México D.F. Viernes 4 de junio de 2004
Renuncia Tenet, primera víctima
de los problemas que aquejan a la Casa Blanca
El gobierno de Bush, bajo investigaciones que incluyen
delitos como traición a la patria
El presunto arsenal iraquí y otras fallas han
puesto en peligro la relección en Washington
JIM CASON Y DAVID BROOKS CORRESPONSALES
Washington
y Nueva York, 3 de junio. Una serie de investigaciones del gobierno
de George W. Bush, algunas por actos que podrían considerarse traición
a la patria, han alcanzado al propio presidente de Estados Unidos y hoy
cobraron su primera víctima de alto nivel con la renuncia del director
de la CIA.
Pero es improbable que la dimisión de George Tenet,
director de la CIA, sea la última. El secretario de Defensa, Donald
Rumsfeld, así como varios de sus subalternos, están bajo
investigación y también varios altos funcionarios de la Casa
Blanca.
La noticia más explosiva de la semana se dio con
la revelación de que el presidente Bush consultó a un abogado
exterior sobre la posibilidad de representarlo en una investigación
criminal de un gran jurado en torno a quién filtró el nombre
de una agente encubierta de la CIA.
La noticia fue revelada anoche por CBS News y confirmada
poco después por la Casa Blanca, donde un vocero declaró
que Bush sí ha sostenido conversaciones con un abogado exterior
identificado como Jim Sharp, a quien "contrataría en caso de que
necesitara asesoramiento".
Desde enero un gran jurado federal ha interrogado a varios
funcionarios de la Casa Blanca y de otras dependencias del Ejecutivo para
establecer quién filtró el nombre de la agente Valerie Plame
a los medios el año pasado. Es ilegal divulgar el nombre de una
agente encubierta que ha tenido funciones en el extranjero durante los
cinco años anteriores. Dentro del mundo del espionaje -en particular
la CIA- no hay delito más grave posible que revelar el nombre de
agentes encubiertos, ya que pone en jaque la vida de esa persona y la de
todos sus contactos en el mundo.
La revelación de que Bush ha consultado con un
abogado fue sorprendente, incluso para políticos y funcionarios,
ya que no había ningún indicio de que la investigación
podría llegar al propio presidente, pero el hecho de que haya hablado
con un abogado sugiere que se anticipa que posiblemente será interrogado
en el caso. "El presidente ha dejado muy claro que desea que todos cooperen
plenamente con la investigación y eso incluye a él mismo",
declaró el vocero de la Casa Blanca, Scott McClellan.
El caso estalló el año pasado cuando el
esposo de Plame, el ex embajador Joe Wilson, criticó a Bush por
promover la versión de que el gobierno de Saddam Hussein intentaba
obtener material nuclear en Africa. Wilson fue contratado por la CIA para
investigar esta acusación, regresó y descartó la versión,
sólo para escucharla repetida por el presidente en su discurso del
estado de la nación ante el Congreso.
El nombre de Plame fue filtrado por "altos funcionarios"
no identificados del gobierno de Bush al columnista conservador Robert
Novak en julio pasado, algo que Wilson calificó como un acto de
venganza en su contra. Posteriormente, Wilson ha dicho que sospecha que
las fuentes eran altos funcionarios de la oficina del vicepresidente Dick
Cheney, o Elliott Abrams, la figura clave del escándaloIrán-contra
del gobierno de Reagan y ahora integrante del Consejo de Seguridad Nacional,
o posiblemente el asesor principal de Bush, Karl Rove.
Pero esta es una de varias investigaciones que afectan
a la Casa Blanca. No sólo existe el caso de Plame, sino la investigación
de la entrega de secretos de Estado a un posible doble agente, el líder
opositor iraquí Ahmed Chalabi; investigaciones en curso del Congreso
y el Pentágono sobre el trato de detenidos en Irak por tropas estadunidenses,
casos legales pendientes y más solicitudes de indagaciones por los
contratos otorgados a Halliburton en Irak, empresa anteriormente dirigida
por el vicepresidente Cheney. Además, cuestionamientos al grupo
secreto que elaboró la política energética de Bush
y claro, el caso legal de Enron dirigido por un amigo del presidente, así
como la investigación de por qué fue tan "errónea"
la inteligencia estadunidense en torno a las armas de destrucción
masiva en Irak, entre otras cosas.
