicamente no podía más y solamente
me quería ir. Siento ese malestar también porque todavía
hay mucha gente presa y yo, como extranjera, tuve la oportunidad -entre
comillas- de librarme de esos procesos arbitrarios".
|