.
Primera y Contraportada
Editorial
Opinión
El Correo Ilustrado
Política
Economía
Mundo
Estados
Migración
Capital
Sociedad y Justicia
Cultura
Espectáculos
Deportes
Fotografía
Cartones
CineGuía
Suplementos
Perfiles
La Jornada en tu PALM
La Jornada sin Fronteras
La Jornada de Oriente
La Jornada Morelos
Librería
Correo electrónico
Búsquedas
Suscripciones
C O N T R A P O R T A D A
..

México D.F. Viernes 4 de junio de 2004

Lágrimas negras en un lugar para llorar

Campeó la fatal organización y sonorización en el concierto de El Cigala y Chucho Valdés

ARTURO CRUZ Y PABLO ESPINOSA

A punta de latigazos gitanos de pasión y cante, Diego El Cigala fulminó a un público entreverado de conocedores y adeptos repentinos del flamenco a lo largo de un corto y pésimo concierto, no por causa de los resultados artísticos, que fueron portentosos, sino por lo mal sonorizado y peor organizado.

El plan artístico consistió, en consecuencia, en un sistema de vasos comunicantes sostenido sobre la genialidad de los instrumentistas y el fulgor latigueante de El Cigala.

Lágrimas negras en un lugar para llorar, el Salón 21, dada la mala organización que rebasó la logística de los productores del concierto del Chucho Valdez y Cigalamadrileño Diego El Cigala y el cubano Chucho Valdés, el pasado miércoles. De nada sirvió a decenas comprar sus boletos con varios meses de anticipación, pues cuando llegaron sus mesas ya estaban ocupadas. Impotentes, los inconformes buscaban a alguien que les diera su lugar. "No podemos hacer nada. La gente llegó -algunos desde las siete de la noche- y se sentó donde pudo. ƑCómo movemos a 800 personas?", se disculpaba el personal de la empresa Zarabanda, dirigida por Alexis Somoza. El ambiente era tenso. Con otro tipo de público y concierto el resultado hubiera sido menos tranquilo, pero asistió gente que sabe comportarse y que reclama en forma civilizada. A las ocho y media de la noche algunos desesperados ofrecían una "buena propina" a los insuficientes meseros para que les consiguieran una mesa, o les sirvieran una botella de vino. "Ya se acabó el vino", se disculpaban, y luego se perdían entre el incómodo meserío. "No la chingue, si el concierto no ha empezado". El salón a media luz, lo cual dificultaba el paso. Algunos trompicaron. No había de otra. La expectativa por ver en vivo al gitano y al pianista virtuoso era grande, una ilusión.

Ticket Master cerró la venta días antes, lo cual propició la reventa, que afuera del salón estaba en su elemento. "ƑVende o compra?", preguntaban revendedores a los recién llegados. "šQué va! Compro". En la desesperación pagaban lo que se les pedía, hasta 800 pesos por boletos de 400.

Adentro, algunos lograron jalar sillas. Un triunfo. A las 20:50 horas las quejas aumentaron de tono. Todas se resumían en que era evidente la sobreventa de boletos. Los meseros no se daban abasto. "ƑDónde agarro un pinche mesero?" El lenguaje universal del "te doy una propina, pero sírveme, šya!", les funcionó a algunos.

Otros iban a la barra, para llevar ellos copas o cervezas. "Pague primero en la caja", les ordenaban los barman. Veinticinco pesos la cerveza. Un recibo. No hay cambio. Joder. De nuevo a la barra. "Aquí sólo hay rones y brandy; cervezas allá". "šYa sírveme aquí y te doy una propina!", decían entre desesperados y suplicantes los ya exhaustos parroquianos.

Se formó un pequeño grupo de privilegiados que pudo ver de frente el escenario, sin pilares que obstruyeran. Los de atrás tenían que estirar el cuello para ver a los artistas en el escenario y adivinar lo que decían las canciones, que por suerte muchos se las sabían, pues el sonido, también, era lamentable.

Son casi las nueve de la noche y la música ambiental, en el Salón 21, desaparece. Entra Chucho Valdés. Un aplauso lo recibe. Va al piano e interpreta un solo de latin jazz. Tan sólo un intro. Los dedos de la mano derecha pisan las teclas, brincan, danzan, las barren con el pulgar hacia arriba.

Es el comienzo del desgrane de Lágrimas negras, el disco considerado por The New York Times como el mejor en el mundo, en todos los géneros, en 2003. Entra El Cigala, vestido con un traje color beige. Se acomoda en un banco alto y fijando la vista unos instantes en el piso escucha los primeros acordes de Inolvidable, de la autoría de Julio Gutiérrez... "En la vida hay momentos que nunca pueden olvidarse...". La voz desgarradora del Cigala, gitana, se atiene al compás del bolero.

