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México D.F. Viernes 4 de junio de 2004
Es el momento de exigir nuestro derecho de ocupar
cargos de todo tipo, expresan
Mujeres indígenas asumen ser la fuerza que anima
la lucha zapatista
Presentan ¡Viva nuestra historia!, libro
de experiencias individuales en la vida colectiva
HERMANN BELLINGHAUSEN ENVIADO
Ocosingo, Chis., 3 de junio. "Como mujeres estamos
luchando dentro de la familia, dentro del hogar, en la cocina, frente al
soldado, frente al gran trabajo político, en las marchas, plantones,
consultas, en encuentros, asambleas y reuniones, en las filas insurgentes
y milicianas, en los trabajos colectivos, ocupando cargos y responsabilidades
desde lo más pequeño a lo más grande.
"Hemos sentido no sólo el dolor de parto, sino
también el de perder a nuestros hombres asesinados por ser rebeldes,
el dolor de nuestros seres queridos que han caído igual por hambre
y enfermedades que por las balas y las bombas. Hemos sufrido de la ausencia
de nuestros hijos que luchan lejos de su pueblo y su familia. Nuestro vientre
y nuestro corazón han tirado lágrimas y sangre que han servido
para dar vida a nuestro ser y a nuestra lucha."
Son palabras del Comité de Mujeres de los siete
municipios autónomos del caracol nombrado precisamente Torbellino
de nuestras palabras, ubicado en el ejido Morelia. Agregan: "Hemos reconocido
que somos la fuerza de la resistencia, somos las que animamos el andar
por buen camino a nuestros hijos e hijas, a nuestros hombres".
Así presenta este comité la historia de
la Organización de Mujeres Zapatistas Compañera Lucha, en
la flamante edición del libro ¡Viva nuestra historia!,
recientemente publicado por Ediciones Autónomas en Rebeldía.
"Es el momento de aprender nuevos cargos y responsabilidades,
exigir nuestro derecho a ocupar cargos de todo tipo, como agentes, comisiones,
como concejo municipal, y a participar en los trabajos colectivos y otros
que se necesita sacar adelante para que avance nuestra lucha y por que
nuestra autonomía nos dé derechos a todos y a todas.
"La
vida se vive mejor sin trago, sin vender a cambio de limosnas nuestra
dignidad, sin divisiones, sin humillación, sin desprecio. Es la
hora de construir la autonomía; allí se necesita que como
mujeres estemos presentes, así se ve bonita nuestra participación,
y le pongamos más ganas, más fuerza."
Lo que hace ahora el Comité de Mujeres es presentar
un documento que, en hojas de papel volando o pegadas en los muros de las
tiendas y escuelas de los municipios autónomos de esta región,
también llamada Tzoj'choj, llevaba circulando dos o tres años.
Se trata de un documento colectivo de 69 páginas,
ilustrado con fotos y dibujos, casi todos documentando este proceso de
las tzeltales y tojolabales. En él se cuentan historias cruzadas
de insurgentas, artesanas, madres y esposas, agricultoras o promotoras
de educación. Experiencias individuales que se viven de manera colectiva.
"A través de todas ellas está Lucha,
a la que llamamos La insurgenta de acero inoxidable. Más
de 30 años en la clandestinidad hacen que el pasamontañas
de Lucha brille de manera especial entre nosotros. El 9 de septiembre
del año 2000 falleció la compañera Lucha. Fue
insurgenta, pero también apoyó otros trabajos que
respaldó nuestra organización. Desde 1998 se le encontró
una enfermedad de cáncer."
Se menciona a las "compañeras caídas": Murcia,
Soledad, María Luisa; la catequista Zenayda. Y la conmovedora historia
de Olga Isabel, muchacha de 23 años, responsable regional, quien
cayó a un río el 15 de octubre de 1998 y murió ahogada,
cuando se dirigía a un encuentro de responsables, "hombres y mujeres".
El texto agrega: "El río que separa nuestras regiones es muy peligroso.
No tenemos buen puente. Ahora tenemos que tener más cuidado".
Su hermana recuerda: "Cuando se fue a las reuniones en
el municipio o la zona siempre se quedaba en su corazón la información.
Cuando yo me quería desanimar me decía: 'No, hay que seguir'.
Yo soy responsable local y no siempre llego a las reuniones, por mis niños,
pero ella siempre me aconsejaba. Sueño mucho con mi hermana, hasta
ahora ella me llega en los sueños". Hoy existe un municipio, en
las montañas tzeltales, llamado Olga Isabel.
Enseguida las ancianas cuentan cómo era la vida:
"Antes del 94 no había respeto para las mujeres y no nos tomaban
en cuenta". Las muchachas, afirman, se casaban obligadas por el papá.
"A veces los muchachos no pedían la muchacha al papá, la
pedían al patrón. Las hijas tenían que ser amantes
del patrón; el papá no decía nada porque es su patrón.
El patrón estaba un año con la muchacha antes de entregarla
con el muchacho. Después las mujeres tenían hijos del patrón".
Pero la lucha también se ha dado en la propia casa:
"Las mujeres fueron muy golpeadas. Por ejemplo, el hombre quería
que estuviera lista su comida, o que estuviera caliente el temescal, y
si no, pegaba a su mujer". Otro ejemplo: "La nuera se levantaba temprano
para preparar la comida y primero le daba al suegro. Tenían que
comer primero los hombres y después las mujeres". Las ancianas cuentan
"el trabajo con el patrón", su exclusión de las escuelas
("cuando empezaron a aparecer, casi nunca entraron niñas"), y también
las costumbres buenas de sus pueblos.
Al documentar "la vida de la mujer ahora", el colectivo
de indígenas recoge testimonios de las insurgentas mayor Ana
María, capitanas Laura, Silvia, Maribel, y de la combatiente
Isidora. Y las historias anónimas de "mujeres zapatistas
con cargos". Dice la mayor Ana María: "No sentimos nada la
muerte. O sea, ya desde antes nos sentíamos como desaparecidas,
nunca nos tomaron en cuenta. Ha habido muchas muertes en los pueblos por
hambre y enfermedades; nosotros decimos que es como si siempre estuviéramos
en la guerra. Ahorita mismo nos morimos si nos matan".
Un amplio capítulo refiere diversos "trabajos colectivos"
desarrollados desde 1996: hortalizas, tiendas, "gallinas", huertas. Otros
de milpa, frijol, plátano y café. O bien de bordados, papel
artesanal o velas. Y el "colectivo de pan".
Además de incluir comunicados de la comandancia
zapatista referidos a las mujeres, "palabras de la sociedad civil" y un
cancionero femenino zapatista, el libro ¡Viva nuestra historia!
expresa "la vida que queremos para nuestras hijas". Esto es, "que se tome
en cuenta su palabra. Queremos animar a las niñas para que hablen,
queremos que participen bien, que no tengan vergüenza, miedo ni pena.
Todas aprendemos con la palabra de cada una. Queremos que el hombre y la
mujer hagan el trabajo juntos". (Y mencionan que ellos, "por ejemplo, pueden
aprender a tortear"). En fin, "también queremos que nuestras hijas
salgan a caminar".
Concluyen: "Como mujeres zapatistas tenemos mucho que
enseñar no solamente a nuestros hijos, sino también a nuestras
hermanas que no están en las filas del Ejército Zapatista
de Liberación Nacional".
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