Hoy, como consecuencia de algunos de estos escándalos,
sospechas e investigaciones, renunció el director de la CIA George
Tenet. Es, por el momento, la víctima de más alto nivel de
los problemas políticos que enfrenta la Casa Blanca en esta coyuntura
cada día más delicada por el impacto en la campaña
de relección de Bush este año.
En otro caso que está provocando problemas a la
Casa Blanca, la pregunta es la misma que en el asunto de Plame: ¿quién
dentro del gobierno de Bush filtró un secreto de Estado? Esto está
al centro del caso de Chalabi, quien recibió millones de dólares
en apoyo del Pentágono y hasta hace poco era el favorito de Washington
para encabezar el nuevo gobierno de Irak
Chalabi fue acusado de haber entregado tal vez uno de
los secretos más importantes de Estados Unidos a un enemigo en esta
coyuntura: el hecho de que los estadunidenses habían logrado romper
el código secreto de los servicios de espionaje de Irán.
Según las versiones del escándalo, Chalabi comunicó
esto a un agente secreto iraní en Bagdad, y declaró que un
funcionario estadunidense borracho se lo había comentado. Pero mientras
la CIA investiga el asunto, el escándalo para el gobierno de Bush
es, otra vez, qué funcionario u oficial filtró el secreto.
Por lo tanto, la FBI interroga y coloca frente a polígrafos a funcionarios
del Pentágono para intentar ubicar la fuente.
Mientras tanto, se sigue investigando -tanto por el Congreso
como por los mandos militares- el escándalo de Abu Ghraib, y lo
más preocupante para la Casa Blanca es hasta dónde llegará
la culpa por las claras violaciones de los derechos humanos de los detenidos
en Irak.
A pesar de intentos de la Casa Blanca para reducir el
perfil público de este asunto, no desaparece de la pantalla. Ahora
grupos de derechos civiles acusan al gobierno de ocultar todo lo que sabía
del caso. La confianza de que el gobierno intenta investigar a fondo no
se nutre con el hecho de que el encargado de la investigación militar
sobre los abusos, el general Donald Ryder, es el mismo que reportó
en octubre pasado que no había encontrado maltrato o abusos cuando
visitó la cárcel de Abu Ghraib.
A la vez, continúan provocando dudas y solicitudes
de investigación las maniobras y relaciones de Bush y Cheney con
sectores empresariales, desde el otorgamiento de contratos multimillonarios
a Halliburton, al caso de Enron. Nuevas revelaciones de que empleados de
Enron manipularon conscientemente el mercado energético recién
privatizado de California, están resucitando sospechas sobre la
complicidad del gobierno de Bush y el sector energético para promover
prácticas que beneficiaron a empresas como Enron y que permitieron
este tipo de corrupción.
Para acabar, continúan las investigaciones del
Congreso -y supuestamente del Ejecutivo- sobre cómo fue posible
que la inteligencia estadunidense fuera tan equivocada en torno a las supuestas
armas de destrucción masiva de Irak. El centro de la justificación
inicial de la invasión y ocupación promovida por Bush dentro
y fuera de Estados Unidos fueron tales armas jamás encontradas.
El propio secretario de Estado, Colin Powell, ha buscado
defender su legado histórico al culpar a la CIA y a otros servicios
de inteligencia por estas "fallas", y ha solicitado que se le explique
cómo fue posible que el argumento que presentó a la Organización
de Naciones Unidas sobre la amenaza "inminente" de Hussein y sus armas,
careció de sustento.
No resulta sorprendente, en este contexto, la renuncia
hoy del director de la CIA, rápidamente aceptada por Bush, ya que
al parecer será utilizado como "chivo expiatorio" en el intento
de controlar tantas sospechas, acusaciones, escándalos y "fallas"
que ahora podrían amenazar la relección del presidente.
Lo serio que pudiera ser todo esto para Bush se determinará
por el grado en que su gobierno continúa perdiendo el control de
la dinámica política del país, y por el tiempo que
el gobierno tendrá que dedicar para defenderse.
Las lecciones de Watergate están presentes, y la
primera es que no fue el delito sino su encubrimiento lo que marcó
el fin del presidente Richard Nixon. Por lo tanto, se empieza a resucitar
la famosa pregunta de ese tiempo, pero esta vez cada vez más dirigida
a Bush: ¿qué sabía y cuándo fue que lo supo?
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