Su voz y sentimiento chocan con una nube de humo de cigarro. El ruido propio de una cantina lo obligó a pedir silencio ("sshhh"). Diego choca sus palmas para llevar el ritmo y arrastra el dedo medio como si una de ellas fuera la cubierta de un pandero. Seguirá con Veinte años, de María Teresa Vera, que en el clímax dice: "Un amor que se nos va es un pedazo del alma que se arranca sin piedad". Algunos paran la oreja. Tampoco el sonido es óptimo. A los lados se escucha lejano y al fondo, del tapanco hacia la barra, desaparece. Ante eso, algunos se acercan lo más que pueden y, pocos, consiguen un lugar en la escalera a un costado del escenario, desde donde se ve el perfil gitano de Diego y la espalda de Chucho.

Comienza Lágrimas negras, la inmortal de Miguel Matamoros que Bebo Valdés (padre de Chucho) y El Cigala han convertido en un nuevo clásico. Si sorprende la técnica, el virtuosismo de Chucho con la mano derecha, con la izquierda hace milagros. Algunas parejas tratan de bailar como pueden entre el sillerío, pues la otrora pista fue ocupada con mesas. ƑDónde bailar si no había espacio? El Salón 21 es, sobre todo, un sitio para bailar.

Lágrimas negras es un himno de tristeza y sabrosura. Diego dedica el concierto a "esta tierra bendita, para este público y todo México". El concierto sigue el orden del disco. Van con Niebla del riachuelo, con letra de Enrique Cadícamo y música de Juan Carlos Cobián.

Para esa hora la música ha calmado a los más enardecidos y el concierto entra en un buen momento. Aplauden y cantan, o miran detenidamente disfrutando el arte sonoro, Carlos Payán, Cuauhtémoc Cárdenas y Lázaro Cárdenas Batel; Julieta Egurrola, Liliana Felipe, Ignacio Toscano, la embajadora de España en México, Cristina Barrios; Marisa Lara, las hermanas Gómez Haro, José Luis Paredes (Pacho), quien trajo al Cigala por primera vez a México, en el marco del Festival del Centro Histórico, en 2003; la directora del Auditorio Nacional, María Cristina Cepeda, y el director del Instituto Politécnico Nacional, José Enrique Villa, entre otros.

Se escucha Corazón loco, de Richard Dannemberg, profundo razonamiento sobre el hecho de amar a dos mujeres. Ahora Se me olvidó que te olvidé, de la mexicana Lolita de la Colina. Changuito, en los timbales, brilla con luz propia. Vete de mí, de Virgilio y Homero Expósito, que mete a cientos en su pasado sentimental. Ritmo y dolor. Un bolero chévere.

Cierra fuerte. La Bien pagá, de Perelló y Mostazo. Un reclamo hecho canción. Un regalo: Amar y vivir, de Consuelo Velázquez, que incluirán en Lágrimas negras 2. Brinda El Cigala y los šsalud! Se repiten. Preámbulo de El concierto de Aranjuez, de Joaquín Rodrigo. Acaban con Obsesión y en encore Lágrimas negras. A las 22:20 se van los músicos: El Cigala, Chucho Valdés, José Quintana, Changuito, en los timbales; Javier Colina, en el contrabajo, y el cajonero Sabú, hermano de Piraña; Dagoberto, en el violín. De 20:50 a 22:10. Sólo eso. Dicen los productores que Chucho y Diego estarán de nuevo en el Salón 21 el próximo septiembre. šGulp!

En su propia voz

-Jacobo Zabludovsky, periodista: "He visto artistas españoles, desde Miguel de Molina, en 1947; Concha Piquer, en el 46, en México. ƑCuánto hace de eso? Ahora que oí al Cigala con La bien pagá, recuerdo que yo la vi y oí con los dos que la estrenaron, De Molina y Piquer, que eran enormes artistas, pero El Cigala tiene algo que los gitanos llaman duende, que no se puede definir. Lo tenía García Lorca, que no era gitano. Puede haber una mejor voz, una presencia más bella físicamente, pero el que no tiene duende, no la hace. Chucho Valdés estuvo magnífico. He visto a su padre, Bebo, la última vez en Barcelona, pero Chucho no le pide nada al papá. Lo del Concierto de Aranjuez nunca lo había oído. Fue un hallazgo. Llevaron al flamenco a lo clásico, y viceversa. Fue una hermosura, como el toreo: efímera".

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año
La Jornada
en tu palm
La Jornada
Coordinación de Sistemas
Av. Cuauhtémoc 1236
Col. Santa Cruz Atoyac
delegación Benito Juárez
México D.F. C.P. 03310
Teléfonos (55) 91 83 03 00 y 91 83 04 00
Email
La Jornada
Coordinación de Publicidad
Av. Cuauhtémoc 1236 Col. Santa Cruz Atoyac
México D.F. C.P. 03310

Informes y Ventas:
Teléfonos (55) 91 83 03 00 y 91 83 04 00
Extensiones 4329 y 4110
Email